viernes, 1 de junio de 2012

Vuelo Pop-Rock

A propósito de lo inofensivos o no que pueden ser los poetas que llegan a 40 y el reportaje de Etiqueta Negra 65. No sè si es bueno o es malo, pero si sè que no es inofensivo. 

Vuelo pop-rock /Caracas, 16 de enero de 2012.

Te levantas de la cama 
caminas desnudo hacia el baño 
hermoso, 
longilíneo, 
pálido 
y te miro fijamente 
la obra de arte que eres 
y pienso 
ahora, aún vestido, 
serás siempre esta imagen en mi mente. 
Vuelves. 
Caminas hacia mi y pienso 
ni el David ni ningún griego 
es más hermoso que este cuerpo, 
-nada como un torso desnudo 
para despertar mi esencia- 
te reclinas sobre mi 
me río mientras te beso 
contigo soy ingrávida y pequeña, 
incontenible fuerza de la naturaleza, 
pantera asustadiza que recorre una estepa. 
Tu violencia y tu delicadeza, 
las administras con destreza. 
Usas tu lengua como espada 
y tus dedos como guía 
¿qué paisaje es el que miras? 
Al revés, 
por debajo, 
mi corazón se acelera, 
cíclope que se aleja, 
y en esa espalda que acaricias 
nacen alas que me elevan 
y mientras tu lengua 
y tus dedos 
y tu violencia 
y tu delicadeza 
me vuelven ingrávida y pequeña 
algo estalla en mi cabeza 
sacude mis huesos. 
De pronto veo galaxias y estrellas 
y I`m riding on the storm con Morrison 
y de Bosé soy la Nena 
y la sweet child de Axel 
ingrávida y pequeña 
con alas nuevas te amarro de mi pecho 
para que siga la fiesta 
subo, subo, subo 
y Donna susurra felina: I feel love 
y el Tyler chilla ¡Dream on! 
Y casi no puedo creerlo 
no hay horizonte desde aquí 
y te das vuelta 
y he perdido toda certeza 
¿quién era esta que yo era? 
Los Ramones gritan con fuerza 
keep moving like Jagger 
que ya casi has perdido la cabeza 
te baño de mi 
te bebo 
mientras estreno esas alas nuevas 
y la confusión 
y el mareo 
y el temblor 
y Mambo Café 
y L`Antró 
y Knulp 
y La Venencia 
y un cíclope con un ojo nuevo 
y un hombre y una mujer 
que pierden la consciencia. 
¡Cuántas cosas no sabía! 
Sensaciones desconocidas. 
Y cuando puedo pensar, pienso: 

Florence tiene razón
  
The dog days are over, 
the dog days are done! 
Can you hear the horses coming? 

Quiero más.

jueves, 1 de marzo de 2012

Espías y Quesos

Es un hecho, en caso de crisis extrema, ni siquiera me queda la posibilidad de convertirme en narcomula. Quedan también fuera de cuestión líder de resistencia clandestina ciudadana (hace un tiempo que he tenido esta fantasía), espía o agente encubierta del FBI.

No sé si el problema deriva de mi formación judeocristiana, de mi crianza tipo andino o, simplemente, de mi naturaleza. De veras, no lo sé.

Lo que si sé es que mentir me cuesta una barbaridad.

Por supuesto que he cometido un montón de delitos y pecados a lo largo de la vida. En especial cuando, abandonando mi identidad de persona y ciudadana, he adoptado la de periodista, como un superhéroe que se coloca la capa y asume sus superpoderes particulares y entonces las reglas de su universo se transforman, se diluyen, se doblan. Reglas que están allí para romperse.

Todos hemos hecho algo incorrecto, ilegal o pecaminoso alguna vez. Nadie puede ser tan aburrido, tan impecable ni tan estúpido. Lo comprobé hoy.

Yo, que no soporto pasar al lado de un mendigo sin darle algunas monedas, que me quedo esperando la luz roja aunque el de atrás me grite y que pago todas mis cuentas religiosamente hoy, bueno, hoy fui el perfecto ejemplo de lo que NO se hace y si Marta Rodríguez Miranda me hubiese visto de seguro hubiera creado un micro sobre mi censurable conducta.

Todo pasó en el supermercado. (No me pidan que diga en cuál que todavía me acelera el pulso la posibilidad de ser descubierta).

Ya tenía el carrito bastante provisto, galletas integrales, detergente para lavar los platos con aroma tropical, una lata de peras en almíbar, salsa de tomate...había hasta un lomito de casi 3 kilos. Digamos que todo fluía. No había mazeite ni leche en polvo ni azúcar, pero ya a eso estamos casi acostumbrados en este nuestro país de intensa soberania alimentaria.

Ya el charcutero me había sonreido y me había rebanado el queso amarillo uruguayo -"lo más delgadito que puedas" como habitual y muy fastidiosamente pido-, ya había conversado con el carnicero y tenía un gran pollo en el carrito y para que los santos no se quejen también tenía una buena provisión de velas blancas y rosadas.

Como digo, todo iba maravilloso....hasta que se me ocurrió pensar, golosamente sin duda, que me hacía falta queso blanco. Me acerqué a la nevera del autoservicio y empece a escoger entre los quesos de huequitos. Por alguna razón no me convencía ninguno y además, por una falla en el etiquetado, no lograba leer qué tipo de queso era (¿palmizulia? ¿delizulia? ¿huecozulia?) Indecisa bajé la vista y me topé con lo que no supe de entrada si era queso guayanés o queso telita. No me gusta el queso telita así que evito confundirme.

Era guayanés. Fantástico.

Agarré uno de los estuches y lo acerqué para verlo. Excelente. Estaba fresquito, lleno de ese liquidito blanco (¿leche? ¿suero?)Estaba superhúmedo, fresco, ya me lo imaginaba derritiéndose en una de esas arepas integrales que preparamos en casa desde hace más de 20 años.

Pero picky, exigente, perfeccionista, necia como soy quise comparar. Era poco probable que hubiese agarrado el mejor queso a la primera. Tomé otro estuche. ¡Qué queso tan fresco, tan jugoso...está perfecto! En ese momento no sé cómo (y eso que he rebobinado la película mental varias veces) saltó, -sí, sé que saltó-, uno de los quesos más jugosos se salió del estuche y fue a dar a mis pies. Yo que me encontraba semiagachada, pues había un carrito atravesado en medio de todo el proceso, salté a mi vez sobre el queso y lo recogí. Palpé con mi mano derecha toda la suavidad láctea y semilíquida de aquel queso y lo empotré como pude en el estuche.

Miré a todos lados, nadie parecía haber visto nada.

En ese momento saltó el segundo queso y luego el tercero. Ahora había dos enormes y jugosos quesos en el mugre piso. Salté sobre ellos con las dos manos, no sé cómo lo logré pero volví a meterlos en los estuches que ahora por supuesto no cerraban. Los puse un poco más allá, al lado de los quesos de huecos.

Miré de nuevo a todos lados, no sabía qué hacer, no podía pensar, de mis manos goteaba la leche, el suero, el jugo, no sé, y en un impulso de locos empujé el carrito hacia delante buscando un recodo donde esconderme. Mis manos eran la prueba del delito, sentía como si en lugar de leche goteasen sangre, recorría el pasillo pegado a las cajas buscando algo que me permitiese secarme. Las carpas cercanas a las sandalias de playa eran perfectas. ¡Noooo, no señora no se meta en ese pasillo..! Seguí casi corriendo mientras evaluaba opciones: el pasillo de perfumería era inútil y el de galletas también.Ni qué decir del de compotas. LLegué hasta el último pasillo, el de los licores y los refrescos, tenían una nevera de comida congelada. Ya no tenía más posibilidades. Era eso o acercarme a los plátanos que se hallaban a lo que percibí como 2 kilómetros y 3 empleados de distancia. Tomé una bolsa de pez sierra congelado tratando de impregnarla de la leche y luego miré el salmón ahumado con esperanza.

Esto es inútil, pensé. Me agaché y me sequé en las botas de mis bluejeans. Ahora sólo quedaba un sospechoso aroma incriminatorio Y ¿si el guardian de los quesos me estaba buscando? Y ¿si el gerente que estaba en el teléfono venía a regañarme? Y ¿si había circuito cerrado y alguien me había visto en cámara y me estaba buscando? Tendré que lanzarles el lomito de 3 kilos y salir corriendo, pensé casi en serio. Tenía que contactar a mi madre que todavía se hallaba enfrascada en una estéril conversación con el carnicero. La llamé al celular: ¡vente ya! ¡Tenemos que irnos! ¿Qué pasó? replicó impertinente. Después te explico, corté tajante. Te espero entre el chardonnet y el Baileys. Colgué y me sentí como en una película de espías.

Asomé la punta del carrito y vi a lo lejos el autoservicio con los maltrechos quesos. Nadie me miraba. Todo parecía normal. Entonces pensé: ¿Y si voy y confieso? Y digo que me asusté y por eso dejé los quesos abandonados y huí y no dije la verdad enseguida? No. Mejor no. Lo mejor es irse. Si hubiese seguido mis instintos de pánico hubiese soltado el carrito allí mismo y escapado hasta el carro.

Decidí hacer la cola para pagar.

Mi madre que ya se acercaba gritó: ¡no hagas la cola todavía que nos faltan algunas cosas! Creo que mis ojos han debido estar a punto de salirse de sus órbitas porque apenas me vió se aproximó un poco más mansa. ¿Qué te pasa? preguntó casi en un susurro pero con cara de sospechosa. Nada. Volví a proyectar esclerótica, cristalino y córnea todo lo que pude. Después te explico. Está bien, aceptó a regañadientes.

Todavía nos tardamos eternos 12 minutos en el proceso de pago y empaquetado. Yo miraba disimuladamente por detrás de mi hombro esperando que viniese el charcutero a reclamarme, pero ¿qué pasó, acaso no te rebané tu queso delgadito, como tú querías? ¿Por qué me dañaste mis quesos? o el Gerente: Señora, señora, sabemos lo que hizo con nuestros quesos, los guayaneses. ¡No crea que se va a salir con la suya!

En el último minuto, sudando, impaciente y temiendo lo peor, recordé que había que sellar el ticket de estacionamiento. Envié a mi madre que era inocente y salí como un rayo con el empaquetador. Una vez que la lata de peras en almíbar, la salsa de Pimienta negra para marinar y el lomito estuvieron a buen seguro en la maleta del carro, le di una propina de 20 bolívares por su silencio. Claro que él no sabía nada, no era mi cómplice, pero seguro se lo pensaría antes de denunciarme ante el charcutero o el gerente.

Creo que no volveré a ese supermercado. Es más, creo que nunca más volveré a comer queso guayanés. No he logrado quitarme ese olor a crimen de las manos.

Por eso, ahora sé, estoy segura, nunca podría ser espía.

lunes, 6 de febrero de 2012

Títulos

Lo superé.

Dejó de importarme.

Ahora no sé si debo empezar a preocuparme porque ya no me importa o si es una situación irreversible y tendré que vivir con este desparpajo el resto de mis días...

Desde hace algunos años comenzaron a llamarme señora en la calle. El empaquetador en el supermercado, el vigilante en el banco, el vendedor de celulares todos llegaron a la misma conclusión simultáneamente, el título que mejor le iba a esta mujer que tenían enfrente era el de señora.

Y si. Durante años me enfureció. A veces incluso hasta me avergonzó. Y es que a ese culto a la juventud que tenemos en nuestras sociedades sólo lo supera el obsesivo culto a la belleza según los parámetros de los medios.

Cada vez que lo escuchaba casi contorsionaba mi cuerpo como quien esquiva una bala. Me rebelaba interna y externamente: "pero si yo no tengo hijos, ni marido, ni siquiera he llegado a "cierta edad"..." Nada, el empaquetador, el vigilante y el vendedor ignoraban con determinación mis denodados esfuerzos por rechazar el título.

Y es que cuando te dicen señora es como si te asexuaran, te invisibilizaran y, encima, te decretasen que ya nunca más podrás bailar como loca en un concierto o comprender lo que sucede en la vida de las nuevas generaciones de las cuales se supone que tú sólo podrías ser la madre.

Como si, de repente, dejases de ser mujer. Aún peor, asumiendo que lo de ser mujer tiene una fecha de expiración. Y es que, desde mi punto de vista, el empaquetador, el vigilante y el vendedor tienen una visión miope y super reduccionista de la infinidad de versiones de mujer que existen en el mundo y todo lo que no encuadre bajo la etiqueta de mamita es, definitivamente, señora.

Pero en mi muda batalla contra esa estrechez mental y esa tiranía y control social del entorno, yo llegué a la conclusión de que ahora, en el siglo XXI, al borde del Apocalípsis y la Profecía Maya, una mujer que supera los 40 años no es una señora -o al menos no tiene que serlo si no lo desea. No bajo ese criterio tan limitante-. No. Para mi es "una tipa que sabe muchas cosas". Y ese es el título que me gusta. Y esa es la definición que ahora le doy a la palabra señora.

Así que Ok, disparen, diganme se-ño-ra cuantas veces quieran.

Eso si, con el término doña no he hecho aún las paces. Al que se atreva a proferirlo, lo muerdo.

sábado, 7 de enero de 2012

Moving like Jagger ;)

Este año TODOS somos rockstars. Me lo enseñò Luis. Asì que en 2012, I`m moving like Jagger ;)