jueves, 7 de diciembre de 2017

El oficio de poner alas y hacer milagros

A Kaya.
Y a Miguel Delgado, 
Angela Gonzalez, 
Niletta Stelluti y 
Lolymar Avila 
Unidad Móvil Veterinaria Salud Chacao.




     Veo tu foto con frecuencia. Y siento el peso de tu cuerpo en la cama. Y tu calor. Y el intoxicante olor del collar antipulgas. Y me encojo un poco para dejarte espacio. Para que duermas tranquila. Y, entonces, cuando ya estoy a punto de voltearme y extender el brazo para acariciarte, lo recuerdo: ya no estás conmigo. En ese instante, te echo de menos como a nadie.

     Tú fuiste la presencia más estable por 17 años. ¿Quién lo hubiera sospechado aquella noche que gritabas a todo pulmón en la 10a transversal de Altamira? A veces creo que me llamabas. Detuve el carro y te encontré allí en un patio cualquiera. No sé si te secuestré o te robé. Aunque no había nadie cerca. Estabas sola y gritabas.

     Desde ese día las órdenes las diste tú. Aunque no lo noté hasta muchísimo tiempo después. Destruiste todos los muebles, le diste un zarpazo a Skipper y le lesionaste la cornea, me dejaste un par de cicatrices cuando traté de separarte en una pelea y te robaste el pan y las tortas de la mesa cada vez que quisiste. Sólo te faltó abrir la nevera y no estoy tan segura de que no lo hayas hecho.

     Todas las veces que mi corazón estuvo roto por algún divorcio, decepción o frustración te sentaste en mi regazo a ronronear, a curarme. Tu mal genio y dulzura eran como un Dr Jekill y Mr Hyde peludo.

    Los últimos meses fueron duros. Durísimos. Tomaste distancia. No volviste a mi cama. Te estabas preparando para irte. Dormías en la sala, en la mesa de la cocina, en el baño. Donde te daba la gana. Pero no volviste a mi cama y me preocupé mucho. Lo supe.

     Traté de engañarme a mi misma pensando que sólo estabas molesta conmigo. Después de todo, llevabas ya 3 años brava. Desde aquel día de julio en el que se me ocurrió traer a a Oreo a casa. La odiaste con furia. Y a mi. Alta traición. Y fue tanta la furia que enfermaste de hemobartonella. De pura rabia. Pero logré retenerte. No pudiste irte. Obligada, pero te aliviaste.

     Pero este año el gas lacrimógeno diario, el cansancio, la rabia pudieron más que tú.

     Y te llevé a Salud Chacao. Y te trataron con amor. De inmediato supieron que eras de armas tomar. Y todos creímos que te salvabas. Y tuviste un día de saltos y alegría y alboroto. Un día. Y luego el abismo. La barrena. Y supe, a ciencia cierta, que te ibas. Que tenía que buscar ayuda. Y allí estaban Angela, Niletta, Lolymar, Miguel -como siempre- para rescatar y apoyar en la emergencia. Con cariño, con dedicación. Miguel preguntó discretamente:"¿quieres pensarlo? Lo siguiente es que entre en shock". "No. No hay nada que pensar. Hagamoslo" respondí.

     Y allí estuvimos, en ese pequeño camión -la Unidad Veterinaria Móvil que trabaja a fuerza de mística y compromiso con su comunidad-  Angela y Niletta me distraían. Conversamos sobre cualquier cosa mientras inyectaban a Kaya. En algún nivel sé que se preguntaban: "¿ella no se va a ir?" Y no. Yo no podía irme. Dejar sola a Kaya no era una opción.

     Y luego, cando Kaya se durmió me asaltó la duda: "¿se volverá a despertar?¿qué hago si se despierta?" Se rieron. "No. No va a despertar". Entonces Miguel la tomó con delicadeza y la envolvió. Sobrio, respetuoso. Lo ayudé. No entendía por qué me miraba con desconcierto. Luego supe que era la primera persona que había acompañado todo el proceso de eutanasia de su mascota. La primera en 15 años de existencia de la Unidad. Pero no fue por valiente, quizás fue por lealtad.

Y cuando todo pasó, cuando supe que estos médicos -que siento como amigos desde hace años-, le habían regalado alas a Kaya -si, como Red Bull- cargué el pequeñisimo cuerpo aún tibio de mi gata. Y con el corazón suspendido, casi sin aliento y sin pisar muy bien tierra, los abracé y me la llevé.

(Luego tardé una semana en enterrarla en el Avila. Pero ese serial-killer-mode de guardar un cadaver en el freezer se los cuento otro día).

     No había podido escribir antes. Procesar las pérdidas me lleva mucho tiempo. Kaya se fue el 18 de mayo y sólo quería decir: Gracias Kayaluna por haberme gritado aquella noche del 2000. Y gracias Miguel, Angela, Niletta y Loly por haberme sostenido en uno de las despedidas más dificiles de mi vida.

     Sé que no soy la única que le debe tanto a la Unidad Móvil Veterinaria de Salud Chacao. Sé que somos miles de vecinos los que hemos encontrado cariño y cuidado para nuestros animales allí, en esos pocos metros cuadrados. Cuando pienso en un servicio público que es casi un milagro, pienso en ese camioncito y sus doctores generosos, cálidos, comprometidos con su comunidad. 

     Y pienso en Kaya, con sus alas nuevas y su mal genio, sometiendo a quien se deje en el Cielo de gatos. 

     Así que eso, sólo quería decir GRACIAS. Porque en un ambiente tan árido y rudo como el que vivimos, todos ustedes son una certeza y un apoyo invaluable.Un verdadero milagro.

1 comentario:

Luis Gomez dijo...

Que dolor, que placer y que belleza leerte. Un besote.