lunes, 31 de julio de 2017

Un río, un kayak y una meta.

Hace unos años cuando fui a hacer kayak en los rápidos de Barinas, viví una experiencia transformadora y exigente, física, mental y espiritual.

Para ilustrarla, debo describir primero:estás en un río, con profundidad promedio de metro y medio, muy frío y con "rápidos". Que en el momento eran clase 3 de una escala de 5 puntos. En un barco para 2 personas cada cual con un remo.Y a la derecha una pared y a la izquierda otra. O sea, ¡no hay orillas! 

Solo río.

El trayecto toma 4 horas.Bajas por el río hasta la orilla donde te esperan los del campamento.
Obvio: en esas 4 horas, te caes, se voltea el barco. Lo pierdes, lo tienes que alcanzar, te montas y sigues. Y así cada vez..Te montas y sigues... Y de nuevo... ¡Te montas y sigues! Te cansas. ¡Te montas y sigues! ¡Te quieres bajar! Pero ¡¡¡te montas y sigues!!!

Lo interesante es que... No hay opción. El río no se va a detener, los rápidos no van a mejorar. (Si se hace más tarde son "mas rápidos), y ¡no te puedes bajar! Porque tocaria escalar sin equipo para llegar a la carretera (cargando el kayak)

O sea: HAY QUE SEGUIR. Pase lo que pase hay que subirse de nuevo al barco y seguir.

Hay ciertos remansos donde hay "playas".Te detienes, tomas agua, te recargas. Y entrompas de nuevo el río. Y, de algún modo, cuándo sientes que no vas a llegar: viene otra playa... ¡Y así hasta el final!

¿Que pienso hoy? 

Que no HAY NADA QUE HACER sino subirse al barco y ¡seguir remando!

Hoy es una playa... Tomaré aire, beberé agua, comeré algo ligero, ajustare mi casco y agarrare mi remo... 

Para seguir.

Por un momento pensé que había terminado el recorrido. Pero solo es una playa


30/07/17 7:20pm
Freddy Camargo.
Torre B. Arca del Norte.

Barquisimeto.

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