Pero llegó el minuto 61 y algo mágico pasó: volví a ser yo. Recordé la magnífica sensación de libertad que me produce llegar a un lugar desconocido. La deliciosa sensación de asombro y apertura que me producen las cosas nuevas. Sentir cómo todos mis sentidos reaccionan y se abren a lo nuevo. Y entonces decidí que Bogotá sería mía por los próximos 5 días. Y así fue.
Y como el Universo de veras es interactivo comenzaron las sincronicidades, las aparentes coincidencias y, por supuesto, las recompensas. Porque eso es lo mejor de cuando decides dejar de resistir y optas por fluir con el Universo, con aprovechar los limones que algún ocioso te lanza desde arriba, que todo parece encajar naturalmente y sin esfuerzo. Resulta que estás en el sitio que debías estar y no lo sabías. Sólo debes confiar. Se dice fácil, lo sé.
Pero ya que estaba allí, ya que todos mis planes se habían vuelto añicos, ya que había llorado y ya que sólo contaba con mi capacidad de improvisación, pues no perdía nada con disfrutar, con gozarme una experiencia imprevista. Y con esa casi inocencia me preparé a vivir Bogotá por un rato. Resultó que la ciudad estaba vestida de fotos y de arte y que por 3 ó 4 días fuí el ser más feliz del mundo sin darme cuenta.
La #FotográficaBogotá fue un regalo de los Dioses. Un regalo que recibí como si fuese sólo para mi. Me permitió recorrer casi toda la ciudad y visitar galerías, museos, escuelas de Arte y hasta edificios recuperados para que artistas plásticos tengan un espacio de trabajo. Bogotá fue generosa, amable y casi amorosa. Y lo mejor de todo, me permitió redescubrir quién soy y de hasta dónde soy capaz de llegar. Me permitió estirar mis límites y eso, tras el constreñimiento que ha implicado vivir en la Venezuela Revolucionaria estos últimos años es, sin duda, un regalo estupendo.
Pero este post no es sólo para maravillarme por la delicia paniqueante que es viajar solo sino también para hablar de algunos hallazgos fantásticos en fotografía. Aqui les dejó algunas imágenes de ese recorrido visual. El primero es Bohnchang Koo de Corea del Sur. La segunda es Lizette Abraham de México. La tercera es de una rusa que me voló el cerebro, Viktoria Sorochinsky, con un trabajo sobre la dinámica madre-hija, alucinante. La cuarta es la majestuosidad en el manejo de las proporciones de Los Museos Vaticanos de Massimo Listri. La quinta es de un francés cuyo nombre no recuerdo (Ooops) y la sexta es de Rita Ikonen y Karoline Hjorth de Finlandia y Noruega en un trabajo de retratos delicioso.
Y esto es apenas la punta del iceberg de lo que pude ver y absorber en esos 5 días. Gracias, Bogotá, por tu Montserrate, por tu gente y por tu Fotográfica 2015.