Un poco de transgresiòn, un mucho de ilegalidad y un toque de audacia suicida han sido ingredientes bàsicos en mi fòrmula de vida. Sin ellos y sin un montòn de amigos disfuncionales, bizarros y, hasta poco aconsejables, me resultarìa bastante aburrido el acto de levantarme diariamente a transitar por el espacio y el tiempo que me tocan.
Y para una persona tan obsesiva con decir y saber la verdad esta cualidad un tanto delincuencial es todo un logro. Fàcilmente hubiera podido decantarme por el fanatismo religioso neoevangelista, crear alguna secta de culto "al hombre que jamàs mintiò" o perderme como anacoreta en alguna cueva de Petra o de Mèrida.
Sin embargo, pesò el individualismo del outcast, esa tendencia de Llanero Solitario sin su Indio Lobo que, combinada con ese àpice de tendencia a la criminalidad que corre por mis venas y pervive en mi historia genètica, determinò que me gusta, me encanta, esa caminata por el wild, wild side. Un poquito eso que los italianos llaman la Zingaratta.
Asì que, cuando el gobierno de la Repùblica Bolivariana de Venezuela decide que todos los periodistas estaremos bajo sospecha y que cualquier cosa que opinemos, digamos, expresemos e, incluso, pensemos, puede ser considerada un delito mediàtico, yo casi tengo un orgasmo.
ME ENCANTA. Bring it on! Vamos a divertirnos. Yo ya soy una delincuente!
Pero, eso si, si nos van a sancionar a todos por pensar, escribir, entrevistar, publicar, expresar, disentir, criticar, debatir y disertar, entonces, o preparan un montòn de capsulitas de cianuro para el suicidio colectivo de las mentes libres del paìs o comienzan por sancionar todos los delitos reales que se han cometido en contra de la naciòn, la democracia, el patrimonio pùblico y el territorio nacional en los ùltimos diez años. La lista es larga.
Mientras tanto, pasemos a mi pròximo crimen.
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