martes, 12 de marzo de 2019

Ëstoy bien

    Leo a mucha gente querida que cuando llama a sus padres, tíos, abuelos desde fuera encuentra la sorprendente respuesta de "Estoy bien. Estamos bien". Es la misma respuesta que yo doy. 

Les doy mi versión, mi interpretación de ese "estoy bien".

Me está costando mucho conectar con mis emociones. Saber qué estoy sintiendo. De hecho, no siento nada. Comfortably numb. Estoy en estado de total alerta y no logro relajarme. Estoy entrenada para operar en ambientes y situaciones hostiles, así que no es tan extraña esa desconexión. Pero, aún así, me hace cuestionarme qué está pasando dentro de mi. Creo que estoy en modo sobreviviente.

Quizás sea eso lo que pasa con sus seres queridos. Todos sabemos que podemos estar mucho peor de lo que estamos justo ahora. Todos sabemos que este es un régimen que no tiene el menor afecto por su gente. Que les estorbamos. Que nos han ido matando de a poco. De mengua. De hambre. De stress. De depresión. De abuso de poder. De represión. De abandono.

     Y quizás ese sea un sentimiento que sobrevive a mi desconexión: el desamparo, la sensación de abandono, el confinamiento. La comprensión exacta de que nos quieren destruidos y, que mientras tanto, la vida sigue en el resto del mundo.

 Y no hablo de la Venezuela regada por el mundo que no termina de ser feliz libremente, siempre pendiente de los que dejaron en casa. Hablo del Mundo. De la gente que ahora mismo está volando parapente, o bañandose en la playa o haciendo el amor. Cosas que no hago en modo survival, en este estado de preguerra.

Y es que este es, de veras, un estado de pre guerra. Así lo percibo. Vienen más persecuciones y viene más represión. Ya fueron anunciadas. Ya el Presidente ilegítimo anunció que activará a sus paramilitares. Y más ataques a la Prensa. Y todo lo que ello implica.

Hay otro color que detecto al fondo de mi cerebro. Un sentimiento entre gris y carmesí: la preocupación por las medicinas de mi mamá y la comida de mis gatos que, ambas, se están acabando. Y la incertidumbre de no saber si habrá cómo resistir esto. Si tendré las reservas espirituales, mentales, económicas y físicas para aguantar el tiempo que dure.

Entonces, luego de esta evaluación breve creo que no, No estamos bien. Sólo que no tenemos otra opción que seguir. No nos vamos a dejar aplastar estando tan cerca de la meta. Estamos vivos, estamos guapeando, quizás sea eso lo que significa ese "estamos bien": todavía tengo la energía para rebelarme.

Eso es lo que siente la persona, la mujer, hija de una madre anciana, madre de gatos y tía de 2 sobrinas que crecen en este caos.. Quizás si le preguntan a la periodista, esa adrenaline junkie que me habita, responda otra cosa.

De luz y de sombras





Se vuelve a ir la luz. Ha durado 17 horas en esta segunda tanda. Ya estamos en el cuarto día de apagón nacional. He tomado la previsión de ir temprano al supermercado de la esquina a gastar los últimos 10 mil bolívares que tenía en la cuenta. Logré comprar huevos y unos bizcochos. Ahora me alegro de esa pequeña victoria. Pude comprar algo. Quién sabe cuánto tiempo más se irá la luz esta vez. 

Desconecto todos los equipos, los bendigo y rezo para que no se dañe ninguno con la inestabilidad del sistema. La potencia de la electricidad era baja desde anoche. Era evidente que el milagro de la luz iba a durar poco. Apenas suficiente para bañarse con agua corriente y tibia y para cocinar algo para los próximos dos días. Y el lujo de tomarse un café aunque sea sin leche. La leche se estropeó.

Y estoy en el grupo de los privilegiados. No tengo dólares en efectivo, es verdad. En una situación de caos nacional hay negocios cobrando en efectivo y en moneda dura. Esa mentalidad miope de la ganancia inmediata. Sin comprender que la solidaridad y la responsabilidad social son el mejor mecanismo de lealtad para una marca o una empresa. Eso sin entrar en el tema ético o moral, en la empatía, en la capacidad de comprender las penurias del otro. 

Ha habido saqueos. Cierto que, en muchos casos, han saqueado licorerías. Y no me cuesta tanto entenderlo. En una sociedad en la cual la gratificación inmediata se combina con la sensación de Fin de Mundo de estos días, yo, quizás, también querría un par de tragos para olvidarme de la banda de saqueadores mayores que ha desangrado al país a ojos vistas de todos y que hoy se dan golpes de pecho, víctimas, mártires y superhéroes jurando que lo hacen todo por el pueblo, que son objeto del enésimo saboteo injerencista en contra de la Revolución más excelsa.

¿Honestamente? NO ME JODAS.

En la radio Penzini Flores y sus expertos lo llaman “primitivismo”. E, incluso, tienen la distancia suficiente para citar la Pirámide de Maslow. Lejos de toda esa academia y sabiduría, puedo entender perfectamente –no justificar- que se saquea por impotencia, por furia, por anarquía. No sólo por hambre.

Y el Presidente ya ilegítimo de toda ilegitimidad sonríe en Miraflores, muy iluminado, y habla de normalidad. Pero en la calle el ambiente se va enrareciendo. Es ya el cuarto día de apagón, casi el quinto y los muertos sobrepasan la centena. La situación en los hospitales es de total censura. Los médicos amordazados no pueden contar las dimensiones de la catástrofe. Y no, no fue un terremoto. No fue un deslave. En eso tenemos experiencia con cicatrices imborrables. Este fue un saqueo al erario público, sistemático, descarado, documentado. Con nombres y apellidos.

Mientras tanto, las comunicaciones caídas generan una ansiedad que se desborda, especialmente, en esa Venezuela emigrada que no sabe cómo están sus ancianos que viven solos y que no contestan el teléfono. Que no duermen pensando si sus padres habrán podido comprar algo de comida. Si los vecinos serán solidarios o no. Afortunadamente, los vecinos han estado a la altura. 

En muchos edificios hay quien cocina arepas con fogata y reparte o sopa o café. Hay quienes comparten lo que tienen sin preocuparse de lo que vendrá. Y eso habla del corazón de esta gente. Esa gente con la que se reconstruirá un país cuando quienes se queden sin Luz sean ellos. Y mira que no me gusta hablar en términos de ellos y nosotros. 

Al final los seres humanos estamos constituidos de luz y oscuridad. Pero es que esa sombra ya nos confrontó lo suficiente como para transmutarla de un manotazo. O de una patada. O a golpes. Y es que “ellos” cada vez son menos. Cada vez están más solos.

Por cierto, las protestas en barrios y zonas populares cada vez son menos “ocultables”. Cada vez más cerca de Miraflores…




lunes, 11 de marzo de 2019

Una de Millenials


“!Llegó el cuatriboleaoooo!”grita un hombre de unos 50 años mientras la gente se arremolina alrededor de las camionetas donde viene Juan Guaido, el Presidente de la Transición que aún no arranca. Encargado, interino, autoproclamado ya son adjetivos que lo sustantivo parece no requerir. Y, sin embargo, lo requiere. 

El primer punto de la hoja de ruta, cese de la usurpación, aún no se ha logrado. Lejos se está todavía del gobierno de Transición y de las elecciones libres. Pero todas esas consideraciones no son las que se respiran en el túnel que conecta a San Pedro con la Avenida Victoria. Allí está el Presidente Millenial y la euforia de la gente que, tras más de 30 horas de apagón e incomunicación de redes sociales o medios de comunicación social de casi cualquier tipo, -exceptuando la radio para los afortunados que tenían baterías-, ha decidido atender la convocatoria.

El sonido no ayuda. Guaido grita con el alto parlante. Montado sobre una camioneta gris plata, se dirige a los cientos de caraqueños que han logrado sortear los piquetes de control de orden público establecidos en el camino con la finalidad de evitar que se produjese este encuentro del líder con la masa. 




“Yo confío en ustedes”dice el joven. “Y nosotros en ti” le gritan desde la multitud. Logro escuchar algunas frases. Le pregunta a la gente si recuerdan que este proceso tiene 3 fases. Le habla de las dificultades de llevarlo a cabo. El romance continúa, el cariño por este millenial irreverente es un activo en ascenso. Sin eufemismos: la gente lo quiere.

Y lo demuestra hoy con creces. Un grupo muy nutrido que se concentró en el CVA de Las Mercedes comienza a caminar hacia la Avenida Victoria alrededor de las 12 del mediodía. Al llegar a nivel de Ciudad Banesco se topan con el primer piquete de la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional Bolivariana. Murciélago, ballenas, antimotines. Hay que improvisar. 

Veo al Diputado Miguel Pizarro en una moto. A Pizarro le ha llovido durísimo en redes por algunas afirmaciones pro/izquierda. Y es que los ánimos en el país no están como para confusiones o devaneos ideológicos. Pero es innegable que este muchacho de lentes viejos y sucios se ha curtido en la lucha de estos últimos años. Los del madurismo que no es más que el chavismo sin chequera. Y es valiente. Organiza la vanguardia de la protesta y negocia con el piquete de orden público. Un poco más alterado llega el Diputado José Guerra quien le da la orden a un asistente de marcar un número telefónico. Se viven momentos de tensión pues, como dice alguien: ¨El primer loquito que se alborote, pagamos todos”.


Y luego de tres días sin bañarte con agua corriente, sin acceso a telefonía móvil ni redes sociales, sin casi alimentos, sin efectivo y con negocios abiertamente dolarizados, digamos que la locura y la ansiedad están allí latentes en cada uno de estos cuerpos. 

Estamos todos comprimidos en una pendiente que no tiene vías de escape. Si la orden fuese emboscar, estaríamos fritos. Algunos se sientan, muchos cantan, otros hablan con la GNB que tras sus escudos y cascos ponen su mejor cara de póker. Otros rezan. 




Luego de unos 20 minutos, logramos avanzar. Cien metros. Hay un segundo piquete  con el que se abre una segunda negociación. “Si se puede, si se puede, si se puede” suena con estruendo. Logramos volver a avanzar. Esta vez la multitud se desordena y se acelera. No están dispuestos a tolerar la necesidad de una tercera negociación, otros cien metros. Caminan aceleradamente por una calle alterna y logran escabullirse mientras la policía se reagrupa cerca del Tropezón, la emblemática arepera. 




“¿Quienes somos? VENEZUELA! ¿Qué queremos? LIBERTAD!¨. Ya vamos subiendo por la calle de la Librería Técnica Vega en dirección a la Iglesia San Pedro. La gente recupera la alegría y canta. Ha sido un pulso duro. Aunque nunca hubo verdadera vocación de represión. Quizás esa era la orden. Intimidar pero no actuar. Pero ya sabemos cuánto gas puede representar la mera orden de intimidar.

Al llegar a la Iglesia, una muchacha triunfante suspira: “Llegamos! Ya estamos en la Avenida Victoria. Pensé que no íbamos a llegar!” Y es que, por momentos, parecía que no llegaríamos. Luego de la detención en la madrugada de los choferes y el desmontaje parecía que tampoco Guaido llegaría. 

Si a eso se le suman las más de 30 horas de apagón, la imposibilidad de informarse con precisión y de buena fuente y la dificultad para comprar -casi nadie tiene efectivo ni estaba preparado para el colapso del Guri-, la convocatoria ha sido un éxito total. Algunos, pocos en realidad, se van decepcionados, son los que ya no tienen el aguante para esperar y piden intervención humanitaria ya. Son los que dicen “no vamos bien un coño!” Pero para la mayoría este proceso se va construyendo a base de pequeñas victorias, de irreverencia, de apelar a la astucia de Tío Conejo. y a la convicción de que ya no cabe la opción de rendirse.

Deshidratados, caminamos de regreso hacia Las Mercedes. A un lado de la Universidad Bolivariana, -antiguo Lagoven-, está el piquete de la Policía Nacional Bolivariana con ballenas y murciélago. La gente los aplaude en su mayoría. Tratan de endulzarlos. Unos pocos los increpan. Su talante no es muy de cambiar de bando. Al menos, el de ese grupo.

Cerca de la Beethoven, en los bajos de un edificio, tres personas han bajado con un botellón de agua para asistir a quienes retornan de la concentración. Esa es la Venezuela que se sueña. La que se quiere construir. La del que aporta y se solidariza desde sus posibilidades y talentos. La del que da su palabra y la cumple. La del que establece una relación de confianza con el otro. La del ciudadano con ética y de buena fe. Habrá mucho que trabajar, claro. Reconstruir un tejido social carcomido por el clientelismo y la violencia no será tarea de dos días. Pero es urgente comenzar.

“Cuidemos la esperanza” reza una pancarta en rosa neón. Guaido encarna esa esperanza. Algunos sienten temor por la tendencia al mesianismo de una ciudadanía golpeada tras 20 años de atropello. Y quizás haya algo de eso. Es innegable que Guaido recibe tratamiento de rockstar como en los mejores momentos de Axl Rose o Mick Jagger. Hay gritos, hay pasión, hay ¨te amamos¨y hay bendiciones de ancianas y monjas. Si, pero este menor que se protege como cualquier chamo de la Resistencia con un rosario alrededor de la muñeca izquierda, es la esperanza de todos. Los que están afuera, angustiados. Los que estamos adentro, irreductibles. 

Y, sin duda, se han aprendido algunas cosas: no dar cheques en blanco, por ejemplo. Cuestionar, pedir rendición de cuentas, confrontar al funcionario público. Y responsanbilizarse por tu área de influencia y de acción.  Aún queda mucho trecho para poder desterrar algunos antivalores muy arraigados como el de “mientras yo esté bien, no me preocupo” o el de “pónganme donde haiga¨. Hay trabajo por hacer.

Pero, si, parece que vamos bien y eso lo mido por el tamaño de la reacción. Lanzarse un blackout de casi 3 días, con los costes políticos que implica, responde al tamaño de una amenaza que nadie se esperaba.




Llego a Las Mercedes y hay un incendio. Resulta que cerca de 150 personas quedaron atrapadas en este punto y no pudieron llegar a la Avenida Victoria. Hubo barricadas y cauchos aún ardiendo, pero no represión. Muchos no sabían que un grupo grande llegó a la Avenida Victoria. Muchos no sabían que Guaidó también llegó. Ese es el nivel de la oscuridad de estos días en Venezuela. 

Para el régimen el switche lo pasó Marco Rubio por órdenes de Trump. Fue un ataque contra el Guri. Para quien ha estado prestando atención la razón es muy sencilla: corrupción y un desastre que ha sido aprovechado con astucia por la cúpula chavista que ha militarizado gran parte del país. Principalmente, las zonas populares a partir de las seis de la tarde.  Y es que el fantasma de ‘el día que bajen los cerros” sigue allí. El costo del apagón puede ser un boomerang que se salga de control. Ya ha habido protestas y represión nocturna en El Guarataro, La Pastora, Las Mayas y Petare, sólo por nombrar las que he podido confirmar.

La contínua propaganda, la imposibilidad de acceder a información libre, técnica y precisa y la persistente actitud de víctimas y mártires de los cada vez más indisimulablemente obesos líderes de la Revolución han agotado a una mayoría que esta noche se acostará, -muy probablemente a oscuras-, pero cobijando una esperanza frágil, vulnerable, preciosa como un tesoro raro. Uno que ha reactivado la insumisión y rebeldía de esta nación hoy regada por el mundo y que se llama Venezuela.





domingo, 3 de febrero de 2019

El día en que el gas se acabó...


I.
No hubo gas. Ni represión. Ni detenciones. Nadie fue perseguido, violentado, amenazado por disentir, por protestar. El Foro Penal, esa ong imprescindible, heroica, fundamental, lo expresó en un tuit escueto, sin aspavientos.

Tienen idea de lo que eso significa? De lo trascendente y sintomático de ese cambio?

Pienso en la Ley de Amnistía. En la cantidad de pancartas dirigidas a la FANB que desfilaron ayer por Caracas, por el país entero.

Yo, la escéptica, la curtida, la que ya no cree en nadie, creo.

II.

Nunca vi una sonrisa igual, una alegría así. Su felicidad brotaba de cada célula de su cuerpo. Le pregunté: "usted cree que esta vez si? Sus ojos brillaron: Si va! Está seguro? insistí buscando algún resquicio de duda. Si. Si va! y su pequeno y famélico cuerpo moreno se sacudió con un corrientazo de esa alegría colectiva que estremeció al país este 2 de febrero. Se fue empujando su carrito de helados por la principal de Las Mercedes.

Resulta que la alegría estaba allí agazapada. Oculta tras ese manto gris de tristeza, apatía y desamparo con el que nos cubrió la Revolución. Especialmente en estos últimos a;os. Los terribles y trágicos a;os de Nicolás Maduro. El legado.

Pero es que si cuando luchábamos con rabia, con una rebeldía sorda, con una furia te;ida de dolor e impotencia, sonreíamos para las fotos. Y nadie comprendía como podíamos protestar bailando, imagínense ahora, que la alegría, la esperanza nos tomó por asalto.

"Queremos guisky. Queremos ron. Que no se meta con la cerveza ese guevón" gritaba un grupo que bailaba por la Francisco de Miranda. Venían de La Urbina. Ese era el tono. Ese el estado de ánimo del país. Enganchado, aferrado a esta última posibilidad como aferrado está el tirano y su élite al poder.

Aún no hay cese de usurpación. Y eso me inquietaba, me inquieta profundamente pero ahora si: I'm a believer. Esta vez, si.

III.

No sé si hemos aprendido o estos a;os pasarán como una pesadilla oscura, tenebrosa. Espero que si. Que los muchachos, los ni;os, los adultos que entregaron sus vidas tras un escudo de cartón o por falta de dialisis o alimentos se enorgullezcan de nosotros allá donde se encuentren. Pienso en Bassil yendo a su primera manifestación o en Neomar con su sabiduría adolescente o en Geraldine en el porche de su casa o en Diego Arellano sonriéndole a Dios. Pienso en los presos políticos que no comenzaron con la tiranía de Maduro porque allí está Iván Simonovis y los agentes de Polichacao para atestiguarlo. La persecución comenzó antes. Mucho antes. Desde el principio. Cuando asesinaron cantidad de dirigentes campesinos y sindicales. Cuando la Revolución justificaba todo. Pienso en los estudiantes que fueron objeto de violencia sexual y pienso en todos nosotros que hemos padecido durante a;os la violencia verbal, política y económica más persistente y tenaz de nuestra Historia reciente.

Durante estos a;os áridos, terribles se cerraron los pocos medios de comunicación social independientes que quedaban. Se llevó la censura a extremos inimaginables. Se persiguió, detuvo y acorraló a periodistas.Pero no fue, ni de lejos, el único gremio maltratado. Si no que lo cuenten los médicos, los profesores, los abogados, los enfermeros.

Durante estos a;os áridos, terribles fueron los primos, los amigos quienes tomaron en sus manos la responsabilidad de cuidar de sus afectos. Enviaron cajas con alimentos y medicinas, enviaron remesas, llamaron, cuidaron, nutrieron. Esa Venezuela portátil, itinerante, de corazón enorme y generoso cuidó desde lejos a su cuna y a su gente. Como no sentirse eternamente agradecidos por eso? Seguirán haciendo falta. Todavía esto no está listo. Pero les digo algo: Los que quieran, tengan la certeza, podrán volver.

IV.

Juan Guaidó es un rockstar. Euforia, alegría, entusiasmo. Ayer estaba ronco. El mar de gente era tal que cuando llego cerca de la tarima le quedan apenas 7 minutos de discurso: "el momento es ahora. Si se puede". Y la gente jura. Parece que a Guaidó le gustan los juramentos. Le bajo dos a mi siempre crítica postura y veo los rostros de la gente: felices, esperanzados, convencidos.

Al cierre suena el Himno de la Alegría. Los asesores del Presidente encargado han comprendido muy bien la necesidad de la gente de volver a ser felices, de escapar de esta miseria impuesta por un régimen destructor que ha devastado al país y que parecía haber arrasado con el espíritu de la gente.

La gente, los sobrevivientes, hemos resultado más fuertes. Nuestro espíritu indomable, irreverente, caribe ha sobrevivido a este campo de concentración revolucionario en el que se nos privó de alimentos, medicinas, libros, arte, felicidad. Hemos podido más y la alegría de ayer lo demuestra.

Falta mucho.

Todavía no hay cese de usurpación.

Pero ahora, cada vez más 'entregadamente' I'm a believer.

viernes, 25 de enero de 2019

Las otras historias


#Notassueltasdealguienqueamapatearlacalle

"Vengo de Oriente. De Cariaco. Allá no hay nada. La gente se está muriendo de hambre. La gente sólo come pescado y yuca. Y los ninos, fororo solo' me cuenta el vendedor de cilantro a quien vi a las 11 am en Plaza Venezuela y que a las 4 de la tarde aún camina por Chacao con sus ramitas ya mustias en la mano. Es jóven, 32 anos. Quiere cambio. No vio la juramentación de Guaidó ni sabía que Nicolas Maduro había roto relaciones con USA.

"Estoy ocupada, estoy ocupada" casi gritó la senora que sentada cosía un conejito de peluche en una de las aceras de Catia. No hizo contacto visual. No soltó la aguja. Su marido, el senor con las piernas llagadas, preguntó con desgano> qué quiere? Contesté yo aún sabiendo que era tiempo perdido 'Hablar con ustedes". El hombre, severo, arisco, tampoco hizo contacto visual ni pronunció más palabra. La mujer, casi una anciana prematura, insistió: 'estoy ocupada, estoy ocupada' Me sentí succionada por el agujero de Alicia en el País de las Pesadillas..

Le cosían un zapato de goma. Estaba allí sentado en plena avenida, sólo en medias, conversando con el zapatero remendón. Ojos miel y sonrisa desalineada y rebelde. Sacó el escudo mayor: 'Yo no creo en política. Sólo creo en Dios". Ante la insistencia bajó la guardia, conversó. "Pero nada de entrevistas'

El mototaxista de Chacao. Ese de la esquina del Supermercado Luz tenía alborotados y embelesados a sus colegas. Se reían, argumentaban. Me acerqué. Sus companeros dijeron que él era chavista. Que si quería entrevistar a alguien, él era el hombre. Pero el hombre se cerró> "Yo soy apolítico. Ahora no soy ni de uno ni de otro'Y eso por qué? De qué depende? 'De la plata" Ah, entiendo...

Plaza Altamira está semivacía. No hay disturbios, ni manifestación, ni gas como me habían dicho. Sólo hay un pequeno grupo de jóvenes que se alistan, impacientes, para 'dar la cara por la gente'. Indefectiblemente su energía me atrae. Tienen de 15 a 23 anos. Aseguran estar en las calles desde el 2014. Las muchachas son casi las primeras en hablar. Tienen un discurso articulado y guerrero. Y entre ellos se respetan. Sin importar si eres 'cachorro' o si eres mujer u hombre. El muchacho alto, con franela rosada tapándole la cara, desborda carisma. Me conmueven. Hablan de sus padres 'jodiéndose con 3 y 4 trabajos". Hablan de la necesidad de 'que la gente se alce', hablan de que les 'están robando su futuro y a los ninós, su ninez y a los viejos, sus familias'y yo tengo que irme para evitar adoptarlos a todos y pasar de periodista a madre, a psicóloga aficionada, a senora que llora sin poder evitarlo.

Me alejo rezando por ellos.

Las otras historias. Las pequenas. Las mínimas. Las que me gusta contar.

Un azul y agradable calor


     Un país que no se doblega. Una gente indomable. Terca. Persistente. Una gente que pasó Navidad de 2018 replegada, apagada, renuente a la felicidad impuesta con lucecitas desde Miraflores. Agobiada por una hiperinflación que devasta cualquier presupuesto. Esa es la gente que en enero de 2019 encuentra un rumbo, una alegría, una esperanza renovada. Parece que estábamos agazapados sólo esperando la senal para volver a demostrar de qué estamos hechos.

Es cierto: Venezuela está devastada. La miseria se sienta en las aceras a vender lo que otro, más afortunado, consideró basura. Botas de gamuza gastadas y rotas, munecas con el cabello hirsuto, peluches remendados, vestidos de gala que estaban de moda en los 90s, mezclados con opacos y oxidados repuestos de bano y toda suerte de objetos que no me atrevo a intentar identificar. Muchachas muy jóvenes, casi ninas, se ofrecen al mejor postor y los más vulnerables han sido amputados por falta de medicamentos. El metro es un infierno de sudor, desaseo e historias de desespero y enfermedad. Cada vendedor ambulante, hombres jóvenes en su mayoría, tiene una historia diaria de supervivencia. Uno tiene a su novia "prenada" y no sabe nada de ninos. Otra, más feroz, habla de lo difícil que es para una mujer una colostomia y pide ayuda, algo , lo que sea para poder comer.

Son esos, los más vulnerables.Los que huelen mal y tienen llagas sangrantes en las piernas, los que no se han enterado de la juramentación de Juan Guaido. No tienen televisor. Viven en las calles. Pero si tuvieran, tampoco tendrían acceso a televisión abierta e independiente. Conatel, Comisión Nacional de Telecomunicaciones ó algo así está muy activa'estos días. La censura es extrema. El blackout informativo sin precedentes. Mientras tanto, el bombardeo informativo por Venezolana de Televisión es inmisericorde> caras uniformadas que apoyan a Nicolas Maduro irrestrictamente. Que acusan a la oposición de establecer 'un gobierno paralelo'. Si. Irónico, descarado. El mismo gobierno, la misma Revolución que desde sus inicios se dedicó a establecer sindicatos paralelos, alcaldías paralelas y ministerios paralelos, acusa a la oposición de emplear sus tácticas.

Pero no. Para los que todavía no lo comprenden: el 23 de enero se produjo el cabildo más contundente de la Historia de Venezuela. Ya hubiera deseado Madariaga esa masividad. Hay quien incluso dice que ni siquiera Hugo Chávez logró convocar tanta gente. Yo no lo sé. Lo que si sé es que la gente, esa enorme y diversa masa de gente, terca, indomable, persistente, proclamó a Juan Guaidó como Presidente Interino de Venezuela. No fue un acto solitario de un loquito ebrio en una plaza vacía. El ágora estaba a reventar. Como si Freddy Mercury hubiera resucitado y estuviera en concierto en Caracas junto a Metallica y Guns n Roses.

Y, en medio de todos estos eventos, dada la desinformación, dada la psicosis por lo básico, lo urgente, por la supervivencia, las calles están llenas de venezolanos que aparentan normalidad. Las protestas ahora son nocturnas. En los barrios. El perrocalentero cuenta que el Faes y el grupo antiterrorismo subió a la zona 7 de Petare y se voló a 6 en una sola noche. Habla de ajusticiamientos. La muchacha del banco cuenta que en Capuchinos saquearon la Panaderia San Juan de Milano, arrasaron con el Banco de Venezuela, pero que donde se dieron gusto fue en Prolicor. Saqueos y plomo. Y Catia amanece serena cuando la camino, todos los vendedores de alimentos en sus puntos de venta. Los colectivos, y que discretos, apostados en las esquinas vigilan muy de cerca a la gente que teme dar su opinión si te identificas como periodista.

Como explicar la emoción de ver a los jóvenes bajar del cerro en Catia? Esa combinación de susto con incredulidad con angustia casi materna con 'çono, por fin!' y 'mejor no me emociono'. El Observatorio de Conflictividad Social y Provea contabilizan 26 muertes confirmadas. Pero no son muertes casuales, son asesinatos. Todas esas personas fueron asesinadas con armas de fuego. Ajusticiadas por FAES y grupos parapoliciales y paramilitares de vieja data en la Revolución. Grupos de exterminio. Por las historias que cuenta la gente, 26 parece un número tímido, inexacto. Esa misma ong senala que en 2018, un ano sin 'guarimbas',término que no acuno ni me gusta para nada, hubo 12 mil protestas por temas sociales. Leáse: agua, medicinas, salud, gas.

Enero da un giro y las protestas son por derechos políticos y civiles. Sumadas a las sociales y económicas, por supuesto.

No estábamos dormidos, ni resignados. Nunca lo estuvimos. Estábamos latentes.

Es cierto: Esto es diferente. Completamente diferente.

Y lo sabemos.