No soy una persona que se ofenda fácilmente. El orgullo o el alto ego no se cuentan entre mis defectos. Podría decir que soy "dura de ofender". Pero en este momento me siento absoluta y gravemente ofendida.
Al parecer, hay un chiste rodando en redes de "No conseguí tal cosa ...¡Oh, Dios. Somos Venezuela!" Quizás es la invención de uno de mis contactos a quien tengo en alta estima. Quizás es algo que se ha extendido en redes. No lo sé. Y no tengo el estómago para averiguarlo.
Sólo quiero decir, reiterar hasta el cansancio, a todo estúpido e insensible que mira la situación desde lejos y le parece risible. Lo que vivimos hoy en día en Venezuela es grave. Gravísimo. Es una Dictadura en alianza con el Pranato y el Hampa común y con la mirada complaciente de fuerzas militares y transnacionales sólo interesadas en saquear el país.
Si. Hay problemas para conseguir pasta dental. Si. Hay problemas para conseguir alimentos. De casi cualquier tipo. Si. Se muere mucha gente por falta de medicinas. Y, si, sobre todo, se muere mucha gente asesinada. Por represión.
¿Eso les parece gracioso? ¿Hay algo divertido en ver a un país hermano padecer hasta que la Rebelión y la dignidad es la última salida válida?
En los últimos 35 días han asesinado a 34 de nuestros hijos. Jóvenes. Estudiantes. Músicos. Adolescentes. Nuestro futuro. Nuestro semillero de gente noble, buena y brillante. Porque duélale a quien le duela: somos gente brillante.
Somos un pueblo que está viviendo un proceso duro. Oscuro. Difícilísimo. Burlarse es como darle patadas a un herido. Y, sin embargo, tenemos la estatura moral, la entereza de ponernos de pie y levantarnos valientemente para decir: NO. Y estamos en la calle sabiendo que cada día que atravesamos las puertas de nuestras casas puede ser el último.
Así que tengan más respeto. Esten a la altura de sus hermanos latinoamericanos.
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