viernes, 25 de enero de 2019

Las otras historias


#Notassueltasdealguienqueamapatearlacalle

"Vengo de Oriente. De Cariaco. Allá no hay nada. La gente se está muriendo de hambre. La gente sólo come pescado y yuca. Y los ninos, fororo solo' me cuenta el vendedor de cilantro a quien vi a las 11 am en Plaza Venezuela y que a las 4 de la tarde aún camina por Chacao con sus ramitas ya mustias en la mano. Es jóven, 32 anos. Quiere cambio. No vio la juramentación de Guaidó ni sabía que Nicolas Maduro había roto relaciones con USA.

"Estoy ocupada, estoy ocupada" casi gritó la senora que sentada cosía un conejito de peluche en una de las aceras de Catia. No hizo contacto visual. No soltó la aguja. Su marido, el senor con las piernas llagadas, preguntó con desgano> qué quiere? Contesté yo aún sabiendo que era tiempo perdido 'Hablar con ustedes". El hombre, severo, arisco, tampoco hizo contacto visual ni pronunció más palabra. La mujer, casi una anciana prematura, insistió: 'estoy ocupada, estoy ocupada' Me sentí succionada por el agujero de Alicia en el País de las Pesadillas..

Le cosían un zapato de goma. Estaba allí sentado en plena avenida, sólo en medias, conversando con el zapatero remendón. Ojos miel y sonrisa desalineada y rebelde. Sacó el escudo mayor: 'Yo no creo en política. Sólo creo en Dios". Ante la insistencia bajó la guardia, conversó. "Pero nada de entrevistas'

El mototaxista de Chacao. Ese de la esquina del Supermercado Luz tenía alborotados y embelesados a sus colegas. Se reían, argumentaban. Me acerqué. Sus companeros dijeron que él era chavista. Que si quería entrevistar a alguien, él era el hombre. Pero el hombre se cerró> "Yo soy apolítico. Ahora no soy ni de uno ni de otro'Y eso por qué? De qué depende? 'De la plata" Ah, entiendo...

Plaza Altamira está semivacía. No hay disturbios, ni manifestación, ni gas como me habían dicho. Sólo hay un pequeno grupo de jóvenes que se alistan, impacientes, para 'dar la cara por la gente'. Indefectiblemente su energía me atrae. Tienen de 15 a 23 anos. Aseguran estar en las calles desde el 2014. Las muchachas son casi las primeras en hablar. Tienen un discurso articulado y guerrero. Y entre ellos se respetan. Sin importar si eres 'cachorro' o si eres mujer u hombre. El muchacho alto, con franela rosada tapándole la cara, desborda carisma. Me conmueven. Hablan de sus padres 'jodiéndose con 3 y 4 trabajos". Hablan de la necesidad de 'que la gente se alce', hablan de que les 'están robando su futuro y a los ninós, su ninez y a los viejos, sus familias'y yo tengo que irme para evitar adoptarlos a todos y pasar de periodista a madre, a psicóloga aficionada, a senora que llora sin poder evitarlo.

Me alejo rezando por ellos.

Las otras historias. Las pequenas. Las mínimas. Las que me gusta contar.

Un azul y agradable calor


     Un país que no se doblega. Una gente indomable. Terca. Persistente. Una gente que pasó Navidad de 2018 replegada, apagada, renuente a la felicidad impuesta con lucecitas desde Miraflores. Agobiada por una hiperinflación que devasta cualquier presupuesto. Esa es la gente que en enero de 2019 encuentra un rumbo, una alegría, una esperanza renovada. Parece que estábamos agazapados sólo esperando la senal para volver a demostrar de qué estamos hechos.

Es cierto: Venezuela está devastada. La miseria se sienta en las aceras a vender lo que otro, más afortunado, consideró basura. Botas de gamuza gastadas y rotas, munecas con el cabello hirsuto, peluches remendados, vestidos de gala que estaban de moda en los 90s, mezclados con opacos y oxidados repuestos de bano y toda suerte de objetos que no me atrevo a intentar identificar. Muchachas muy jóvenes, casi ninas, se ofrecen al mejor postor y los más vulnerables han sido amputados por falta de medicamentos. El metro es un infierno de sudor, desaseo e historias de desespero y enfermedad. Cada vendedor ambulante, hombres jóvenes en su mayoría, tiene una historia diaria de supervivencia. Uno tiene a su novia "prenada" y no sabe nada de ninos. Otra, más feroz, habla de lo difícil que es para una mujer una colostomia y pide ayuda, algo , lo que sea para poder comer.

Son esos, los más vulnerables.Los que huelen mal y tienen llagas sangrantes en las piernas, los que no se han enterado de la juramentación de Juan Guaido. No tienen televisor. Viven en las calles. Pero si tuvieran, tampoco tendrían acceso a televisión abierta e independiente. Conatel, Comisión Nacional de Telecomunicaciones ó algo así está muy activa'estos días. La censura es extrema. El blackout informativo sin precedentes. Mientras tanto, el bombardeo informativo por Venezolana de Televisión es inmisericorde> caras uniformadas que apoyan a Nicolas Maduro irrestrictamente. Que acusan a la oposición de establecer 'un gobierno paralelo'. Si. Irónico, descarado. El mismo gobierno, la misma Revolución que desde sus inicios se dedicó a establecer sindicatos paralelos, alcaldías paralelas y ministerios paralelos, acusa a la oposición de emplear sus tácticas.

Pero no. Para los que todavía no lo comprenden: el 23 de enero se produjo el cabildo más contundente de la Historia de Venezuela. Ya hubiera deseado Madariaga esa masividad. Hay quien incluso dice que ni siquiera Hugo Chávez logró convocar tanta gente. Yo no lo sé. Lo que si sé es que la gente, esa enorme y diversa masa de gente, terca, indomable, persistente, proclamó a Juan Guaidó como Presidente Interino de Venezuela. No fue un acto solitario de un loquito ebrio en una plaza vacía. El ágora estaba a reventar. Como si Freddy Mercury hubiera resucitado y estuviera en concierto en Caracas junto a Metallica y Guns n Roses.

Y, en medio de todos estos eventos, dada la desinformación, dada la psicosis por lo básico, lo urgente, por la supervivencia, las calles están llenas de venezolanos que aparentan normalidad. Las protestas ahora son nocturnas. En los barrios. El perrocalentero cuenta que el Faes y el grupo antiterrorismo subió a la zona 7 de Petare y se voló a 6 en una sola noche. Habla de ajusticiamientos. La muchacha del banco cuenta que en Capuchinos saquearon la Panaderia San Juan de Milano, arrasaron con el Banco de Venezuela, pero que donde se dieron gusto fue en Prolicor. Saqueos y plomo. Y Catia amanece serena cuando la camino, todos los vendedores de alimentos en sus puntos de venta. Los colectivos, y que discretos, apostados en las esquinas vigilan muy de cerca a la gente que teme dar su opinión si te identificas como periodista.

Como explicar la emoción de ver a los jóvenes bajar del cerro en Catia? Esa combinación de susto con incredulidad con angustia casi materna con 'çono, por fin!' y 'mejor no me emociono'. El Observatorio de Conflictividad Social y Provea contabilizan 26 muertes confirmadas. Pero no son muertes casuales, son asesinatos. Todas esas personas fueron asesinadas con armas de fuego. Ajusticiadas por FAES y grupos parapoliciales y paramilitares de vieja data en la Revolución. Grupos de exterminio. Por las historias que cuenta la gente, 26 parece un número tímido, inexacto. Esa misma ong senala que en 2018, un ano sin 'guarimbas',término que no acuno ni me gusta para nada, hubo 12 mil protestas por temas sociales. Leáse: agua, medicinas, salud, gas.

Enero da un giro y las protestas son por derechos políticos y civiles. Sumadas a las sociales y económicas, por supuesto.

No estábamos dormidos, ni resignados. Nunca lo estuvimos. Estábamos latentes.

Es cierto: Esto es diferente. Completamente diferente.

Y lo sabemos.