sábado, 2 de abril de 2016

Lola Forever

Supongo que se trata de un mecanismo de autorregulación. De equilibrio. No lo sé en realidad, pero lo cierto es que, si bien me paso una gran parte del tiempo pensando en temas trascendentes, importantes y urgentes, me atrevo a estimar que el mismo porcentaje del tiempo estoy pensando cosas absurdas, irrelevantes y hasta estúpidas. 

A veces, directamente, locas.

Por eso. Porque sé cómo funciona mi narrativa personal de puertas adentro, me da terror que los seres humanos lleguemos al punto de leernos la mente. Tengo una lista larga de superpoderes. Uno de ellos es imaginarme a la gente desnuda sin ningún esfuerzo. Es más, el esfuerzo que hago es para mantenerlas vestidas en mi mente. Es como si tuviese una mente nudista.

Lo sé, lo sé. Soy tímida y dudo mucho que me desnudaría en una playa a plena luz del día para deambular por ahi mostrando gracias y desgracias. Pero mi mente es autónoma en ese sentido. Una vez que ese superpoder se activa, no me queda más que poner cara de zapato o mirar para otro lado para evitar que se me note. 

En ese orden de ideas -locas, estúpidas, irrelevantes- hace tiempo que un pensamiento me ronda. A ver, no me malinterpreten, a mi me encantan los tatuajes, me fascina la idea del arte en la piel y la celebración de momentos específicos de tu vida o personas que te marcaron. 

De hecho, me parecen muy sexys.

El asunto es el siguiente: para algunas cosas me gustan los excesos (nunca es demasiado chocolate, jurenlo) pero para otras, no tanto. Y en el caso de los tatuajes, para mi, menos es más. Prefiero el minimalismo pictórico. Menos tinta y más piel.

Como ya comenté, pienso, pienso, pienso y me imagino un montón de situaciones absurdas, locas, salvajes. De veras, no podría dejar que me leyeran la mente por ahi. De seguro cada 3 minutos ando pensando cosas ilegales o transgresoras sin apenas darme cuenta. Y riéndome sola.

La cuestión es que veo cotidianamente hombres muy sexys por ahí luciendo brazos, piernas, espalda, cuello, manos y hasta nudillos tatuados. Y entonces me imagino.. y me pongo en situación y recuerdo que a veces tengo la capacidad de concentración de un mosquito y pienso que me resultaría demasiada distracción tener sexo con un hombre tan tatuado. Me lo imagino y siento que es como envolverse en un suplemento de los 70s. 

Es decir, me distraería mucho. No sé, le estoy besando el hombro y de repente "¿qué es eso?un crop circle?" y luego lamiendo de bajada hacia el ombligo "¡Dios mío, tiene un dragón!" y entonces recordaría a Daenerys y Juego de Tronos y se me iría la inspiración en lugar de seguir bajando.  Y quizás me sobresaltaría con un mensaje cerca de la entrepierna "Lola Forever". "¿Lola forever? Epa, ¿dónde está Lola y ¿quién es Lola? ¿Acaso Lola está viéndonos desde el closet? Eso es demasiado kinky para la primera cita..." Y así me perdería en un hilo de pensamiento cero erótico y más bien de admiración artística o de preocupación neurótico-celópata.

¿Acaso era necesario que tuviera que preocuparme por Lola tan pronto?

Y, claro, uno supone que el hombre en cuestión tendrá cierta coherencia y entonces me pongo a pensar que, sin duda, para seguir en la línea del suplemento setentoso, el preservativo mínimo tendría que ser de algún superhéroe de Marvel. Y claro, mi mente no se detiene allí y remata: mientras no sea The Flash...

Y, por supuesto, allí se pierde el clima, ¿no? 

Y estoy segura de que me sobresaltaría estar en situación erótica con una piel que tenga la cara de un niño viéndome desde el pecho. O una abuelita. WTF?!? "Deja de presionarme. Estamos en la primera cita y ya tengo que conocer a tu familia???"

Además, no sé qué le pasa a la mayoría de la gente. Yo sé que a mi me parecería que no tengo cabida en ese lienzo que no tiene ningún espacio vacío.

Si. Es un hecho. No puedo dejar que me lean la mente. 


jueves, 10 de marzo de 2016

Un náufrago, una isla, un espejo...

Una siesta en Habana Vieja.
                                                                  
Pedro es una isla
     “Me voy a montar en un bote. Con un amigo. En octubre. Cuando los vientos sean favorables” eso me dijo la última vez que lo vi en Neptuno. “Esta vez si lo voy a lograr. Lo tengo que lograr. Tengo que salir de aquí”. Él, que nunca en su vida ha tenido el viento a favor, ni cuando regresó a La Habana de Miami con 4.600 dólares y su familia lo quiso hasta que el dinero se acabó. Él, que vive en un bohío en Marianao porque las noches en Centro Habana son duras y si te duermes en la calle te muelen a golpes. Él, que es la isla más isla dentro de esa isla revolucionaria que desde el 1 de enero de 1959 es norte, faro y mito de las izquierdas de todo el planeta. Él, único habitante de su isla, quiere abandonarla y se la va a jugar en una balsa justo ahora que los vientos cambian. Justo ahora que quizás no sea ya necesario.

     Vocación de náufrago. Catire suicida.

     La primera noche en La Habana conocí a Pedro. Se me acercó pidiéndome un par de pesos cubanos. Le dije que no tenía. Reconoció el acento. “¿Venezuela?. Si. Yo viví en Venezuela en el 92, el año de los golpes. Me acuerdo de Por estas Calles y del malo, Sarría Vélez. Esa era una época difícil para vivir en Venezuela”. Su aliento era etílico, por supuesto. Sin embargo su historia era coherente, lúcida. Tanto que pensé que la Inteligencia Cubana lo había enviado. Basta pisar la isla para que cierta paranoia se desate. Sobre todo después que en el Consulado cubano en Caracas han detectado tus raíces: “es que con ese apellido…” me espetaron cuando solicité la visa haciendo referencia a uno de los más famosos presos políticos de la casi post-revolución. Estreché su mano áspera y le dije que ojalá volviéramos a encontrarnos.

     Mi deseo se cumplió. Varias veces.

     Pedro es náufrago desde antes de lanzarse al mar. Anda a la deriva. Ya habita una isla desierta. Árida. Hace 3 años se lanzó a las calles tras una discusión con su madrastra y su cuñada.  Días después de que se acabaron los dólares. En lugar de dividir la casa en pisos la dividieron en dos. “La casa estaba demasiado llena”. No hay cama pa tanta gente. Su padre y su hermano se dejaron vencer y lo expulsaron del seno familiar. En la calle lo abrazó el alcohol y la indigencia. Ahora almuerza temprano –a las 11- en la casa de alimentación que está detrás del Bar Manzanares entre Infanta y Carlos III. “Aquí almuerzo por sólo 5 pesos” me dice frente a un plato que es básicamente arroz blanco y huevo frito.

     Luego supe que ese refugio de alimentación son los restos del Cine Manzanares que antes de la Revolución albergaba 1150 butacas para fantasear y me imaginé a Pedro protagonizando películas de bajo presupuesto: en una era un joven treintañero, rubio y de ojos azules que llegaba a Caracas en 1992. En esa trabajó con Posada Carriles y Henry López Sisco, -aunque nunca me quedó claro haciendo qué- fue acunado por la familia del famoso abogado inmobiliario Orta Poleo que lo alojó en San Agustín y se volvió fanático de Por estas Calles, telenovela escrita por Ibsen Martínez que más que ficción fue premonición y vehículo de la antipolítica que terminaría sacando a Carlos Andrés Pérez de la Presidencia de la República y le allanaría el camino a Hugo Chávez Frías al correr de muy pocos años.

     En otra, ese mismo catire, -como se le dice en Venezuela a los rubios de ojos claros-, escapa de Maiquetía como polizón en un vuelo de Servivensa que aterriza en Miami con un pasajero que tuvo la osadía de hasta pedir un celular prestado para llamar a sus familiares y anunciarles que sería arrestado por las autoridades migratorias norteamericanas. Ambas tramas fueron ciertas y persisten en la mente lúcida de Pedro. Eso sucedió antes de convertirse en isla, en náufrago.
    
     Un poco de ficción que no es tal. Un poco de fantasía para honrar a alguien a quien la realidad está golpeando contra las rocas hace ya demasiado tiempo.

     Quizás fueron los 19 días preso en Cuba bajo la acusación de contrarrevolucionario. Tal vez fue la imposibilidad de pagar los 100 dólares para recuperar su pasaporte. Acaso haya sido la certeza de que ya no cobraría más su dissability pension –por nervios- ni disfrutaría de su Green card en Estados Unidos lo que terminó convirtiéndolo en esa isla trágica que conseguí de nuevo días después en la Av. 10 de Octubre en un puesto de venta de ron a granel.

-Malo, ¿no?
-¡Malo! Pero es mejor que nada. -Contestó apurando un trago-.
-Nos vemos luego Pedro, ahora sé que nos volveremos a ver. Me despedí ese día.

     Y fue cierto. La última vez caminamos por Zanja. Me acompañó a tomar el Bus 27 para llegar a Vía Azul. Ese día me iba a Trinidad. El autobús se tardó así que conversamos largo: me contó que cada noche se regresaba a Marianao y dormía en su bohío. Ese que se construyó en un terreno baldío donde nadie lo molesta. Que había llegado a la conclusión de que si lograba comprarse un frasco de mayonesa podría desayunar con pan y mayonesa por todo un mes. “Tú sabes, la mayonesa alimenta. Y no se daña”. Había llegado a esa conclusión tras analizar que el desayuno es de las comidas más caras en La Habana. Me contó que ya lo había decidido, que saldría desde Santa Fe en octubre con un amigo porque los vientos son mejores en esa fecha, que ya estaban organizando el viaje, que ya habían conseguido aceite para espantar los tiburones…Le metí un CUC en el bolsillo cuando llegó el bus: “Colaboración para la mayonesa” Y le di un abrazo.

     Fue la última vez que vi sus ojos, océanos de tristeza.

     Pienso en octubre, pienso en los tiburones, pienso en su mala estrella y en esa dulzura improbable en un hombre adulto que ha trabajado en Inteligencia y, peor, pienso en las estadísticas: entre 2013 y 2014 los balseros cubanos aumentaron de 2.129 a 3.722. Casi 75%. La Guardia Costera atrapa y deporta a 8 de cada 10. Aunque Pedro cuenta con que lo atrapen –“cuando me busquen en la computadora verán que tengo ciudadanía y me dan los papeles y listo”- hay otro número que no es oficial pero se presume con cierta base: 1 de cada 3 balseros termina en el estómago de algún tiburón o ahogado en el Estrecho de La Florida.

   
 Una isla llamada Guanabacoa.

     “El cubano lo que come es perrito y picadillo” me contó Zora por fin al tercer día. Indignada, agotada, con una furia casi en llanto que le fue subiendo hasta la garganta y los ojos negros rasgados. Esta morena preciosa vive en Guanabacoa, a 45 minutos de Centro Habana. Todos los días viaja hasta San Lázaro porque, afortunadamente, ella trabaja en una casa de renta donde la dueña puede pagarle 1000 pesos al mes. Es decir, cerca de 40 CUC. Más del doble de lo que gana el cubano promedio. Y, aún así, no le alcanza. Se rebusca vendiendo a plazos lo que muchos venezolanos llevan a la isla para revender.

     Sentada en una silla Luis XVI, en un salón reconstruido de una casa de 1830 con un techo que se eleva casi 5 metros y paredes recién pintadas, Zora luce casi diminuta en sus lycras multicolores y franela. Lleva el cabello recogido con una pinza y algunas veces, mientras conversamos, su mirada se vuelve líquida. No de tristeza. De furia. De indignación: “¿tú puedes creer que aquí hasta las jineteras tienen que pagarle licencia al Estado? Pero si eso es tuyo –casi gritó haciendo un gesto elocuente- Si es tu cuerpo…Es que hasta lo que recogen basura tienen que pagar”. Le pregunté cuánto cobraban. Me dijo que había muchachas muy jóvenes que en las discotecas se le lanzaban encima a los extranjeros, que por 20 dólares se iban. A veces por menos. Y ¿las enfermedades? pregunté. “A la vuelta de la esquina” respondió veloz.

     “Vieras en Guanabacoa cómo se prostituyen esos muchachitos, adolescentes. De 14 años. Los turistas van buscando homosexuales. Imagínate que ahora las cubanas tenemos que cuidar a nuestros maridos para que no terminen…” casi no se atrevió a terminar la frase.

     La Revolución erradicó por decreto la práctica de la prostitución en 1959. La promesa era que la mujer no tendría que degradarse a ser trabajadora sexual, pues habría oportunidades de trabajar en áreas menos estigmatizadas. El listón moral era alto, pero 50 años después la realidad económica parece haber engullido esa promesa. En 2015 no sólo existe la variedad tradicional y la del sexo ambulante a la intemperie –las chupa-chupa que se especializan en la práctica del sexo oral en descampados y a plena luz del día por una cómoda tarifa- sino que además las cifras de prostitución homosexual de jóvenes  se han disparado. La prostitución en Cuba tiene antecedentes coloniales con cédulas reales para probarlo. Sin cifras oficiales es difícil establecer realmente qué porcentaje de esos más de 6 millones de mujeres cubanas está en el negocio del sexo por dinero. Algunas fuentes indican que antes de 1959 eran 10 mil mujeres y que hoy serían 100 mil. Otras multiplican ambos números por 10. Se dice que ocupa el primer lugar en América y décimo a nivel mundial, solo superada por  países asiáticos.

     Lo cierto es que Cuba resulta atractiva para los turistas sexuales de Occidente. Está más cerca y es más barata que Tailandia, por ejemplo. Y la tasa de VIH es más baja que en otros destinos en el Caribe, como República Dominicana o Haití. Aunque ya en los tempranos 90s registraba una tasa de crecimiento de gonorrea y sífilis preocupantes al punto que la Organización Panamericana de la Salud afirmó que una crisis de VIH estaba en gestación.

     Obviamente, hay una enorme diferencia entre la prostitución consensual y la prostitución infantil. La edad de consentimiento en Cuba es de 16 años y no está penalizada la prostitución sino el proxenetismo. Aunque las penas para los que lucran con la genitalia ajena son bastante menores. Las dimensiones del mercado de sexo con menores de edad son un misterio — el gobierno comunista no habla públicamente del tema, y fomenta una imagen de ser un país libre de los problemas sociales que afectan a otras naciones — pero está claro que está sucediendo.

     A falta de cifras oficiales hay que recurrir a fuentes externas. En 2011 la Real Policía Montada Canadiense (RPMC) señaló que Cuba era uno de los principales destinos en el continente para depredadores sexuales canadienses, junto con la República Dominicana, Haití, Brasil y México. Pero no puede generalizarse. Más de un millón de turistas canadienses visitaron la isla el año pasado. Sé que en Centro Habana, entre Lealtad y Perseverancia, un canadiense parecido a Elvis Presley viene cada verano a pasarse un mes en la isla y cada noche le deja 100 dólares a una muchacha distinta. Todas entre 16 y 20 años. Prostitución, si. Pederastia, no.

     A pesar de que en 2012 el Reporte sobre Tráfico de Personas del Departamento de Estado aseguró que el gobierno cubano “no hizo ningún esfuerzo conocido para reducir la demanda por la prostitución”, lo cierto es que es muy poco probable que el tema sea prioridad en las negociaciones que se llevan a cabo entre Estados Unidos y Cuba en la actualidad. Y, de hecho, la realidad es que las leyes cubanas son severas en casos de explotación sexual de niñas o niños de 14 años o menos, si el gobierno decide llevarlos a los tribunales. Las condenas llegan hasta 30 años de cárcel, y hasta muerte por fusilamiento si existen factores agravantes tales como el uso de violencia o drogas.

     Trágicamente una orgía en Bayamo terminó en 2010 con el fallecimiento por asfixia de una niña de 12 años. Tres italianos fueron sentenciados a  25 años de cárcel por asesinato y corrupción de menores. Documentos judiciales indican que la niña era asmática y murió accidentalmente. También se conoce los casos de dos canadiensea, el primero fue sentenciado a 25 años de cárcel por abusar de una chica de 15 años, y el segundo a 11  por abusar de una niña de 13. Las autoridades de la isla trabajan en tándem con Interpol para negarle la entrada a pederastas conocidos. Y según el informe confidencial de la RPMC al cual accedió el Toronto Star, “la policía y otros funcionarios parecen tratar los crímenes sexuales, en particular aquellos en que las víctimas son niños, de un modo serio y profesional”. Todo eso es cierto, correcto, pero insuficiente.

    Incluso, Wikileaks reveló un despacho de la diplomacia estadounidense titulado “Recomendaciones para Cuba”: Admitir que el tráfico de sexo infantil es un problema; brindar mayores protecciones legales y asistencia a las víctimas; desarrollar procedimientos para identificar a posibles víctimas del tráfico sexual entre los sectores vulnerables de la población; aumentar el entrenamiento en contra del tráfico sexual para la policía; y tomar medidas más fuertes para prevenir el tráfico de niños en la prostitución”. Raúl Castro, actual líder de la Revolución, sigue sin decir nada oficialmente sobre los depredadores sexuales mezclados entre los más de 2 millones de turistas que visitan la isla cada año.

    En octubre de 2013 la Ministra de Justicia cubana, María Esther Reus, aseguró que en Cuba el problema de la prostitución infantil “es mínimo”. La funcionaria hizo esta declaración pública tras la investigación conjunta del Nuevo Herald y el Toronto Star y 3 años después de la muerte de la niña de  Bayamo. La ministra también detalló que 224 personas fueron convictas de proxenetismo en el 2012, y de que siete extranjeros están en la cárcel acusados de abusar de menores, pero sin detalles sobre las sentencias de los proxenetas o las nacionalidades de los extranjeros.

     El Ministerio de Turismo de Cuba ha tomado medidas para impedir el turismo sexual, declaró ella, pero el enjuiciamiento es difícil porque las prostitutas generalmente tienen una relación “consensual” con sus proxenetas, y los casos de corrupción de menores “son mínimos”. Mes y medio después tuvo lugar el Primer Simposio sobre Prostitución, Turismo Sexual y Trata de Personas impulsado por la propia hija de Fidel Castro, Mariela Castro, Directora del Centro Nacional de Educación Sexual.

     Claro que Zora no sabe de esas cifras, ni de ruedas de prensa o simposios. Zora ve lo que ve. Y lo que ve son adolescentes de ambos sexos que cada noche salen a prostituirse en las calles de Guanabacoa por unos cuantos CUC. Creo que Zora no se equivoca: ¿cómo podría si es testigo de primera mano?
    
     Gloria es un espejo

     Es una mujer opulenta y familiar. De piel clara y anteojos. Desconfiada. Emprendedora. Próspera. Se mueve casi etéreamente en las rendijas que dejan las leyes revolucionarias. Su visión empresarial la haría triunfar en cualquier lugar del planeta. Pero, en su isla, la única forma de lograrlo es gracias a un aceitado y muy bien engranado sistema de lealtades. Acá nada se logra en solitario. Takes a village. Si ella progresa, su entorno también progresa. Muy pronto comprendo que esta es una sociedad donde destacarse tiene un altísimo costo social. Hay CDRs –Comités de Defensa de la Revolución- por doquier. A veces dos en una sola cuadra. La hipervigilancia del vecino es casi tangible. Y es que, señalar a alguien en falta, siempre supone algún tipo de privilegio. Equivale a una suerte de sistema de acumulación de puntos por lealtad.

Y Gloria lo sabe.
Y se cuida.
Y progresa.
Pero no progresa sola.

     Tiene mucha experiencia en venezolanos. Cada semana le llega algún raspacupo desesperado pidiendo asistencia. Gracias a un estratégico acuerdo con algunos taxistas del Aeropuerto Internacional José Martí, Gloria capta a quienes necesitan acceder a dólares en efectivo tan urgentemente que están dispuestos a pagar una comisión de entre 16 y 20% del consumo. Siempre hay algo que comprar: un televisor, una nevera, una reserva de hotel. Y ella está dispuesta a pagarle 10 CUC al taxista por captar al incauto raspacupo –que no es tan incauto porque sabe que está incurriendo en una ilegalidad pero que no tiene más remedio que hacerlo-  que luego le dejará entre 200 y 250 dólares por transacción. Por supuesto, ella lo edulcora como si fuese una ayuda desinteresada, casi amorosa. Pero, cuando el venezolano en cuestión cuenta los billetes que le quedan, comprende que en este mundo todos los días sale un pendejo a la calle y quien se lo encuentre es de él.

     Pero lanzarse solo a la aventura de raspar tampoco es demasiado amoroso. Los tiburones no atacan sólo en el Estrecho de La Florida. Persuadir a alguna cajera que no te conoce de incurrir en un delito no es cosa fácil. Especialmente si consideras que en centros comerciales como el Mercado Carlos III las cámaras de seguridad están por doquier. Se requiere de un bajo perfil obligado y cuando ya has entrado 4 veces a la misma tienda ese es un activo que se pierde irremediablemente.

     Los venezolanos somos un negocio para los cubanos. A nivel macro, a nivel micro. No tanto como los europeos y norteamericanos, pero un negocio lucrativo igual. Hermanados por circunstancias políticas y sociales pareciéramos estar montados en el mismo barco, un barco en el cual los isleños nos llevan una gran ventaja: la de saber sobrevivir a toda costa a los embates de un modelo político agotado. Venezuela le dio mucho más que aire a Cuba en los últimos 15 años, justo cuando el abandono de la Unión Soviética había dejado a la isla y su Revolución a la deriva.

     Los créditos y subsidios concedidos por la Unión Soviética entre 1961 y 1984 fueron casi 38.000 millones de dólares. Hacia 1988 eran más de 5.000 millones de dólares anuales. Gracias a los combatientes de Angola, además,  el gobierno revolucionario recibía un complemento diario 3 millones de dólares. Pero eso llegó a su fin con el desmoronamiento de la URRS y tras varios períodos especiales –crisis, en jerga revolucionaria- comenzó el romance con Venezuela y el extinto líder Hugo Chávez Frías quien abrazó a la isla como la Metrópoli de la Revolución –la Madre Patria de la Patria Grande- y aunque también del lado venezolano hay una total opacidad con respecto a estas erogaciones, se conoció recientemente que sólo en los últimos 3 años se transfirieron a la isla más de 18 mil millones de dólares.

     Pero ahora, con Venezuela al borde de un virtual colapso político social y económico de dimensiones inconmensurables, la isla ha tomado una decisión difícil de explicar en la retórica ideológica pero absolutamente comprensible en términos de supervivencia económica: virar hacia el Imperio, hacerle guiños al que siempre fue el enemigo más terrible, todo de espaldas a su aliado más generoso y enamorado: Venezuela.

Cercanía ideológica
     A nivel micro, a nivel del tú a tú, las cosas son mucho más sencillas. Las tarjetas de crédito no pasan. Denegada. Una y otra vez. Las comisiones son ahora más bajas. Somos menos deseables. Somos menos negocio. Estamos quebrados. Estamos pelando bolas. Estamos casi en igualdad de condiciones. Quizás peor. Somos un espejo. Gloria me lo muestra.  La Isla tiene al Imperio y no tiene hiperinflación ni crimen organizado. No tiene el caos en puertas.

-“No soy mafia. No soy puta. Sólo quiero que me des un boli para mi hijo y que me compres una bolsa de leche” me dijo aquella morena franca y redonda que llevaba  el cabello en dos colitas.
-No tengo demasiado dinero. Soy venezolana. Dije mientras le entregaba el bolígrafo negro.
-Te entendí. Respondió con una simpleza tajante y cómplice.
Yo caminé hacia el Hotel Inglaterra, ella siguió cazando turistas a las afueras de una TRD.

Ahora que se acerca octubre pienso en Pedro y su balsa.

Ser náufragos aún antes de lanzarse al mar.

Visitar tantas islas y transitar por puentes endebles.

Encontrar espejos en los que no te quieres mirar.



Me miras, te miro. Callejón de Hamel.