¿De qué están hechos los recuerdos?
Anoche me asaltó esa interrogante. Qué sustancia contiene en mi memoria todos aquellos recortes de chocolates savoy que mi mamá portaba al carro para delicia de mi hermano y yo? De qué está hecha aquella tarde en un parque de Santa Paula cuando mi primer amor no alcanzaba a comprender lo sola que me sentía? Qué continúa sosteniendo en mi mente aquellas tardes de pesca con mi tío Rafa y mi mamá en las que yo simplemente observaba a los cangrejos perderse entre las piedras?
Me gustaría saberlo. Hay días en las cuales el equilibrio bioquímico de cualquiera que sea esa sustancia se me altera y olvido todo de golpe. Otros, es más bien lo contrario, entonces comienzo a recordar cosas insólitas. Recuerdos nuevecitos que, por nuevos, me parecieran ser ajenos, totalmente de otra persona. Y muchas otras veces, casi me gustaría comprar uno que otro recuerdo usado. Son esas tardes en las que ninguno de mis recuerdos me satisface, en las que pareciera que todo lo que hecho, vivido o pensado ha sido en vano, ha sido futil o inútil.
Hoy, sin embargo, no necesito ir a esa suerte de mercado de los recuerdos porque hoy, por ejemplo, me acuerdo de la primera vez que vi a Plácido Garrido en la 104,5 FM. Con su bigote legendario y sus pequeñisimos ojos azules me miró con cierta displicencia. Nos caímos bien de inmediato. Fue asi como, entre avances y noticieros, llegamos a la conclusión de que seríamos amigos. Es curiosos como se archivan los recuerdos en la memoria de cada quien. Para algunas personas basta con una palabra: Plácido = "ácido". Su aire socarrón y su fingida indiferencia se traducían para mi en "ácido". Y así, aprovechando su agudeza e ironía y mi tiempo libre entre noticias, comenzamos a sistematizar su "acido" de las mañanas. recuerdo, además, sus 27 experiencias psicodélicas y su rechazo a lo no estructurado. Si, curiosamente, al Plácido que conocí no le gustaban demasiado las sorpresas. Aún así, tenía una irreverencia innata que le hacía reirse a placer de cuánta locura se me ocurría escribirle para sus microavances matutinos. Salía de la cabina con los ojos brillantes y con una sonrisa malévola apenas contenida.
Y aquel recuerdo abre la puerta a una avalancha de tantos otros contenidos no bajo la palabra "ácido" sino bajo la categoría "la radio", porque para mi la 104,5 FM seguirá siempre siendo "la radio" a pesar de que he trabajado en muchas otras. En aquel submarino se quedaron Joffre Maestracci, el Chino Gamboa, Eli Bravo, Unai Amenabar, María Isabel Párraga, María Belén Hernández, Porfirio Torres y muchos más y un montón de trasnochos por la guerra en el Golfo, tras la invasión de Kuwait, y un montón de viernes montando Enclave con Julio Mota. Vaya si hay sustancia en ese submarino!
Lo raro es que no los tengo agrupados bajo "submarino" sino bajo "la radio". ¿Por qué será?
De verdad me gustaría saber que sustancia contiene esos recuerdos intactos en mi memoria. Tan indemnes a los efectos del tiempo que no puedo evitar sonreir cuando se destapan.
Y, paradójicamente, hay noches, fiestas, personas, situaciones que no recuerdo en absoluto. Afortunadamente tengo una suerte de memoria extendida en mis mejores amigos que, casi invariablemente, me preguntan con tono casi desesperado: ¿pero de verdad no te acuerdas? No, no me acuerdo. Será que tengo aquella sustancia mal repartida.
Hay recuerdos que se desencadenan con canciones, otros con olores, otros simplemente me asaltan al secuchar una voz o al mirar al horizonte. No se que los contiene ni de que están hechos. Sólo sé que para mi los recuerdos son una prueba irrefutable de lo relativos que pueden ser el tiempo, la distancia y la muerte, pues aún recuerdo a Luis Alfredo y sus fabulosas tortas que vendíamos en el Mercado de los Corotos del Autocine de Los Naranjos. Esas que invariablemente salvaban la patria a la hora de las cuentas. Lo recuerdo como si fuese ayer y él también se fue hace ya demasiado tiempo.
Por supuesto que también tengo mi cuota de malos recuerdos. Sin duda. Esos no quiero borrarlos, pero hablaremos de ellos otro día. Quién sabe, a lo mejor están hechos de una sustancia diferente de los que me hacen sonreir o conmoverme...
Pienso, sin duda, que lo que hace única a una persona es su manera de percibir sus experiencias y su entorno y la traducción que hacia afuera hace de ello. El album de recuerdos que cada quien hace de su tránsito por la vida es una prueba de ello.
1 comentario:
Esta reflexion esta bellisima. Un beso.
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