lunes, 12 de julio de 2010

Ciudad de Desobedientes

Me encanta Caracas. Me encanta París, es cierto, amo ese aire bohemio que estimula los sentidos. Y también me seduce Ciudad de México con su caos de flores y tacos o Madrid con sus tapas y cañas en cada esquina...Pero Caracas es arisca, anárquica, rebelde y siempre llena de sorpresas. Rodeada por esas montañas mágicas en las que me sumerjo cada vez que puedo, Caracas siempre me hace un guiño...en cualquier esquina hay alguien haciendo algo loco, inusual con la mayor naturalidad. A veces, cuando estoy de suerte, sucede en varias esquinas simultáneamente y entonces, por un instante brevísimo mi vida es una delicia...

Hoy fue uno de esos días...pero hoy fue la Caracas subterránea la que me enamoró. Me monté en el metro en la estación de Chacaito. Eran alrededor de las 11 de la mañana. Dejé ir un tren pues el tumulto era excesivo y tomé el siguiente. Pasaron dos, tres, cinco, siete minutos y no nos movimos. Entonces se escuchó una voz en los parlantes: estimados usuarios, debido a fallas técnicas en la Estación de Agua Salud el servicio de metro presenta un FUERTE retraso. El operador puse un énfasis notable en la palabra fuerte y el tono fue regañón. Pero nadie se bajó. Ni el señor moreno de bigote entrecano y franela raida que estaba a mi lado y con el cual casi choqué, ni el muchacho de gorra rabiosamente naranja y sweater café con el número 10 en el pecho, ni la madre joven de tres nilas idénticas la una a la otra pero de diferentes edades que jugaban con globos de colores...tampoco se inmutó el muchacho alto, cacao al 70 por ciento, de gorra violeta a juego con sus bermudas a cuadros grises y malva..

Dos o tres minutos después insistió el mismo operador casi como incitándonos a que nos bajásemos del vagón: Señoras y señores usuarios debido a fallas técnicas en la Estación de Agua Salud el servicio de metro presenta un FUERTE retraso!!! Cada vez estaba más indignado y seguía entrando gente al tren en cada vagón. Ahora había una pareja de señores de alrededor de unos 60 años, él de barba blanca, ella con mechas doradas.

Y entonces nos soltaron la bomba. Señoras y Señores, habló una operadora con voz trémula y nerviosa, los tupamaros tomaron la estación de Agua Salud y el servicio de metro presenta un FUERTE retraso! Maulló.

Allí reaccionó la gente: el señor de barba gritó: "ESTE GOBIERNO DE MIERDA! MILITARES CAGONES!" Y algunos saltaron uy le gritaron: "¡Lávate la boca!" Se agitaron todos los asistentes...Hubo una inquietud general. la muchacha, a partir de ese momento y como si estuviera escuchando la reacción en los vagones, comenzó a repetir cada vez más angustiada con intervalos de escasos tres minutos entre parte y parte: "Señoras y señores los tupamaros tomaron la estación de matro de Agua Salud y el servicio de metro presenta un FUERTE retraso!" Su tono era cada vez más desesperado, con un pánico y exasperación cada vez menos contenido. Yo tenía que ir al centro de Caracas y además, para ser franca, me estaba divirtiendo. tenía ganas de llegarme hasta Agua Salud para preguntarle a los tupamaros, que, teóricamente son aliados del gobierno, ¿por qué habían tomado la estación de Agua Salud?

Al rato llegó una señora vestida de negro, en medio del calor y la testarudez de la mayoría de nosotros que nos negábamos a descender del tren que, de seguro, era lo que tenía exasperada a aquella pobre operadora. La señora de jeans negros y rasgos indiados era una testigo que aportó nueva información: en Agua Salud, por alguna razón, habían solicitado a los usuarios de uno de los vagones descender y estos se habían amotinado, roto vidrios y tomado la estación... Le repregunté y me dijo: Bueno, no sé, tú sabes que esta es una ciudad de desobedientes! Y le dije; y menos mal! La cosa se ponía mejor, ahora si que este animal de calle, adrenaline junkie que soy estaba gozando un mundo.

Algunos se rindieron luego de 20 minutos, la madre joven con las tres nilas y sus globos, por ejemplo, pero la sirena de negro con escote profundo, pecho generoso, de piernas canela y accesorios color turquesa, se negaba a levantar su voluptuosa humanidad del asiento plástico y se miraba nerviosamente en el cristal. El chico de cacao a 70 por ciento enviaba mensajes de texto y el chico de la gorra naranja conversaba conmigo. El señor gritón y su compañera se habían rendido también luego de la algarabía. Quizás por temor a que lo lincharan por puro fastidio...
Algunos minutos después arrancó el tren y llegamos a Sabana Grande. La operadora en crisis insistía y yo notaba como mi fértil imaginación me hacía sentir como si estuviese en un atentado terrorista. ¡Así se sentirán en los países donde el terrorismo es una realidad? Aún sin terrorismo real y a pesar de la cansada resignación de la mayoría, algo de pánico fluía en el ambiente. Y la pobre operadora era parte importante de ello. Unos cuantos minutos después nos movimos hasta la estación de Plaza venezuela y yo me preguntaba qué sería lo que estaba pasando en Agua Salud.. ¿Habría encapuchados? ¿Estarían algunos de los tupamaros que conozco? ¿Estaría cerrada la estación?
Detrás de mi escuché a nuestra terrorista local, esa que adquiere diversas formas pero que siempre está presente: la que cuenta en el momento más inapropiado como, también en el metro, alguien se dedicó a robar a todos los usuarios sin que nadie viniese a protegerlos. Era la personificación de un temor lejano que me flotaba en la parte más profunda de mi cerebro mientras esperaba tercamente. Pensé que era una posibilidad mucho más que factible.
El operador furioso anunció que nos dejarían en la Hoyada, que allí seríamos desalojados. Lo que le faltó fue decir: CUIDADO CON UNA VAINA! Y cumplió. Apenas llegamos a la Hoyada se abrieron las puertas y, aún en los vagones, apagaron todas las luces y yo pensé: ahora si, ahora si nos van a robar a todos...Pero nada pasó.
En total me pasé 50 minutos en un viaje que habitualmente se hace en 10 minutos. De Agua Salud a Chacaito hay 9 estaciones pero el terror transitaba más rápido que los trenes y los usuarios, nosotros, señoras y señores, fluctuábamos entre la operadora en crisis y el operador indignado que casi nos gritaban por no bajarnos del metro...

Al final llegué a Capitolio y mis tres diligencias por hacer resultaron dramáticamente fallidas, pero no cambio por nada ese viaje en el Metro de hoy: el más divertido de mi vida. Por eso me encanta Caracas con sus miles de muertos al año y sus mendigos que se reproducen como hongos en el bosque húmedo, me fascina porque cada vez que salgo de casa sé que me espera alguna aventura...