domingo, 16 de abril de 2017

Dermis y epidermis

               Hace algunos años comenzó a preocuparme una arruga.(Si, una, qué cuchi) Realmente me fastidiaba. Me ponía hielo, la estiraba, le hablaba, trataba de persuadirla para que regresase al lugar de donde vino -¿alguien sabe de dónde vienen las arrugas?-. Incluso, si, tuve la osadía de inyectarla y adormecerla por unos meses. 

      Si, lo hice. 

    No se me deformó la cara ni me transformé en otra persona. Escondí mi arruga y fui feliz.

     Ahora aquel tiempo parece tan lejano. 
     Y tan naif. 

    Ahora son dos. Las del ceño. Resulta que, tras 3 años de severa crisis en el país, mi arruga inicial consiguió una amiga que la acompaña a todas partes. No se separan nunca y pocas veces descansan. Y, por si fuera poco, tienen más amigas:   las de la risa, las de la preocupación y las de cuando entrecierro los ojos para ver mejor.

     O sea, ahora si que me tienen rodeada. Y ellas son más.

    Pero, ¿saben qué? Ahora no me importa. No es que me encante. Tampoco es que he perdido el juicio. Pero, la verdad, creo que sería casi criminal que, con todo lo que sé a estas alturas, anduviese con cara de bebé por la vida. Algo tiene que notarse que lloré muchas noches porque me sentí sola. A leguas tiene que verse que me he reído a carcajadas por años. Alguna evidencia debe quedar de que he vivido lo más intensamente que he podido. Que he bailado, que he viajado, que he soñado y que me he frustrado por no lograr la mitad de las cosas que soñé.

     Porque es un hecho, en la vida nadie te da garantías de nada. Tú puedes soñar todo lo grande que quieras, pero la vida, como una ola juguetona o perversa, te va a dar un revolcón a ver qué tan bueno eres tragando agua o arena. Y está bien. Eso es estar vivo. 

     En este punto, me parece inútil pensar en lo que perdí, en lo que no logré, en los que no se quedaron, en las veces que no gané o en la Ley de Gravedad. Prefiero pensar en todo lo que he ganado con el tiempo. Sé que ahora me paro mucho más segura en mis pies y que la apuesta es siempre conmigo misma. Y me encanta el desparpajo que te dan los años y el desenfado de ir por la vida siendo simplemente como soy. Sin traicionarme. Siendo bicho raro con total impunidad. Y ¿qué?

    Y como mi curiosidad es inagotable, estoy segura que me esperan decenas de retos por delante. Los espero entusiasmada. 

   Y, si, también vendrán más arrugas. Las espero pues serán testimonio de que gocé al máximo mi paso por este planeta.

     So, bring it on. 
     

      

     

2 comentarios:

Unknown dijo...

Escribes como los dioses. Estoy orgulloso de ti, feliz de leerte e identificado con ese aplomo de una madurez bien asumida y mejor llevada. De paso, también te quiero. Beso enorme.

Euridice Ledezma dijo...

Y yo de ti, mi corazón. Cuando nos vemos? Cuando pase el temblor? Mua!