“!Llegó el cuatriboleaoooo!”grita un hombre de unos
50 años mientras la gente se arremolina alrededor de las camionetas donde viene
Juan Guaido, el Presidente de la Transición que aún no arranca. Encargado, interino,
autoproclamado ya son adjetivos que lo sustantivo parece no requerir. Y, sin
embargo, lo requiere.
El primer punto de la hoja de ruta, cese de la
usurpación, aún no se ha logrado. Lejos se está todavía del gobierno de
Transición y de las elecciones libres. Pero todas esas consideraciones no son
las que se respiran en el túnel que conecta a San Pedro con la Avenida
Victoria. Allí está el Presidente Millenial y la euforia de la gente
que, tras más de 30 horas de apagón e incomunicación de redes sociales o medios
de comunicación social de casi cualquier tipo, -exceptuando la radio para los
afortunados que tenían baterías-, ha decidido atender la convocatoria.
El sonido no ayuda. Guaido grita con el alto
parlante. Montado sobre una camioneta gris plata, se dirige a
los cientos de caraqueños que han logrado sortear los piquetes de control de
orden público establecidos en el camino con la finalidad de evitar que se
produjese este encuentro del líder con la masa.
“Yo confío en ustedes”dice el
joven. “Y nosotros en ti” le gritan desde la multitud. Logro escuchar algunas
frases. Le pregunta a la gente si recuerdan que este proceso tiene 3 fases. Le
habla de las dificultades de llevarlo a cabo. El romance continúa, el cariño
por este millenial irreverente es un activo en ascenso. Sin eufemismos: la
gente lo quiere.
Y lo demuestra hoy con creces. Un grupo muy nutrido
que se concentró en el CVA de Las Mercedes comienza a caminar hacia la Avenida
Victoria alrededor de las 12 del mediodía. Al llegar a nivel de Ciudad Banesco
se topan con el primer piquete de la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía
Nacional Bolivariana. Murciélago, ballenas, antimotines. Hay que improvisar.
Veo al Diputado Miguel Pizarro en una moto. A Pizarro le ha llovido durísimo en redes por algunas afirmaciones
pro/izquierda. Y es que los ánimos en el país no están como para confusiones o
devaneos ideológicos. Pero es innegable que este muchacho de lentes viejos y sucios se
ha curtido en la lucha de estos últimos años. Los del madurismo que no es más que el chavismo sin chequera. Y es valiente. Organiza la
vanguardia de la protesta y negocia con el piquete de orden público. Un poco
más alterado llega el Diputado José Guerra quien le da la orden a un asistente
de marcar un número telefónico. Se viven momentos de tensión pues, como dice
alguien: ¨El primer loquito que se alborote, pagamos todos”.
Y luego de tres días sin bañarte con agua corriente, sin acceso a telefonía móvil ni redes sociales, sin casi alimentos, sin efectivo y con negocios abiertamente dolarizados, digamos que la locura y la ansiedad están allí latentes en cada uno de estos cuerpos.
Estamos todos comprimidos en una pendiente que no tiene vías de escape. Si la
orden fuese emboscar, estaríamos fritos. Algunos se sientan, muchos cantan,
otros hablan con la GNB que tras sus escudos y cascos ponen su mejor cara de póker. Otros rezan.
Luego de unos 20 minutos, logramos avanzar. Cien metros. Hay un segundo
piquete con el que se abre una segunda
negociación. “Si se puede, si se puede, si se puede” suena con estruendo.
Logramos volver a avanzar. Esta vez la multitud se desordena y se acelera. No
están dispuestos a tolerar la necesidad de una tercera negociación, otros cien
metros. Caminan aceleradamente por una calle alterna y logran escabullirse
mientras la policía se reagrupa cerca del Tropezón, la emblemática arepera.
“¿Quienes somos? VENEZUELA! ¿Qué queremos? LIBERTAD!¨. Ya vamos subiendo por la
calle de la Librería Técnica Vega en dirección a la Iglesia San Pedro. La gente
recupera la alegría y canta. Ha sido un pulso duro. Aunque nunca hubo
verdadera vocación de represión. Quizás esa era la orden. Intimidar pero no
actuar. Pero ya sabemos cuánto gas puede representar la mera orden de intimidar.
Al llegar a la Iglesia, una muchacha triunfante
suspira: “Llegamos! Ya estamos en la Avenida Victoria. Pensé que no íbamos a
llegar!” Y es que, por momentos, parecía que no llegaríamos. Luego de la
detención en la madrugada de los choferes y el desmontaje parecía que tampoco
Guaido llegaría.
Si a eso se le suman las más de 30 horas de apagón, la
imposibilidad de informarse con precisión y de buena fuente y la dificultad
para comprar -casi nadie tiene efectivo ni estaba preparado para el colapso
del Guri-, la convocatoria ha sido un éxito total. Algunos, pocos en realidad,
se van decepcionados, son los que ya no tienen el aguante para esperar y piden
intervención humanitaria ya. Son los que dicen “no vamos bien un coño!” Pero
para la mayoría este proceso se va construyendo a base de pequeñas victorias,
de irreverencia, de apelar a la astucia de Tío Conejo. y a la convicción de que ya no cabe la opción de rendirse.
Deshidratados, caminamos de regreso hacia Las
Mercedes. A un lado de la Universidad Bolivariana, -antiguo Lagoven-, está el
piquete de la Policía Nacional Bolivariana con ballenas y murciélago. La gente
los aplaude en su mayoría. Tratan de endulzarlos. Unos pocos los increpan. Su
talante no es muy de cambiar de bando. Al menos, el de ese grupo.
Cerca de la Beethoven, en los bajos de un edificio, tres personas han bajado con un botellón de agua para asistir a quienes
retornan de la concentración. Esa es la Venezuela que se sueña. La que se
quiere construir. La del que aporta y se solidariza desde sus posibilidades y
talentos. La del que da su palabra y la cumple. La del que establece una relación de confianza con el otro. La del ciudadano con ética y de buena fe. Habrá mucho que trabajar, claro. Reconstruir un tejido social carcomido por el clientelismo y la violencia no será tarea de dos días. Pero es urgente comenzar.
“Cuidemos la esperanza” reza una pancarta en rosa neón. Guaido encarna esa
esperanza. Algunos sienten temor por la tendencia al mesianismo de una
ciudadanía golpeada tras 20 años de atropello. Y quizás haya algo de eso. Es innegable que Guaido recibe tratamiento de rockstar como en los mejores
momentos de Axl Rose o Mick Jagger. Hay gritos, hay pasión, hay ¨te amamos¨y hay bendiciones de ancianas y monjas. Si, pero este menor que se protege como cualquier chamo de la Resistencia con un rosario alrededor de la muñeca izquierda, es la esperanza de todos. Los que están afuera, angustiados. Los que estamos adentro, irreductibles.
Y, sin duda, se han aprendido algunas
cosas: no dar cheques en blanco, por ejemplo. Cuestionar, pedir rendición de
cuentas, confrontar al funcionario público. Y responsanbilizarse por tu área de
influencia y de acción. Aún queda mucho
trecho para poder desterrar algunos antivalores muy arraigados como el de
“mientras yo esté bien, no me preocupo” o el de “pónganme donde haiga¨. Hay trabajo por hacer.
Pero, si,
parece que vamos bien y eso lo mido por el tamaño de la reacción. Lanzarse un
blackout de casi 3 días, con los costes políticos que implica, responde al
tamaño de una amenaza que nadie se esperaba.
Llego a Las Mercedes y hay un incendio. Resulta que
cerca de 150 personas quedaron atrapadas en este punto y no pudieron llegar a la
Avenida Victoria. Hubo barricadas y cauchos aún ardiendo, pero no represión.
Muchos no sabían que un grupo grande llegó a la Avenida Victoria. Muchos no
sabían que Guaidó también llegó. Ese es el nivel de la oscuridad de estos días
en Venezuela.
Para el régimen el switche lo pasó Marco Rubio por órdenes de
Trump. Fue un ataque contra el Guri. Para quien ha estado prestando atención la
razón es muy sencilla: corrupción y un desastre que ha sido aprovechado con
astucia por la cúpula chavista que ha militarizado gran parte del país. Principalmente, las zonas populares a partir de las seis de la tarde. Y es que el fantasma de ‘el día
que bajen los cerros” sigue allí. El costo del apagón puede ser un boomerang
que se salga de control. Ya ha habido protestas y represión nocturna en El Guarataro, La Pastora, Las Mayas y Petare, sólo por nombrar las que he podido confirmar.
La contínua propaganda, la imposibilidad de acceder a información libre, técnica y precisa y la persistente actitud de víctimas y mártires de los cada vez más indisimulablemente obesos líderes de la Revolución han agotado a una mayoría que esta noche se acostará, -muy probablemente a oscuras-, pero cobijando una esperanza frágil, vulnerable, preciosa como un tesoro raro. Uno que ha reactivado la insumisión y rebeldía de esta nación hoy regada por el mundo y que se llama Venezuela.