jueves, 1 de junio de 2017

Reflexionar a gritos

Hace días, semanas que lo escucho. El latiguillo de "hay que apoyarlos. No hay que dejarlos solos".

Y la verdad es que a veces quisiera perder la compostura y a gritos acelerar el proceso de comprensión de lo que ocurre. A decir verdad, a veces lo hago. No. No es que yo sé más que los demás. O que me he dejado seducir por el pensamiento único. Ni de broma. Pero si me parece que hay un grupo importante de gente que no logra calibrar lo que estamos viviendo como país y como nación.

No. No es que "hay que apoyarlos".

Esta pelea es de TODOS porque cada vez que detienen a un muchacho en #Resistencia le cercenan a usted su derecho a protestar, a manifestar, a erguirse con la Constitución en la mano y a exigir un Estado de Derecho. Porque cada vez que un periodista o fotoperiodista es amenazado, perseguido, agredido, robado o vapuleado es a usted a quien le están cercenando su derecho a estar informado, a disentir, a expresar sus criterios por controversiales o impopulares que sean. Porque cada vez que le revientan la cara a un Diputado o a un Gobernador -que usted eligió- lo están castigando a usted que votó por él. O que quizás no votó pero que igual se ve afectado por la negación cada vez más flagrante de "1 venezolano 1 voto" y de aquello de que "la soberanía reside en el pueblo".

Es más, cada vez que usted se hace el loco cuando roban o patean a un conciudadano que padece a su lado, cada vez que mira hacia otro lado cuando le pasa cerca un niño descalzo o alguien comiendo de la basura, pensando sólo en su propia preservación, usted no sólo se hace más pequeño como persona sino que se encoge como ciudadano. Y este gobierno opresor huele el miedo. Y la pequeñez.

Lo que quiero decir es que no, no "hay que apoyarlos". Esos muchachos a los que están persiguiendo, agrediendo, deteniendo, torturando y matando son la vanguardia, la inspiración, pero la pelea no es sólo de ellos. Esta pelea es de cada venezolano consciente. O es que acaso ¿no somos todos los que estamos padeciendo los embates del saqueo de los tesoros del país y la burla de una élite revolucionaria cada vez más desconectada de la realidad de las calles?

Hoy detuvieron a plena luz del día a decenas de muchachos en la Plaza Altamira. Antenoche hubo una redada en la misma plaza y en Bello Monte. Ellos están poniendo el cuerpo. Y el corazón. Están dando la cara. Lo mínimo que podemos hacer los demás es asumir que esta es nuestra pelea y que las calles son nuestras aunque el gobierno de Maduro sea tan arrogante que tenga la osadía de, incluso, ponerle una fecha de expiración a la primera Rebelión Popular de este siglo en Venezuela. O ¿es que les quedan dudas después de haber marchado 61 días que este es un descontento que atraviesa a toda la sociedad venezolana?

Si. Es cierto. La represión ha escalado a niveles de violencia aterradores. Lo sabemos. Pero el miedo no es opción. La parálisis tampoco. Busquemos la forma de no encogernos, de no dejar que nos vuelvan pequeños y conformistas. De alzarnos y encontrar el valor y la osadía en reservas personales que a lo mejor pensábamos que no existían.

Y, bueno, para que conste, esto lo escribo como ciudadana más que como periodista. Sin intentar decirle a nadie qué hacer, pero con la esperanza feroz de que no se cometan los errores de 2014 que tuvieron costos altísimos para cientos de muchachos que tuvieron y siguen teniendo el sueño de un país donde el progreso y los sueños no tengan que, obligatoriamente, vestirse de rojo.