lunes, 15 de mayo de 2017

Un mapa para la Historia

Quienes me conocen bien saben que no soy persona de andar diciéndole a los demás qué hacer o qué dejar de hacer. Creo que esa es una de las razones por las cuales he sido free lance gran parte de mi carrera, luego de pasar por redacciones de periódicos, revistas, radios y televisión. Me resulta muy restrictiva la visión del periodismo estrictamente desde el medio. Me gusta más la libertad de trabajar para diferentes medios y la posibilidad de siempre avanzar en una agenda propia por vocación.
Bajo esa premisa, quisiera detenerme en varias consideraciones sobre el Periodismo actualmente en Venezuela.
El sólo concepto del reportero ciudadano me producía grima. Durante un buen tiempo me resultó la forma más clara de desprofesionalización de nuestro oficio. Luego vinieron las escuelas de Comunicación Social en universidades bolivarianas cuestionables, en las cuales no se le enseñó a muchachos muy jóvenes que la esencia del Periodismo es hacer contrapeso al Poder. Lo lidere quien lo lidere.
Simultáneamente, se produjo la implosión de una serie de medios de comunicación nacionales para doblegarlos a la autocensura o a la genuflexión. Mientras más brillantes y comprometidos los equipos humanos, más placer encontró la Revolución en fragmentarlos. Hubo que migrar a las plataformas digitales y se produjo la explosión de las redes sociales en el país. Eso ha generado una serie de medios con perfiles propios que generan un periodismo dinámico y de una gran diversidad. Por supuesto que también florecieron los medios pro Revolución y la gigantesca máquina propagandística que se sostiene en la idea de que el país está feliz.
Para llevarnos a la indefensión que, como periodistas y como usuarios de medios, vivimos hoy: mientras más brutal la represión en la calle, más bonita la comiquita o telenovela en la televisión nacional.
Pero, el que sale a la calle, -la mayoría de los venezolanos hoy en día, pues quien se queda en casa no come- sabe que el país no está feliz. Sabe que el pan se está usando como arma de control social y la acción libre del hampa también. Y en el breaking point histórico que nos encontramos, el silencio de los medios nacionales de señal abierta, el bloqueo de medios internacionales, la expulsión sistemática de enviados extranjeros y la dificultad de acceder a la información inmediata y fiable, agravan nuestra indefensión como usuarios y ciudadanos. Es aqui donde el silencio, sumado a la desinformación de laboratorios de guerra sucia, se constituyen en el mecanismo perfecto para aislarte y desarticular la protesta ciudadana.
Sigue sin gustarme la figura del reportero ciudadano -soy vieja guardia, old school- pero creo que hay que hacer una valoración más justa de ella. Cada uno de nosotros se ha convertido en testigo de una historia colectiva que merece ser contada desde los detalles mínimos de dimensión humana hasta los datos puros y duros de la reportería diaria.
A lo que me refiero es a que me parece inoportuno, y hasta contraproducente, plantear que sólo los periodistas -contratados en este momento, además- son los que pueden contar esta historia. Creo que no. Esto es mucho más grande. Y planteárselo en esos términos es desconocer la realidad laboral del gremio en nuestros días. Y creo que si todos, -responsablemente, verificando, triangulando-, armamos las piezas de esta historia, tendremos un mapa completo de lo qué pasó y podremos dejarlo como memoria. Contar todas esas historias de ciudadanos anónimos que vencieron el miedo y se enfrentaron a un Estado que decidió no sólo invisibilizarlos sino exterminarlos.
Y esto aplica también para el Fotoperiodismo. Ver la historia que estamos viviendo sólo a través de los lentes de las agencias de noticias y medios grandes sería un error. Hay mucho pasando al mismo tiempo como para que un puñado de fotógrafos extraordinarios pueda cubrirlo todo.
Así que mi postura es, estemos allí todos para contarlo, para hacer este mapa. Puede que esté equivocada. No digo que no, Pero creo que la Historia se cuenta tan bien desde las cartas íntimas de un soldado como desde las primeras páginas de los diarios.

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