sábado, 17 de mayo de 2014

EXORCISMO


Yo si tengo miedo.

Temo no tener el coraje para estar a la altura de las circunstancias.
Y la pasividad de la gente en las colas.
Y la posibilidad de que se acostumbren a ser tratadas como ciudadanos de tercera.

Temo a los que miran a otro lado. Indiferentes, ajenos.

Y a mi adolescencia eterna que me impide manejarme con prudencia.

Temo cansarme.

Temo a aquellos que creen que saben qué debo pensar, qué necesito, qué música debe gustarme, qué autores estoy supuesta a leer y qué palabras debo pronunciar.
Temo mis palabras, pero temo más a mis silencios.

Temo a los uniformes, los escudos y las botas.
Temo a la tortura.

Pero le temo aún más a la sonrisa cínica de quienes negocian con la sangre que se derrama en mis calles.
Temo a aquellos que se venden por una mísera cuota de poder o por unas monedas.
Y a aquellos que pronuncian la palabra Revolución en vano.
Y a aquellos que desconocen que Venezuela es un nombre sagrado.

Temo las noches.
Pero también las mañanas porque despierto y alguien más ha muerto.

Temo olvidar los nombres de mis muertos. Nuestros muertos.

Temo que el enemigo me venza. Quien quiera que sea.

Temo que la maldad haya penetrado nuestros huesos.
Y la traición.
Y la envidia.
Y el odio ciego y negro.

Temo a esta isla incendiada de odio y de desierto.

Temo que la llama se encienda a tal punto que nos incendiemos todos.
Y que ese fuego terminal aún no arrase con mis miedos.

Temo que nos devoremos todos. Hermano contra hermano.
Y que, al final, alguien oculto cuente sus dividendos.

Pasan cosas bellas, lo sé, en medio de esta guerra nuestra.
Temo perdérmelas y, por eso, voy tras ellas.

Pero lo admito, lo confieso: por momentos, tiemblo.