jueves, 7 de diciembre de 2017

El oficio de poner alas y hacer milagros

A Kaya.
Y a Miguel Delgado, 
Angela Gonzalez, 
Niletta Stelluti y 
Lolymar Avila 
Unidad Móvil Veterinaria Salud Chacao.




     Veo tu foto con frecuencia. Y siento el peso de tu cuerpo en la cama. Y tu calor. Y el intoxicante olor del collar antipulgas. Y me encojo un poco para dejarte espacio. Para que duermas tranquila. Y, entonces, cuando ya estoy a punto de voltearme y extender el brazo para acariciarte, lo recuerdo: ya no estás conmigo. En ese instante, te echo de menos como a nadie.

     Tú fuiste la presencia más estable por 17 años. ¿Quién lo hubiera sospechado aquella noche que gritabas a todo pulmón en la 10a transversal de Altamira? A veces creo que me llamabas. Detuve el carro y te encontré allí en un patio cualquiera. No sé si te secuestré o te robé. Aunque no había nadie cerca. Estabas sola y gritabas.

     Desde ese día las órdenes las diste tú. Aunque no lo noté hasta muchísimo tiempo después. Destruiste todos los muebles, le diste un zarpazo a Skipper y le lesionaste la cornea, me dejaste un par de cicatrices cuando traté de separarte en una pelea y te robaste el pan y las tortas de la mesa cada vez que quisiste. Sólo te faltó abrir la nevera y no estoy tan segura de que no lo hayas hecho.

     Todas las veces que mi corazón estuvo roto por algún divorcio, decepción o frustración te sentaste en mi regazo a ronronear, a curarme. Tu mal genio y dulzura eran como un Dr Jekill y Mr Hyde peludo.

    Los últimos meses fueron duros. Durísimos. Tomaste distancia. No volviste a mi cama. Te estabas preparando para irte. Dormías en la sala, en la mesa de la cocina, en el baño. Donde te daba la gana. Pero no volviste a mi cama y me preocupé mucho. Lo supe.

     Traté de engañarme a mi misma pensando que sólo estabas molesta conmigo. Después de todo, llevabas ya 3 años brava. Desde aquel día de julio en el que se me ocurrió traer a a Oreo a casa. La odiaste con furia. Y a mi. Alta traición. Y fue tanta la furia que enfermaste de hemobartonella. De pura rabia. Pero logré retenerte. No pudiste irte. Obligada, pero te aliviaste.

     Pero este año el gas lacrimógeno diario, el cansancio, la rabia pudieron más que tú.

     Y te llevé a Salud Chacao. Y te trataron con amor. De inmediato supieron que eras de armas tomar. Y todos creímos que te salvabas. Y tuviste un día de saltos y alegría y alboroto. Un día. Y luego el abismo. La barrena. Y supe, a ciencia cierta, que te ibas. Que tenía que buscar ayuda. Y allí estaban Angela, Niletta, Lolymar, Miguel -como siempre- para rescatar y apoyar en la emergencia. Con cariño, con dedicación. Miguel preguntó discretamente:"¿quieres pensarlo? Lo siguiente es que entre en shock". "No. No hay nada que pensar. Hagamoslo" respondí.

     Y allí estuvimos, en ese pequeño camión -la Unidad Veterinaria Móvil que trabaja a fuerza de mística y compromiso con su comunidad-  Angela y Niletta me distraían. Conversamos sobre cualquier cosa mientras inyectaban a Kaya. En algún nivel sé que se preguntaban: "¿ella no se va a ir?" Y no. Yo no podía irme. Dejar sola a Kaya no era una opción.

     Y luego, cando Kaya se durmió me asaltó la duda: "¿se volverá a despertar?¿qué hago si se despierta?" Se rieron. "No. No va a despertar". Entonces Miguel la tomó con delicadeza y la envolvió. Sobrio, respetuoso. Lo ayudé. No entendía por qué me miraba con desconcierto. Luego supe que era la primera persona que había acompañado todo el proceso de eutanasia de su mascota. La primera en 15 años de existencia de la Unidad. Pero no fue por valiente, quizás fue por lealtad.

Y cuando todo pasó, cuando supe que estos médicos -que siento como amigos desde hace años-, le habían regalado alas a Kaya -si, como Red Bull- cargué el pequeñisimo cuerpo aún tibio de mi gata. Y con el corazón suspendido, casi sin aliento y sin pisar muy bien tierra, los abracé y me la llevé.

(Luego tardé una semana en enterrarla en el Avila. Pero ese serial-killer-mode de guardar un cadaver en el freezer se los cuento otro día).

     No había podido escribir antes. Procesar las pérdidas me lleva mucho tiempo. Kaya se fue el 18 de mayo y sólo quería decir: Gracias Kayaluna por haberme gritado aquella noche del 2000. Y gracias Miguel, Angela, Niletta y Loly por haberme sostenido en uno de las despedidas más dificiles de mi vida.

     Sé que no soy la única que le debe tanto a la Unidad Móvil Veterinaria de Salud Chacao. Sé que somos miles de vecinos los que hemos encontrado cariño y cuidado para nuestros animales allí, en esos pocos metros cuadrados. Cuando pienso en un servicio público que es casi un milagro, pienso en ese camioncito y sus doctores generosos, cálidos, comprometidos con su comunidad. 

     Y pienso en Kaya, con sus alas nuevas y su mal genio, sometiendo a quien se deje en el Cielo de gatos. 

     Así que eso, sólo quería decir GRACIAS. Porque en un ambiente tan árido y rudo como el que vivimos, todos ustedes son una certeza y un apoyo invaluable.Un verdadero milagro.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Los juegos de Psique

Los mecanismos de autopreservación de la mente humana son asombrosos. Parece que mientras más terrible la atmósfera, mientras peores las amenazas, los recursos de mi psique para protegerme son más ingeniosos y, el mismo tiempo, más simples.

El Presidente de esta Revolución -para algunos marioneta, para otros arrogante y para mi, rehén- activa el Consejo de Defensa Nacional con lo cual activaría el Estado de conmoción y un posible toque de queda. Entiéndase: una OLP a nivel nacional y 24/7. Más represión, más sangre, más injusticia. Luego de 11 días de gas y plomo y muerte y gritos y heridas colectivas.

¿Qué sugiere mi mente? (Si, ella es autónoma)
"Tengo que hacer el amor. No sé que va a pasar después"

Mi mente no piensa en pequeño ni se conforma con soluciones mediocres. Va por el oro.

Y entonces comprendo todo ese coqueteo y el amor y la ternura de los últimos días. Es mi psique buscando compensar, salvarse de la aridez, de este incendio de todo lo conocido que pretende llevar a cabo el Poder. Es una necesidad de intimidad como Primeros Auxilios. No es el elemento erótico ni la urgencia sexual, es una necesidad del alma de conectar con lo profundo, con lo real, lo auténtico de encontrarse en la mirada de otro que está sumergido en este caos como tú. Ese otro que también necesita salvarse.

Ya sé que es muy loco.

O, quizás no.

Quizás lo único que tiene sentido en la vida son esos brevísimos momentos en los que realmente- REALMENTE- conectas con alguien.

EL TELÉFONO

Antenoche sonó el teléfono fijo de la casa. Eran cerca de las 4 am. Mi sueño es ligero y desperté de inmediato. O quizás ya estaba despierta. Estos días terribles son noches de insomnio. No atendí. Pensé en el hampa. Pensé en el Sebin. Pero me levanté, fui al baño y luego ví un celular encendiéndose y apagándose en la sala. Era mi hermano: "Eu, se metieron en mi casa"¿Qué? -respondí- ¿como están las muchachas?" Mi cuñada y mis sobrinas tuvieron que enfrentar solas el saqueo de su casa. Las amarraron y amordazaron y se llevaron hasta las toallas sanitarias, la pasta dental. los televisores, los ahorros, la camioneta.

Tengo tanto aplomo que a veces parece que soy fría.

Me pidió que buscara en internet cómo controlar el gps de Tracker. Lo buscamos. El logró apagar la camioneta de forma remota. No conozco más detalles de lo que pasó porque en esta casa tenemos esa manera gocha de manifestar los afectos y preocupaciones:  severa, sobria, hacia dentro. Pero sé que mi hermano estaba superangustiado porque al despedirse me dio un abrazo que casi me partió en dos. Todo estaba bien en casa, Las chicas estaban a salvo. Mi mamá no hizo más que rezar todo el día dándole gracias a Dios porque "pudo haber ocurrido una desgracia, Eu. Y no ocurrió"

Y mi mente testaruda, persistente, se empeña en su afán de los últimos días y me ordena: "busca lo bonito". Y me lleva al pianito morado en casa de mi tía Elena en la Av. Victoria. Y a la barquilla de mantecado con capita de chocolate de Crema Paraíso con mi tío José Antonio y mi tía Gladys. Esa que no me terminaba antes de media hora porque no quería que se acabara. Y a los días de pesca con mi tío Rafa y mi mamá en los pozos de Carmen de Uria y los cangrejos bebé de aquellas enormes piedras. Y las arañitas del Pobre Juan y las observaciones de lluvia de estrellas y a la persecución de ovnis y a los Hare Krishnas de Bello Monte.

Parece que siempre fui así: capaz de crear espacios felices en medio del caos. El tío Domingo, un día que bailaba en el medio de la calle, lo notó: "Vamos, Leocadia" me dijo riéndose. Y esa cacería de lo bonito me lleva a Carmencita en El Samán. Ella. mi amiga pecosa, subía un piso y ambas esperábamos que mi mamá se durmiera luego de leerle algunas noticias sueltas del periódico, Apenas cerraba los ojos, salíamos de puntillas y nos escapábamos al parque. Aquel columpio era un avión, un cohete, un par de alas atómicas.Era el ser más libre del planeta en ese pedazo de madera y cadenas. Volaba.

Creo que aprendí TAN bien a volar y a ser feliz no matter what, que aún vuelo.

UN BILLETE Y UN PINTALABIOS

Estos son días tremendos. Los que hemos vivido. Los que vienen.El Sr. Rogelio, de la línea taxi de mi casa, lo sabe. Se va el domingo a los Estados Unidos aunque "no me gustan los gringos, pero es que ya no se está haciendo nada. Ni para los repuestos del carro..." Me ha detenido cuando semidormida iba al abasto a comprar algo para desayunar. "Ayer llevé a su hermano al terminal y él se equivocó. Me dió un billete de 2000 por uno de 100. Déselo" Y ese gesto de honestidad y ética era todo lo que necesitaba para que la confianza regrese a mi en una mañana en la que -al estilo loco de esta familia- ,i ,adre me ha llamado al celular desde la habitación contigua, desde su cama. para decirme: "No me voy a parar, Eu. perdimos el momento para llegar a Miraflores".

Si. Esa es una bonita manera de despertar. Se los dije: estilo gocho.

¿Leyeron alguna vez esa anécdota de cuando llegaron los soldados ingleses al campo de exterminio de Bergen-Belsen? Se las cuento: "Era sólo una yerma desolación, tan pelada como un gallinero. Los cadaveres estaban por todas partes, algunos en pilas enormes, otros yacían solos o en parejas allí donde habían caído...Llegó una cantidad enorme de pintalabios. No era en absoluto lo que los hombres queríamos, nosotros clamábamos por miles de otras cosas y no sé quién pidió lápiz de labios. Deseo tanto descubrir quién lo hizo, fue la acción de un genio, pura brillantez inadulterada. Creo que nada hizo más pr esos internos que el pintalabios. Las mujeres yacían en la cama sin sabanas ni camisón pero con los labios rojo escarlata. Las veías vagar por ahí sin nada más que una manta sobre sus hombres y su mano aferrada a un pedazo de pintalabios. Por lo menos alguien había hecho algo para hacerles individuos otra vez. Eran alguien, no ya simplemente un número tatuado en el brazo. Finalmente podían interesarse por su aspecto. Ese lápiz de labios comenzó a devolverles su Humanidad".

Si, ya sé. la mente humana. Los desvaríos.  Y los juegos de preservación. Buscar lo bonito, hacer el amor, usar el pintalabios.

Ser humano incluso en medio de esta inmensa OLP que parece venir. Y estar lo más presente posible.

Y, si encuentras esa conexión, esa llave, usarla porque la vida es preciosa, efímera, impredecible. Porque no hay tiempo que perder y porque las personas no son eternas.


lunes, 31 de julio de 2017

Un río, un kayak y una meta.

Hace unos años cuando fui a hacer kayak en los rápidos de Barinas, viví una experiencia transformadora y exigente, física, mental y espiritual.

Para ilustrarla, debo describir primero:estás en un río, con profundidad promedio de metro y medio, muy frío y con "rápidos". Que en el momento eran clase 3 de una escala de 5 puntos. En un barco para 2 personas cada cual con un remo.Y a la derecha una pared y a la izquierda otra. O sea, ¡no hay orillas! 

Solo río.

El trayecto toma 4 horas.Bajas por el río hasta la orilla donde te esperan los del campamento.
Obvio: en esas 4 horas, te caes, se voltea el barco. Lo pierdes, lo tienes que alcanzar, te montas y sigues. Y así cada vez..Te montas y sigues... Y de nuevo... ¡Te montas y sigues! Te cansas. ¡Te montas y sigues! ¡Te quieres bajar! Pero ¡¡¡te montas y sigues!!!

Lo interesante es que... No hay opción. El río no se va a detener, los rápidos no van a mejorar. (Si se hace más tarde son "mas rápidos), y ¡no te puedes bajar! Porque tocaria escalar sin equipo para llegar a la carretera (cargando el kayak)

O sea: HAY QUE SEGUIR. Pase lo que pase hay que subirse de nuevo al barco y seguir.

Hay ciertos remansos donde hay "playas".Te detienes, tomas agua, te recargas. Y entrompas de nuevo el río. Y, de algún modo, cuándo sientes que no vas a llegar: viene otra playa... ¡Y así hasta el final!

¿Que pienso hoy? 

Que no HAY NADA QUE HACER sino subirse al barco y ¡seguir remando!

Hoy es una playa... Tomaré aire, beberé agua, comeré algo ligero, ajustare mi casco y agarrare mi remo... 

Para seguir.

Por un momento pensé que había terminado el recorrido. Pero solo es una playa


30/07/17 7:20pm
Freddy Camargo.
Torre B. Arca del Norte.

Barquisimeto.

jueves, 1 de junio de 2017

Reflexionar a gritos

Hace días, semanas que lo escucho. El latiguillo de "hay que apoyarlos. No hay que dejarlos solos".

Y la verdad es que a veces quisiera perder la compostura y a gritos acelerar el proceso de comprensión de lo que ocurre. A decir verdad, a veces lo hago. No. No es que yo sé más que los demás. O que me he dejado seducir por el pensamiento único. Ni de broma. Pero si me parece que hay un grupo importante de gente que no logra calibrar lo que estamos viviendo como país y como nación.

No. No es que "hay que apoyarlos".

Esta pelea es de TODOS porque cada vez que detienen a un muchacho en #Resistencia le cercenan a usted su derecho a protestar, a manifestar, a erguirse con la Constitución en la mano y a exigir un Estado de Derecho. Porque cada vez que un periodista o fotoperiodista es amenazado, perseguido, agredido, robado o vapuleado es a usted a quien le están cercenando su derecho a estar informado, a disentir, a expresar sus criterios por controversiales o impopulares que sean. Porque cada vez que le revientan la cara a un Diputado o a un Gobernador -que usted eligió- lo están castigando a usted que votó por él. O que quizás no votó pero que igual se ve afectado por la negación cada vez más flagrante de "1 venezolano 1 voto" y de aquello de que "la soberanía reside en el pueblo".

Es más, cada vez que usted se hace el loco cuando roban o patean a un conciudadano que padece a su lado, cada vez que mira hacia otro lado cuando le pasa cerca un niño descalzo o alguien comiendo de la basura, pensando sólo en su propia preservación, usted no sólo se hace más pequeño como persona sino que se encoge como ciudadano. Y este gobierno opresor huele el miedo. Y la pequeñez.

Lo que quiero decir es que no, no "hay que apoyarlos". Esos muchachos a los que están persiguiendo, agrediendo, deteniendo, torturando y matando son la vanguardia, la inspiración, pero la pelea no es sólo de ellos. Esta pelea es de cada venezolano consciente. O es que acaso ¿no somos todos los que estamos padeciendo los embates del saqueo de los tesoros del país y la burla de una élite revolucionaria cada vez más desconectada de la realidad de las calles?

Hoy detuvieron a plena luz del día a decenas de muchachos en la Plaza Altamira. Antenoche hubo una redada en la misma plaza y en Bello Monte. Ellos están poniendo el cuerpo. Y el corazón. Están dando la cara. Lo mínimo que podemos hacer los demás es asumir que esta es nuestra pelea y que las calles son nuestras aunque el gobierno de Maduro sea tan arrogante que tenga la osadía de, incluso, ponerle una fecha de expiración a la primera Rebelión Popular de este siglo en Venezuela. O ¿es que les quedan dudas después de haber marchado 61 días que este es un descontento que atraviesa a toda la sociedad venezolana?

Si. Es cierto. La represión ha escalado a niveles de violencia aterradores. Lo sabemos. Pero el miedo no es opción. La parálisis tampoco. Busquemos la forma de no encogernos, de no dejar que nos vuelvan pequeños y conformistas. De alzarnos y encontrar el valor y la osadía en reservas personales que a lo mejor pensábamos que no existían.

Y, bueno, para que conste, esto lo escribo como ciudadana más que como periodista. Sin intentar decirle a nadie qué hacer, pero con la esperanza feroz de que no se cometan los errores de 2014 que tuvieron costos altísimos para cientos de muchachos que tuvieron y siguen teniendo el sueño de un país donde el progreso y los sueños no tengan que, obligatoriamente, vestirse de rojo.

viernes, 19 de mayo de 2017

El delito de documentar una dictadura


La puerta no cerraba. No tenía la llave. Me quedé allí conteniendo la respiración. Anhelando que mi corazón no latiera. Los segundos se hicieron eternos. Y entonces pensé en apoyar la carretilla y ajustarla. Funcionó. Tenía que alejarme de esa puerta. Escuchaba las voces y el ronco acelerar de las motos en el portón del estacionamiento de mi calle ciega.

Temía que derribaran la reja.

Logré esconderme en el cuartito donde ya estaban mis primos. Esa segunda puerta tampoco cerraba. Apenas respirábamos. Mi primito veía el celular. "¡Apaga esa mierda, coño!" ladré. Le pedí a mi prima que rezara. Me concentré en escuchar y apagar todos mis sistemas -yeah right- para que la adrenalina no nos delatara. Olía a basura y desinfectante. Y el espacio era mínimo. Sujetaba la puerta y sabía que si abrían la primera no habría forma de escapar del arresto. Pensé en mi gato que estaba afuera pero él es experto en esconderse. Se escuchaban voces de hombre cada vez más cerca. O eso me pareció.

Estábamos en el estacionamiento cuando los ví minutos antes: una camioneta Hilux blanca blindada y 2 motos. O ¿eran 3? No estaba segura. De inmediato, les dije: "¡Vénganse, vénganse, venganse!" Ellos tardaron en reaccionar. Nos agazapamos.

El hombre de la moto había cumplido su amenaza: mandar al Sebin a buscarme. La había hecho media hora antes cuando descubrió que le había tomado varias fotos mientras él grababa la vanguardia en retirada de los muchachos en #Resistencia No me la hizo a mi, sino a mis primos y vecinos: "A la rubia que está tomando fotos" .Decía que yo no era reportera y que vendrían por mi. Creo que lo que le indignó fue mi actitud. Cuando me miró de frente le hice un saludo militar y me fui. No me asusté. No me intimidé. No bajé la cabeza.

Y creo que ese es el punto; que la mayor parte de este país -si alguna vez lo hizo- ya no está dispuesta a seguir bajando la cabeza. Que el atropello desde el poder político y económico de la Revolución ha sido tan grave, sostenido en el tiempo y devastador que ahora la única vía posible es erguirse. Y desafiar.

Me escondí, por supuesto. Me asusté, sin duda. Pero la terca convicción de que como periodista y ciudadana no estoy cometiendo delito y no tienes derecho a venir a buscarme, prevaleció. Estoy documentando. Si lo que tú estás haciendo mientras yo documento te incrimina, esa es tu consciencia, tu responsabilidad penal, no la mía. 

Yo estoy haciendo aquello para lo cual la sociedad en la que crecí me formó; contar lo que sucede en la calle. Que lo haga de manera independiente no significa ninguna diferencia. Soy periodista desde 1989. De una generación ucabista que ha llenado de orgullo nuestra #almamater

Y me preguntó, tú, el represor, el de Inteligencia, el perseguidor, el que llegó a la puerta de mi casa con refuerzos: ¿qué estabas haciendo tú en 1989? ¿Pensaste alguna vez que usarías una videocámara para perseguir a tus adversarios políticos? O ¿tenías problemas vocacionales? ¿Eso es la Revolución para ti?

Y, para que conste, lo aclaro a todos aquellos que se angustian porque quizás me expongo demasiado y no lo comprenden: No estaba en la vía pública. No tengo máscara antigás ni casco ni escudo ni molotovs -que tampoco es delito, por cierto- sólo una cámara y una libreta. Estaba en la propiedad privada en la que crecí. 

Sólo tuve un gesto altivo. De dignidad y desafío. Y los volveré a tener. Nadie tiene derecho a perseguirte, arrestarte, torturarte, desaparecerte o amenazarte porque documentas.



Bueno, claro, sabemos que eso sucede en dictaduras.

Y en guerras.

lunes, 15 de mayo de 2017

Niños en Resistencia

NIÑOS EN RESISTENCIA
Eran 5 niños y 2 niñas. Se arremolinaban alrededor del carrito de helados. Una mujer, por minutos madre prestada, había hecho una de las promesas más importantes que se le pueden hacer a un niño: "yo brindo los helados". El más grande de los varones, de unos 12-13 años, dirigía y apaciguaba el concierto de gritos, seleccionaba los sabores y los entregaba. Las dos chicas, pre-adolescentes tenían el rostro apenas cubierto y las ropas sucias. Un pequeñito, que llegaba tarde a la fiesta, comenzó a halarle la franela a aquella mujer: "señora. señora, bríndeme un helado". Si, claro, contestó ella con cierto azoro.
El de la capucha verde, con cicatrices de vacunas y una barriguita "pandeada" ya había recibido su premio. Un helado entre amarillo y marrón que devoraba con placer. Y, de pronto, sentí un alivio mínimo. Es cierto, el piquete de la GNB, las ballenas, los escudos antimotines, las bombas estaban por empezar su jornada de represión. Pero, al menos por un rato, había helado y oraciones y bendiciones y cariño para esos niños. Los #NiñosdelaResistencia
Esos niños que descalzos, sucios, vulnerables, casi invisibles, se encapuchan quizás pensando que es un juego o quizás sabiendo que la Revolución, lo único que han conocido, les debe mucho más que un helado.
LA NORMALIDAD
Hace semanas escudriño mis fotos. Y las de los extraordinarios reporteros gráficos que tiene Venezuela. Y las de quienes, sin ser periodistas, ni fotógrafos ni reporteros, se atreven a sacar sus cámaras y celulares y documentan. Y veo los rostros de la protesta. Y los de la Represión. Es curioso. Mucho es el parecido.
Los rostros de los GNB, por ejemplo, son de venezolanos criollos, ese moreno canela con ojos café. O ese con cara de gocho de ojos achinados y cachetes rosados. Son jóvenes. Mucho menos que la Resistencia, pero lo suficiente como para recordar que poco vivieron de la Cuarta República que ahora parece una entelequia.
Me obsesiona tratar de comprender ¿por qué? ¿Por qué alguien tan parecido a mi se siente tan diferente? Lo suficiente como para concluir que soy su enemigo y debe exterminarme como a un insecto rastrero: fumigándome. O baleándome. O atropellándome. O torturándome.
No me convence el argumento del bono en efectivo.
Si. Me aflige y me obsesiona qué sucede del uniforme hacia adentro.
Y pienso en el concepto de normalidad. O sea, ¿todos somos "normales" hasta que nos dan un poco de poder? O ¿todos somos "normales" hasta que nos dan un uniforme y un morral lleno de lacrimógenas? ¿Todos somos normales hasta que nos encapuchamos?
No sé.
Estoy pensando en voz alta.
Creo que esta situación, obviamente, no tiene nada de normal. Por eso seres "normales" nos transformamos en monstruos en segundos.
Quizás.
El otro día, en la azotea de mi edificio, mi hermano se estrenaba en esta ola de protestas. No había visto a los GNB apoderarse de la Autopista ni bombardear nuestro edificio. Yo fui la primera en decirle cuando intentó lanzar un primer y tímido insulto: "No grites que después nos fumigan". Uno a uno los vecinos se sumaron: "Si. No tienes experiencia. Ya estamos entrenados. No hay que gritarles".
No habían pasado más de 10 minutos de estas exhortaciones cuando un GNB empezó a pelear con uno de mis vecinos. Y todos pasamos, -como un Ferrari-, de absoluta normalidad y compostura al griterío feroz de una turba que está dispuesta a destrozar a quien venga.
El GNB se bajó de la moto. Hizo el ademán de subir. Nadie se rajó. Le gritamos más duro. Buscó algo en un bolso. Yo pensé que sería un revolver, algo más letal. Pensé que si decidían subir no habría hacia dónde correr. Pero no nos intimidamos. Llegó un punto en que mi vecino le gritó: "Ven y pelea con estas dos a ver si tienes bolas". Por supuesto que yo estaba entre "estas dos". Proferí insultos que ni siquiera sabía que sabía.
El GNB lo pensó.
Se fue furioso.
Pero antes disparó 1 bomba lacrimógena en la azotea. Directo contra nosotros que, técnicamente, sólo insultábamos. Se montó en su moto. Iracundo Pero regresó. Del otro lado de la Autopista. Intentaba llevarse a unos manifestantes atrapados en una de las calles de atrás. Gritamos a todo pulmón para defenderlos. Lanzó la segunda bomba y mi hermano casi se asfixió. Pura pimienta. Yo le gritaba: "no corras, no corras". Iba dando tumbos, ciego, chocando contra las columnas. Yo iba detrás de él con apenas un ojo abierto, Polifemo vigilante, para que él no se hiciera mas daño. Le di el Maalox.
Y me miró con cara de estupor.
Si, está desentrenado.
LA NOCHE.
Horas después, ya de noche, salí a dar una vuelta de reconocimiento por Los Chaguaramos, Santa Mónica, Bello Monte, Las Mercedes, Chacao, Altamira, Los Palos Grandes y El Rosal. Algunas barricadas aún ardían. Se notaba la batalla de horas antes. Y entonces observe un piquete enorme resguardado, oculto en la oscuridad en el Distribuidor Altamira. Asechando. Apenas unos metros más allá los ví: 3 muchachos de Resistencia solos a las 9 de la noche defendiendo una barricada.
Me acerqué. Conversé con ellos. No tendrían más de veinte. Y me fui con una angustia de madre. Yo, que nunca he parido, estos días soy madre de todos esos muchachos. Son mis hijos. Nuestros hijos. No logro evitarlo. Los padezco, los sufro como si fueran mis muchachos que aún no han regresado a casa. Ando con el corazón en la boca cuando los veo. Con sus escudos. Con su convicción. Con su derecho a la protesta y a soñar un país mejor. No sabía que esa mamá habitaba dentro de mi. Supongo que así nos sentimos todas, Las que parimos y las que no.
Sólo digo: no permitan que esos, nuestros hijos. Mis hijos. Los que tienen casa y los que viven en la calle, se sientan solos en su lucha. Acompañémolos. Es imperdonable que 3 muchachos con apenas una capucha, un escudo y un par de molotovs estén solos peleando esta pelea. Hay que estar. Ser responsables. Son nuestros hijos.
Nuestros hijos solos en un toque de queda de facto. En un Estado Marcial que ni siquiera aspira ya a disimularlo.

Un poco de respeto

No soy una persona que se ofenda fácilmente. El orgullo o el alto ego no se cuentan entre mis defectos. Podría decir que soy "dura de ofender". Pero en este momento me siento absoluta y gravemente ofendida.
Al parecer, hay un chiste rodando en redes de "No conseguí tal cosa ...¡Oh, Dios. Somos Venezuela!" Quizás es la invención de uno de mis contactos a quien tengo en alta estima. Quizás es algo que se ha extendido en redes. No lo sé. Y no tengo el estómago para averiguarlo.
Sólo quiero decir, reiterar hasta el cansancio, a todo estúpido e insensible que mira la situación desde lejos y le parece risible. Lo que vivimos hoy en día en Venezuela es grave. Gravísimo. Es una Dictadura en alianza con el Pranato y el Hampa común y con la mirada complaciente de fuerzas militares y transnacionales sólo interesadas en saquear el país.
Si. Hay problemas para conseguir pasta dental. Si. Hay problemas para conseguir alimentos. De casi cualquier tipo. Si. Se muere mucha gente por falta de medicinas. Y, si, sobre todo, se muere mucha gente asesinada. Por represión.
¿Eso les parece gracioso? ¿Hay algo divertido en ver a un país hermano padecer hasta que la Rebelión y la dignidad es la última salida válida?
En los últimos 35 días han asesinado a 34 de nuestros hijos. Jóvenes. Estudiantes. Músicos. Adolescentes. Nuestro futuro. Nuestro semillero de gente noble, buena y brillante. Porque duélale a quien le duela: somos gente brillante.
Somos un pueblo que está viviendo un proceso duro. Oscuro. Difícilísimo. Burlarse es como darle patadas a un herido. Y, sin embargo, tenemos la estatura moral, la entereza de ponernos de pie y levantarnos valientemente para decir: NO. Y estamos en la calle sabiendo que cada día que atravesamos las puertas de nuestras casas puede ser el último.
Así que tengan más respeto. Esten a la altura de sus hermanos latinoamericanos.

Invisibles

El niño invisible.
Él estaba de pie en el medio de la Autopista Francisco Fajardo. Inmundo. Descalzo. Con unos shorts raídos y una expresión dulce y suave en su cara de niño de no más de 12 años. La multitud de manifestantes con sus gorras tricolores, sus banderas, sus pancartas, no parecía notarlo. Tampoco lo veían los vendedores de agua, los heladeros, los de "¡Dale Chester, dale Chester!"
Él, ahí, sólo, con sus pies desnudos plantados en el pavimento pidiendo algo de comer. Me detuve en mi afán quizás medio minuto. Saqué 2 ó 3 billetes de 100 y se los dí. "Toma, papá. Dios te bendiga". Se le iluminó el rostro. Sonrió desde dentro con una alegría incomprensible para alguien que parece invisible y me dió las gracias. No me atreví a tomar la foto.
Él, sin máscara antigás, sin pañuelo, sin maalox, sin ningún tipo de soporte, descalzo en la autopista. Tenemos que verlo. Tenemos que notarlo. Hasta que no lo hagamos Venezuela no será el país que soñamos.
Ni siquiera pregunté su nombre y ahora me lo pregunto. Me mortifica. Pero seguí con la marea humana porque estamos en Rebelión para ver si podemos cumplir las promesas que la Revolución no cumplió: sacarlos de la calle, cuidarlos, nutrirlos, darles un presente mejor y el futuro que quieran elegir.
La sopa se enfría.
La gente huía despavorida aunque los gases se veían lejos. Se sentía el picor en los ojos, el ardor en la garganta, la cáustica sensación que te hace toser y buscar a tientas l pañuelo para humedecerlo con Maalox o bicarbonato. El colapso, deliberado o no, generado por los conductores empeñados en pasar por una vía a todas luces trancada por una enorme cantidad de gente.
En el restaurancito de la esquina la televisión estaba encendida. La iluminación era cálida. La puerta estaba abierta. Las mesas estaban casi llenas. Él, de lentes y camisa de cuadros azules, se concentraba en su plato. No miraba hacia afuera. Levantó la cuchara y asintió. La sopa estaba deliciosa. No estaba fría. Lo miré con tal fijeza que subió la mirada. Una fracción de segundo me miró pero no vio nada. No pude evitarlo, mi desprecio era casi tangible. Quizás la sopa de la indolencia ya estaba fría.
La risa de la GNB.
Unos metros más allá, en la esquina siguiente, se detuvo el tráfico de Sur a Norte y en medio de la gente que huía comenzaron a pasar las motos de GNBs. La gente, enardecida, los insultaba, un trío de oficialistas le grita a la multitud: ¡callense, callense! Y, discretamente, huyen hacia el ävila. No porque estén amenazados físicamente. Quizás porque se saben minoría.
En medio de la furia y los gritos una GNB que va de parrillera se voltea hacia la gente, sonríe. Ella sonríe. Con sus labios rojo fresa y sus ademanes femeninos envueltos en el uniforme represor, ella sonríe. Se atreve a reirse de la furia de la gente.
Es algo bueno que andaba en moto. Es una bendición que e aleje. Porque si de un lado hay comportamiento de pandilla, de mercenarios. De otro lado los ánimos no están como para burlas.
En mi mente el martilleo: ¿De qué se ríen los GNBs? Por qué baila el Presidente? ¿De qué se ríen los victimarios? ?Qué es tan divertido acerca de ejercer el poder con saña, maldad, villanía? ¿Acaso reprimir y torturar es divertido?
Ni siquiera en Tiannanmen.
Ayer. En Altamira. Alguien, a bordo de una tanqueta, decidió que el control del orden público implica pasar con una tonelada -o más o menos- de metal por encima de otro alguien que protesta y sólo te amenaza con molotovs, piedras y la férrea convicción de que estás equivocado.
Durante una hora terrible, pensando que el chico ha muerto, me sumo en un estupor abismal. En un pasmo que casi no me permite respirar. El muchacho sobrevive. Me cuentan que lo arastraron los panas y lo salvaron del horror. Pero la vocación asesina sigue allí, a bordo de una tanqueta, enfundada en un uniforme.
Ni siquiera en Tiannanmen e atrevieron. Ni siqiera en la República Popular China en 1989 la tanqueta, el hombre dentro de la tanqueta, se atrevió, osó pasar por encima de ese manifestante famélico que lo detuvo con dignidad.
La jaula, la enfermedad:
La pancarta que lo resume todo: "Los pájaros que han vivido toda su vida en jaulas creen que volar es una enfermedad"

Un mapa para la Historia

Quienes me conocen bien saben que no soy persona de andar diciéndole a los demás qué hacer o qué dejar de hacer. Creo que esa es una de las razones por las cuales he sido free lance gran parte de mi carrera, luego de pasar por redacciones de periódicos, revistas, radios y televisión. Me resulta muy restrictiva la visión del periodismo estrictamente desde el medio. Me gusta más la libertad de trabajar para diferentes medios y la posibilidad de siempre avanzar en una agenda propia por vocación.
Bajo esa premisa, quisiera detenerme en varias consideraciones sobre el Periodismo actualmente en Venezuela.
El sólo concepto del reportero ciudadano me producía grima. Durante un buen tiempo me resultó la forma más clara de desprofesionalización de nuestro oficio. Luego vinieron las escuelas de Comunicación Social en universidades bolivarianas cuestionables, en las cuales no se le enseñó a muchachos muy jóvenes que la esencia del Periodismo es hacer contrapeso al Poder. Lo lidere quien lo lidere.
Simultáneamente, se produjo la implosión de una serie de medios de comunicación nacionales para doblegarlos a la autocensura o a la genuflexión. Mientras más brillantes y comprometidos los equipos humanos, más placer encontró la Revolución en fragmentarlos. Hubo que migrar a las plataformas digitales y se produjo la explosión de las redes sociales en el país. Eso ha generado una serie de medios con perfiles propios que generan un periodismo dinámico y de una gran diversidad. Por supuesto que también florecieron los medios pro Revolución y la gigantesca máquina propagandística que se sostiene en la idea de que el país está feliz.
Para llevarnos a la indefensión que, como periodistas y como usuarios de medios, vivimos hoy: mientras más brutal la represión en la calle, más bonita la comiquita o telenovela en la televisión nacional.
Pero, el que sale a la calle, -la mayoría de los venezolanos hoy en día, pues quien se queda en casa no come- sabe que el país no está feliz. Sabe que el pan se está usando como arma de control social y la acción libre del hampa también. Y en el breaking point histórico que nos encontramos, el silencio de los medios nacionales de señal abierta, el bloqueo de medios internacionales, la expulsión sistemática de enviados extranjeros y la dificultad de acceder a la información inmediata y fiable, agravan nuestra indefensión como usuarios y ciudadanos. Es aqui donde el silencio, sumado a la desinformación de laboratorios de guerra sucia, se constituyen en el mecanismo perfecto para aislarte y desarticular la protesta ciudadana.
Sigue sin gustarme la figura del reportero ciudadano -soy vieja guardia, old school- pero creo que hay que hacer una valoración más justa de ella. Cada uno de nosotros se ha convertido en testigo de una historia colectiva que merece ser contada desde los detalles mínimos de dimensión humana hasta los datos puros y duros de la reportería diaria.
A lo que me refiero es a que me parece inoportuno, y hasta contraproducente, plantear que sólo los periodistas -contratados en este momento, además- son los que pueden contar esta historia. Creo que no. Esto es mucho más grande. Y planteárselo en esos términos es desconocer la realidad laboral del gremio en nuestros días. Y creo que si todos, -responsablemente, verificando, triangulando-, armamos las piezas de esta historia, tendremos un mapa completo de lo qué pasó y podremos dejarlo como memoria. Contar todas esas historias de ciudadanos anónimos que vencieron el miedo y se enfrentaron a un Estado que decidió no sólo invisibilizarlos sino exterminarlos.
Y esto aplica también para el Fotoperiodismo. Ver la historia que estamos viviendo sólo a través de los lentes de las agencias de noticias y medios grandes sería un error. Hay mucho pasando al mismo tiempo como para que un puñado de fotógrafos extraordinarios pueda cubrirlo todo.
Así que mi postura es, estemos allí todos para contarlo, para hacer este mapa. Puede que esté equivocada. No digo que no, Pero creo que la Historia se cuenta tan bien desde las cartas íntimas de un soldado como desde las primeras páginas de los diarios.

Las trampas

Yo estoy preocupada por algo desde ayer y no sè cómo procesarlo o transmitirlo sin caer en linchamientos 2.0 ni cometer errores de análisis graves en momentos críticos. Sin embargo, siento que si no lo expreso la cifra de muertes puede aumentar por la ingenuidad e impericia de algunos manifestantes.
Ayer cerca de la 1 y media 2 de la tarde se levantò una barricada grande en la Autopista entre El Rosal y el CCCT. Echaron aceite en el pavimento con potecitos de PDV, -no con el barril azul que luego rodaron entre varios-, quemaron unos cauchos de camión y pusieron una guaya o cuerda entre dos de los postes. Es cierto que había muchachos encapuchados que estaban ayudando con los cauchos y el barril pero, tambièn es cierto que había unos hombres adultos con rostro descubierto que también echaron aceite y que luego, asombrosamente para mi, conversaban muy cómodos, tanto con colegas de Prensa como con la PNB.
Cuando se empezó a montar la barricada las cámaras ya estaban listas allí. La PNB no hacía nada. -Los bomberos no hicieron nada hasta las 9 y media de la noche-. Pasó un vehículo oficial, pasó también una ambulancia, y, además, había motorizados tanto de la Op como otros en una actitud que normalmente se asocia a los "colectivos".
La verdad a mi todo me pareció un montaje, una trampa en la que algunos encapuchados inexpertos estuvieron a punto de caer redondos. De hecho, hacia las 6- 6 y media de la tarde vinieron otro lote de muchachos en Resistencia que se preguntaban quién les había armado la barricada. . Esto pasó después del incendio de los vehículos de la Alcaldía debajo del puente cercano al CCCT.
Los vecinos estábamos muy preocupados. Uno de mis vecinos me propuso ir a echar tierra, yo fui sin dudarlo -hoy me duele todo el cuerpo por eso, a veces se me olvida lo de ser mujer-. El chico de Traffic Center me ayudó y eso, si bien no calmó el fuego ni logró cubrir el aceite, al menos aumentó la visibilidad de la barricada.
Mientras el incendio de los vehículos ocurría, los colegas de prensa que estaban listos para fotear y grabar la barricada se mantuvieron allí aunque cualquier instinto periodístico, por mínimo que fuera, te habría llevado hacia el incendio. A mi me pareció raro. Más raro aún cuando supe que había otras barricadas igualitas en distintos puntos de la ciudad. Y, por supuesto, más aún al tener fresca en la memoria la historia de la guaya y el fallecido en 2014 que permitió al gobierno deslegitimar una protesta ciudadana válida.
Les cuento todo esto porque me preocupan los días por venir. me preocupa la inexperiencia de esa vanguardia tira piedras y molotovs que quizás no conoce a consciencia la máquina propagandística del gobierno al que se enfrenta. Y no sé cómo transmitir esta idea.
Es evidente que en la Op hay quienes se tornan violentos. En este país hace rato que perdimos la inocencia y tampoco es que estamos hablando de Santos Niños de Atocha. Pero, honestamente, creo que lo de ayer fue una trampa que no salió bien porque había muchos testigos, porque los vecinos la denunciamos y la saboteamos, porque ya estamos curtidos y porque si bien el argumento era que "la Guardia no pase", qué curioso, la GNB ni se asomó.
Tengo algunas fotos que si algún pana fotoperiodista o reportero me pudiera ayudar a identificar, lo agradeceré.

Rojo

La cosa fue así hoy.
No fui a los puntos de concentración porque uno tiene que vivir en medio de este caos. No en la burbuja de normalidad de algunos sino en la cotidianidad dura de resolver problemas. Tenía que comprar una llave de paso y me lancé al Recreo temprano. Ya a las 9 am, cuando llegué, estaban apostadas allí las tanquetas.
Cuando tenía la llave en la mano bajé por la Avenida Casanova hasta Chacaito. Allí había un contingente nutrido de PNB pero no había protestas. Encontré un perro deshidratado que me rompió el corazón y seguí a casa, pues había dejado el Maalox y el agua. Tenía que volver. Ya en casa estaba inquieta, no sabía si volver a auxiliar al perro, de algún modo, o lanzarme a Altamira. Mientras dudaba me alcanzó la marcha. Estaban ya en la Autopista y no tuve que pensarlo más. Me metí
Gente, gente y gente. Muchísima gente. Había gente desde el Recreo hasta más allá del CCCT. Había gente en Las Mercedes y en el elevado que da hacia Bello Monte. Había gente con máscaras antigás -cada vez más- y con pañuelos. Resulta que ahora todos nos encapuchamos, ancianos, adultos, hombres, mujeres y hasta niños. Pues si. Porque no hay otra forma de sobrevivir al gas.
El gas.
El gas comenzó pronto: 1.10 pm aproximadamente. La gente ni siquiera había terminado de llegar. No había caminado más de 15 minutos. Pero la gente se daba valor. "¡No corran!" "¡Aguanten!" "¡Cuenten las bombas! y, claro, ¡Resisteeeencia, Resisteeeeencia!" Y, por supuesto:"¿Quienes somos? ¡Venezuela! ¿Qué queremos: ¡LIBERTAD!"
La gente estaba hoy súper resteada. No retrocedía. No se iban a pesar de los gases en la vanguardia. Iban saliendo los muchach@s con los ojos rojos, asfixiados, ciegos por los gases. La gente ayudándose con los sprays y un montón de motos en el borde que, bueno, muy chévere, pero en medio de ese gentío me preocupaba que estorbarán en la huida. Como, efectivamente, pasó.
De pronto, cerca de las 2pm las ballenas comenzaron a moverse. No había pasado nada relevante. Quizás recibieron la orden. Las ballenas arrancaron, los gases arreciaron y la gente empezó a correr. El gas de hoy me pareció mucho más denso cuando estallaba en el pavimento. También sentí que hoy las lacrimógenas volaron más alto, -¿hay forma de saber si le pusieron más potencia a esos rifles o lo que sea que usan para dispararlas?- Y no hubo una estampida porque mucha gente ya es experta: "¡No corran! ¡No corran!" gritábamos algunos.
Yo estaba casi asfixiándome. Muy rápidamente. No tragué gas por tanto tiempo y me asfixié más rápido. Muchos logramos huir encaramándonos por una cerca en una de las calles de El Rosal. Cuando los GNB/PNB pasaron, dispararon contra nosotros. Conté 3 bombas lacrimógenas en una calle ciega donde habíamos cerca de 50-70 personas huyendo del gas. ¡Gracias PNB!
Me ayudaron a saltar para no pisar el cerco de púas. Corrí y entonces escuché el sonido de algo que se me cayó. Miré hacia el piso. Allí estaba mi Salbután -si, soy asmática-. Y apenas lo recogí, lo supe: "¡Mierda! ¡Boté el celular!" Comencé a buscar mi celular rojo con forro negro casi de la II Guerra Mundial. Pero no apareció. Entonces, contra todo buen juicio, pensé: ¡tengo que recuperarlo! Estoy a tiempo.
Ya la gente había terminado de entrar a El Rosal y los que estaban escapando hacia el CCCT iban más adelante. Ya las dos ballenas habían pasado y muchos PNB antimotines también.
Me monté en la Autopista de nuevo. Y contra toda cordura -lo sé- comencé a caminar hacia ellos. Contracorriente. Tuve incluso la osadía de tomarles una foto. Guardé la cámara y seguí buscando mi celular. Les explicaba: "¡Estoy buscando mi celular, estoy buscando mi celular!" Me dejaban seguir.
Hasta que no.
Y entonces ese agente que, por supuesto no se identificó, comenzó a gritarme, a exigirme que abriera mi morral y le mostrara mis pertenencias. Pretendía que las tirara en el pavimento. Le dije que no. Que se las mostraba con todo gusto pero que las iba a colocar en la defensa amarilla. Y abrí el cierre de mi mochila verde.
Lo primero que saltó, desde luego, fue el Maalox y el agua. "¿Y qué hace usted con ese Maalox?" gritó. Como si fuera un delito.
Lo segundo fue el resto de una bomba lacrimógena: "¿Y qué hace usted con esto????" Se indignó. Bueno, me la dispararon el otro día y la guardé, le respondí.
Y entonces, tuve que sacar la cámara: "¡Ahhhh! ¿Usted es Prensa?" Si, contesté sin saber si sería peor. "Muèstreme su identificación".escupió. Se la dí pensando que me la rompería. Pero, justo un segundo después de dársela, extendí una franela roja con la cual protejo mi cámara desde hace mucho tiempo. "Comando Zamora por la espalda y SI por el frente". Me la regalaron en el 2012 creo, en el 23 de Enero, cuando Hugo Chávez fue a votar. Estaba allá trabajando con la Televisión Noruega. No comentó nada.
"Pero si usted es prensa ¿por qué anda así? ¿Sin máscara? como de juguete?" Me encogí de hombros. Me pidió la cédula de identidad. Cuando leyó el nombre me miró inquisitivo. Examinó mi carnet de prensa por todos lados. Jurungó el forro, rojo también, que en letras doradas dice PRESS.
Tenía muchas ganas de detenerme, de seguir gritándome.
Algo lo detuvo. No sé qué fue.
Me devolvió mis documentos y pronunció una amenaza no muy velada, una orden: "¡Váyase, váyase si no quiere pasar más roncha!"
Comencé a caminar desorientada. No sabía por dónde bajarme de la Autopista. Alguien me gritó: "¡Guarimbera! ¡Guarimbera!" Como si fuera un insulto.
No es.
Al final, luego de 15 minutos de PNBs que me miraban con curiosidad y sospecha, salté un muro y caí en El Rosal.
"Justo antes de saltar me encontré un papelito.
¿Saben qué tenía escrito?
El Salmo 91.

Pequeños enormes milagros


     Sólo quería escribir que estoy conmovida. Súper conmovida. Y agradecida porque la verdad es que a mi me pasan cosas bonitas siempre. A diario. Pequeños o enormes milagros. Personas y momentos por los cuales mirar hacia arriba y agradecer. En unos días tan fuertes e impredecibles como los que vivimos acá adentro, "los de afuera" son un apoyo crucial. Yo he sentido que ustedes están allí incondicionalmente. Que comprenden y se angustian y apoyan y rezan. Ustedes son vitales. No se dejen convencer por los haters: ustedes son la Venezuela que extiende la mano y es generosa.Les digo todo esto porque ayer, cuando conté lo del extravío de mi celular y planteé la posibilidad de un GoFundme lo dije en serio. No tenía el dinero para reponerlo. Es la verdad. Mis finanzas están un poco famélicas. Y no me averguenza decirlo. Hiperinflación mediante no hay presupuesto que resista. Pero varios de ustedes se ofrecieron, sin pensarlo, a colaborar. Y sé, sentí que lo ofrecieron de corazón.Pero hubo alguien que discreta pero, contundentemente, me escribió: "Eu, I`ll fund it". Y no sólo lo hizo sino que se encargó de que un celular nuevo y precioso llegara a mis manos hoy. ¿Cómo no va a ser agradecido uno en la vida? Y, bueno, yo quiero darle gracias de viva voz a Mary Olivares Grunewaldt, mi prima, por su incondicionalidad, por su cariño, por su confianza en mi y su generosidad. Pero, muy especialmente, porque comprendió a cabalidad lo importante que es para mi contar la calle desde la calle. La necesidad de una live line. ¡Gracias, Mary! De corazón.Ahora eres mi patrocinante :D ¿Ven que "los de afuera" son fundamentales?

miércoles, 19 de abril de 2017

Paradojas

Hoy, por primera vez en cualquier marcha que recuerde, no respiré ni un gramo, ni una gota de gas. Hoy, me sentía falsamente segura porque del lado que yo me encontraba, rodeada de motorizados encapuchados con franelas rojas y un poco más allá con funcionarios públicos que bailaban tambores y gritaban: ¡Hueso! con alegría envidiable, sabía que no habría ni un ápice de represión. Sabía que mientras la marcha oficial pasará, yo estaría a salvo.
Y así fue.
No me rozó un perdigón, no me asfixié. Los muchachos, motorizados, encapuchados o no, estaban en ánimo festivo. Como en cualquier otra marcha revolucionaria en la que haya estado, estaba segura. Quizás nadie llamó a dar ninguna orden. No lo sé. No lo puedo afirmar.
El problema es que me tardé 5 minutos de más. Luego de que el Conas y la GNB llevaron 4 tanquetas para disuadir a quienes protestaban pacíficamente en la Autopista a nivel del Refugio Motorizado en Plaza Venezuela, debí irme de inmediato. Pero no lo hice. Me tardé.
Mi intuición que falla poco me susurró: guarda la cámara. Y eso hice. Luego escribí un tuit y lo envié. Y, un poco después, -segundos después en realidad- se me salió la germofobia y como moría de sed saqué el gel antibacterial y comencé a limpiar la botella de agua- Unos muchachos me habían pedido agua poco antes y ya no podía dejar de beber algo. Mala idea.
Había muchos motorizados en ese kilómetro escaso que separaba al madurismo de la enorme marcha opositora. Daban vueltas, hacían caballito. No sospeché nada cuando se acercó otra moto con dos hombres jóvenes. Uno se bajó y se me acerco: "Dame ese celular ya o te meto un plomazo!" Al principio no comprendí, sólo escuché "plomazo" y ví su gesto de encañonarme desde un bolso. No sé si vi o no vi el arma. Lo que pasó después lo viví como quien vive una experiencia extrasensorial o algo.
Siempre he dicho que uno no debe oponer resistencia, que uno entrega todo y se arrecha después. Eso no fue lo que pasó.
El muchacho no me miraba a los ojos. Yo comencé a darle patadas, le grité -y aqui vale un inciso francamente ridículo: resulta que yo nunca grito. Digo, es rarísimo. Hace unos meses grité y formé un escándalo en una cola y pretty much that´s it. Cuando me molestó sabrás que estoy furiosa sin necesidad de subir decibeles- Pues comencé a gritarle. Resulta que grito como una niña. Como gritaría una Barbie. Así grito. Eso lo pensé después, porque en algún momento del forcejeo, entre patadas y gritos le lancé el antibacterial y la botella de agua. Ahí fue cuando ví su desconcierto. Su duda. Me soltó.
Y comencé a correr por mi vida. Pensé que de la furia me iba a disparar desde lejos. Ya casi había sentido el plomazo en mi costado cuando me tenía encañonada. Corrí como nunca por el borde del Guaire. Esperando el disparo. Corrí hasta que me faltó el aire y me detuve. No sabía si me seguían en la moto.
Y entonces noté que no tenía el celular. "¿Qué? ¿Dónde está el celular? ¿Al final el tipo se lo llevó? ¿Ganó? ¿O se me cayó en la carrera?" Tenía que regresar.
Debo haber tenido cara de espanto. Sentía que tenía los ojos desorbitados. No había notado que tenía la camisa rasgada. Pedí ayuda a tres hombres. Los tres dijeron que no por razones cada una más estúpida que la otra. Sólo una mujer joven estuvo dispuesta a ayudarme. Caminó conmigo. Ella camino por el borde del Guaire, yo por el borde de la Autopista. La dejé atrás pensando que le había dicho hasta el aviso y yo estaba dispuesta a seguir más lejos. Cuando me devolvía con un grupo de jovenes de franco mal aspecto, ella me llamó ahora desde el carro: ¿De qué color es tu celular? Forro negro viejo, rojo.-Toma. Creo que se me abrió el Cielo. Casi me la comí a besos. Digo, hubiera podido hacerlo.
Comencé el camino de regreso a casa. Crucé de inmediato a la marcha madurista. Sabía que estaría más segura allí. Cuando llegué a Plaza Venezuela ví un nivel de militarización que no recuerdo haber visto ni el 27 de Febrero de 1989. Todas las vías hacia el Este estaban cerradas. La Avenida Solano, el Boulevard, la Casanova, La Libertador. Subí por La Florida y rodeé La Campiña. Mucha gente se regresaba por allí. De Pdvsa salían autobuses.
La panadería estaba abierta y yo moría de sed. Cuando intenté pagar una 7Up me di cuenta de que mi billetera no estaba. Y no tenía efectivo. Pensé, bueno, la boté cuando corría. O el ladrón se la llevó. Dos de tres no está tan mal, tengo la cámara, tengo el celular, se llevó la billetera. O alguien se la encontrará tirada al borde del Guaire.
Caminé a casa´desde La Campiña, pasé por La Libertador, por El Bosque, por Chacaito, en todas partes los rastros de la pelea desigual entre la GNB, la PNB, los motorizados y una población desarmada pero hastiada. Todos notaban mi camisa rasgada. No decían nada. Cada vez que se acercaba una moto los vellos de la nuca se me erizaban.
Llegué a casa sedienta. A cancelar las tarjetas. A ducharme. A comer algo. Resultó que había dejado olvidada la billetera.
Tres milagros hoy. Tres. Sé siempre que me protegen burda. Hoy les dí más trabajo que de costumbre.
Y lo agradezco.
Hoy me sentí, por primera vez, muy vulnerable como mujer. No me pregunten por qué. Me pareció que es más difícil, más peligroso vivir esto siendo mujer. Si, diría que soy una feminista light, yo no milito en nada salvo en mi obsesión por la LIbertad y la defensa de los animales. Hoy, sin embargo, sentí que hay una violencia de género que no habia experimentado en carne propia. Yo que siempre he andado sola por ahí, libremente, siento que voy a tener que buscar compañía.
Eso es nuevo.
Los días por venir lucen -y no lo voy a edulcorar- jodidos. Mucho. Pero hay que vivirlos. Mientras escribo suenan las cacerolas por mi casa. Hacía mucho tiempo que no sonaban por aqui.

19 de Abril

          Hoy fue un día duro. Un día enorme. Un día en el cual la gente se alzó para demostrar su estatura como pueblo. Un día en que Venezuela estuvo a la altura de su Historia. No estuve para verlo en realidad. Estaba del otro lado. No fue una decisión deliberada. Simplemente, fluí con la calle y terminé siguiendo la marcha oficialista. 

          Había gente. mucha gente. No sé cuánta. Pero, prácticamente en su totalidad, estaban todos uniformados. Era PDVSA Gas, PDVSA Occidente, PDVSA el Palito, el Seniat, PDVAL, funcionarios públicos  y muy poco pueblo llano, gente que no tenga nada qué perder, los desheredados que la Revolución ha dicho representar por años. Eran, en su mayoría, venezolanos que vinieron del interior, en autobuses. "Acarreados" como dirían en México. Si, es cierto, pero son venezolanos también. Venezolanos que existen, que cuentan. Que si estamos a punto de una transición o de un cambio o de lo que sea, tendrán que ser incluidos.

          Quizás quienes formaron parte de esa marea hermosa de gente pidiendo Libertad, orgullosa de vencer el miedo a todas las trampas y amenazas oficiales, estén embelesados con la gesta. Y así debe ser. Elevarse por encima del propio miedo. Salir de casa sabiendo que por protestar o estar mal parado en una calle una bala puede atravesarte el cráneo es como para paralizar a cualquiera. Y la mayoría de los venezolanos hoy decidieron sobreponerse, apretar los dientes y ejercer la dignidad y la Libertad como derecho. 

          Lo que digo es que, a juzgar por el nivel de militarización que se vivió hoy en la ciudad y la libertad con la que motorizados de diferentes partes del Distrito Capital y adyacencias, se paseaban bajo la mirada complaciente de los cuerpos de control de orden público, la pelea por ese cambio, por la Libertad, no va a ser nada fácil.

          Igual habrá que levantarse mañana y sobreponerse al miedo. No queda más remedio.

          

domingo, 16 de abril de 2017

Dermis y epidermis

               Hace algunos años comenzó a preocuparme una arruga.(Si, una, qué cuchi) Realmente me fastidiaba. Me ponía hielo, la estiraba, le hablaba, trataba de persuadirla para que regresase al lugar de donde vino -¿alguien sabe de dónde vienen las arrugas?-. Incluso, si, tuve la osadía de inyectarla y adormecerla por unos meses. 

      Si, lo hice. 

    No se me deformó la cara ni me transformé en otra persona. Escondí mi arruga y fui feliz.

     Ahora aquel tiempo parece tan lejano. 
     Y tan naif. 

    Ahora son dos. Las del ceño. Resulta que, tras 3 años de severa crisis en el país, mi arruga inicial consiguió una amiga que la acompaña a todas partes. No se separan nunca y pocas veces descansan. Y, por si fuera poco, tienen más amigas:   las de la risa, las de la preocupación y las de cuando entrecierro los ojos para ver mejor.

     O sea, ahora si que me tienen rodeada. Y ellas son más.

    Pero, ¿saben qué? Ahora no me importa. No es que me encante. Tampoco es que he perdido el juicio. Pero, la verdad, creo que sería casi criminal que, con todo lo que sé a estas alturas, anduviese con cara de bebé por la vida. Algo tiene que notarse que lloré muchas noches porque me sentí sola. A leguas tiene que verse que me he reído a carcajadas por años. Alguna evidencia debe quedar de que he vivido lo más intensamente que he podido. Que he bailado, que he viajado, que he soñado y que me he frustrado por no lograr la mitad de las cosas que soñé.

     Porque es un hecho, en la vida nadie te da garantías de nada. Tú puedes soñar todo lo grande que quieras, pero la vida, como una ola juguetona o perversa, te va a dar un revolcón a ver qué tan bueno eres tragando agua o arena. Y está bien. Eso es estar vivo. 

     En este punto, me parece inútil pensar en lo que perdí, en lo que no logré, en los que no se quedaron, en las veces que no gané o en la Ley de Gravedad. Prefiero pensar en todo lo que he ganado con el tiempo. Sé que ahora me paro mucho más segura en mis pies y que la apuesta es siempre conmigo misma. Y me encanta el desparpajo que te dan los años y el desenfado de ir por la vida siendo simplemente como soy. Sin traicionarme. Siendo bicho raro con total impunidad. Y ¿qué?

    Y como mi curiosidad es inagotable, estoy segura que me esperan decenas de retos por delante. Los espero entusiasmada. 

   Y, si, también vendrán más arrugas. Las espero pues serán testimonio de que gocé al máximo mi paso por este planeta.

     So, bring it on.