Eurídice Ledezma
¿Cuál
es el perfil del jubilado de PDVSA? ¿Es cierto que tiene pensiones
milmillonarias o esto es un mito? ¿Cuánto le cuesta cada jubilado a PDVSA?
¿Cuánto ha perdido cada jubilado tras la estafa Illarramendi al Fondo de
Pensiones? ¿Queda algo del Fondo de Pensiones? Y más aún: ¿Podrá PDVSA cumplir
con sus compromisos en cuanto a pasivos laborales en los próximos años?
¿CUÄNTO CUESTA UN JUBILADO?
En
2002 Hugo Chávez acusó a los pensionados de PDVSA de percibir pensiones de
oligarcas y advirtió que esto tendría que acabar, pues la estatal tenía que
jugar un rol clave en la política social de la Revolución Bolivariana. Esta,
sin duda, fue una promesa cumplida: hoy en día 85 por ciento del universo de
profesionales, técnicos y obreros jubilados de PDVSA recibe la pensión mínima
de 2.600 Bs más una suma casi idéntica por concepto de tarjeta electrónica de
alimentación. De este ajuste lineal u homologación hacia abajo se han encargado
la Junta Directiva de PDVSA, la inflación y otra serie de factores
macroeconómicos y de índole sociopolítica.
Con
una edad promedio de 70 años y una alta concentración en Distrito Capital y
Zulia, del universo de 25.000 jubilados, 21.250 perciben pensión mínima. Si a
la pensión y la TEA le sumáramos un monto promedio aproximado por los
medicamentos para atender los “cronicismos” -digamos que otros 2.600 bolívares
mensuales- eso sumaría 8 mil Bs mensuales. Podemos, entonces, iniciar una serie de estimaciones -un tanto
aventuradas, por supuesto- que nos llevarían a concluir que cada uno de esos
jubilados le cuesta a PDVSA -excluyendo el HCM- menos de 100 mil bolívares por
año: 96 mil bolívares, para ser más precisos. Y si seguimos infiriendo, nos
atrevemos a seguir empujando las cifras y transformamos ese monto al cambio del
dólar no oficial -imaginemos 29 Bs- resultaría que PDVSA paga por cada jubilado
un aproximado de 3.310 dólares al año. Si multiplicamos esa cifra por los 21
mil 250 jubilados estaríamos hablando de un monto total de 70.337.500 dólares
anuales. Eso sin incluir el 15 por ciento que está por encima de la pensión
mínima. Por supuesto, todas estas son estimaciones un tanto caprichosas sin la
data dura de PDVSA. Tal vez, incluso, un ejercicio mental estéril. Pero valdría
la pena conocer ese dato. ¿No?
EL BASTONAZO
A
las 9 de la mañana del 29 de mayo de 2013 hay una pancarta solitaria recostada
contra un árbol, tres señoras y un hombre de mirada aguerrida y piel tostada
que sostiene, descuidadamente, un megáfono. La primera impresión hace pensar
que la convocatoria a una protesta de jubilados denominada El Bastonazo ha sido
un fracaso. Pero no es así. El hombre de mirada intensa -que resulta ser líder
de la FUTEPV- asegura que cerca de 100 jubilados han ingresado al edificio y se
encuentran en la Oficina de Atención al Jubilado o en Recursos Humanos.
Mediante un pequeño ardid que implica ser la esposa de Pedro Vegas, un señor
muy distinguido y alto que ha accedido a servirme de salvoconducto, mi cámara
fotográfica y yo ingresamos a la sede principal de PDVSA en La Campiña.
Adentro
se encuentra ya Alvaro Malavé, un señor bajito y robusto vestido de negro que
apoya su pesada -pero hedonista- cadencia en un bastón de madera labrada que
uno de sus hijos le ha traido de Dubai. Malavé era subalterno de Vegas en el
Departamento de Recursos Humanos y la dinámica entre ambos parece no haber
cambiado con el proceso de jubilación y los años que los separan de su
condición de empleados activos de PDVSA. No logro evitar pensar que estoy
flanqueada por una suerte de Don Quijote y Sancho Panza del Caribe que, muy
amablemente, intentan garantizar que mi objetivo de presenciar la protesta
desde adentro llegue a feliz término sin percances. Sin embargo, es también
inevitable percibir que Vegas y Malavé son extranjeros, casi desterrados, de la
nueva PDVSA. Esa que “es de todos”. Caminan desorientados y con cierto temor de
hacer preguntas. Parecieran desear ser invisibles -quizás por mi causa- sin
tener plena conciencia de que ya lo son.
En
uno de los ires y venires por los pasillos observamos a la izquierda, tras un
ventanal de cristal, una larga fila de gente degustando un apetitoso buffet. Al
fondo hemos dejado un “operativo” de créditos para la adquisición de vehículos
auspiciado por el Banco de Venezuela y hemos esquivado un pequeño grupo de
niños de unos 6 ó 7 años que siguen a su maestra con sus sonrisas frescas. Un
poco más allá, también a la izquierda, observamos un artesanal monumento que
parece ser el recordatorio de la Cruz de Mayo. Al acercarnos nos percatamos,
sin mucho asombro, que es una suerte de ofrenda floral con cruz y objetos
diversos al difunto Presidente Hugo Chávez.
No sé si es Don Quijote o Sancho, pero alguno de los dos hace una mueca
de rechazo y dice: “para esto fue lo que quedó PDVSA”.
Subimos
a la Oficina de Atención al Jubilado. Nadie. Vamos a Recursos Humanos. No saben
nada. Volvemos a la Planta Baja. Vegas se decide valientemente a enfrentar los
molinos y pregunta. Ha escuchado a uno de los vigilantes hacer un comentario.
Los jubilados están en el Auditorio Simón Bolívar. Subimos por las escaleras.
Malavé hace un enorme esfuerzo por seguir el apurado ritmo de Vegas y,
resoplando, sube mezzanina y piso uno para recordar que tiene prótesis en ambas
rodillas. Un muchacho muy joven hace las veces de seguridad y guía de sala.
Finalmente, entramos. Son, ciertamente cerca de 100 ó 120 personas sentadas en
un auditorio muy mal iluminado. Al traste se va mi idea de retratarlos. Los
tres nos sentamos al fondo. En la tarima alguien enumera una serie de quejas.
Son señores mayores, casi 60 de ellos han venido de la Costa Oriental del Lago,
de Cabimas. Se los reconoce porque casi todos tienen la piel tostada por el sol
y pesadas bolsas marrón oscuro en las que llevan harina pan y azúcar. “En Zulia
no se consigue aceite, ni harina pan, ni pasta dental”. También asisten los
Comités de Damas de varias seccionales del interior y otro grupo de Carabobo,
la región andina y el Tigre.
La
protesta fue autogestionada. El gerente de la Seccional de Cabimas, José
Mogollón y el Director regional, Henry Morales organizaron a sus representados.
Martín Marcano, mirada ámbar y manos recias, me cuenta que cada uno pagó 100 Bs
para venirse en un autobús expreso desde Cabimas. Él también tiene una bolsa en
la que lleva harina y azúcar. Ha venido con sus compañeros, pues luego de 7
años de haber salido de la estatal todavía se le adeudan 4 vacaciones vencidas.
Me asegura que casi todos sus compañeros de viaje y de protesta están en la
misma situación aunque, días más tarde, cuando conversamos vía telefónica me
asegura que la atención de la clínica de PDVSA en Zulia es muy buena “no me
puedo quejar de PDVSA. Sería un ingrato si me quejara”.
Marcano
era capitán de lancha. Trabajó 28 años en la industria petrolera a la cual
ingresó por el impulso de su padre, Martín Marcano Ríos, -Capitán de puertos-,
que le sacó los papeles de marino cuando tenía 21 ó 22 años. Su padre llegó a
Zulia desde Margarita con la primera oleada de marinos: “ellos fueron los que
pararon esto aqui”. Percibe la pensión mínima, 2.600 Bs. ¿Y le alcanza? “Bueno,
hay veces que hay que estirarla”. A la pregunta de si ha tenido miedo de
participar en la protesta o si ha recibido amenazas responde: “Hacemos la
protesta sin abusar ni nada. Pacífica. Tranquilo y con buen corazón y cariño
nos atendieron”.
Dentro
del Auditorio Simón Bolívar no hay periodistas. Como ya es habitual y sin una
Ley de Acceso a la Información Pública, los reporteros de la fuente han debido
conformarse con cubrir la noticia desde afuera. Cuando ellos llegan, algunos de
los jubilados, -cansados del viaje o en plan de socializar-, se muestran
remolones y se resisten a bajar. Desciende un pequeño grupo que es el que
finalmente sale en las fotos de los medios nacionales. Son más. Son más en la
protesta. Son muchos más en total a nivel nacional. Todos afectados por la
misma problemática.
PROHIBIDAS LAS EMERGENCIAS
PDVSA
ha contratado pólizas de seguro que cubren la obviamente insuficiente cifra de
250 Bs anual por trabajos odontológicos. Hace alrededor de 7 años redujo la cobertura anual de cada
jubilado de 114 mil Bs a 57 mil, los cuales, en gran parte, son absorbidos por
la atención de los “cronicismos”. Masrua, Presidente encargado de AJIP, sin
embargo, asegura que “al César lo que es del César. Hasta ahora PDVSA siempre
ha respondido en cada caso que se ha excedido el límite en la cobertura de un
jubilado”.
Pero
la tensión que genera la discrecionalidad no es poca. Derechos y
reivindicaciones laborales que tendrían que estar garantizados reposan sobre la
buena voluntad del trabajador activo que atienda cada caso. El azar puede hacer
trampa. Hay casos, por ejemplo, en los cuales la atención de emergencias
médicas toma de sorpresa a los hijos que, al ingresar a las clínicas, se
encuentran con la exigencia de una carta aval para que el seguro de PDVSA sea
aceptado. La definición misma de emergencia niega la posibilidad de contar con
una carta aval que, regularmente, se demora entre una semana y quince días en ser
emitida. Si hay suerte -y recursos- los hijos pagan la factura y esperan por el
reembolso para encontrarse con que sólo se les aprueba 75 por ciento del monto,
pues no esperaron la clave, no solicitaron la carta aval. Discrecionalidad.
Azar.
Al
disgusto, sorpresa y vergüenza que genera la respuesta: “No aceptamos seguro de
PDVSA porque no nos ha pagado” se suma la angustia de la inflación que devora
los 2700 Bs mensuales aportados a través de la tarjeta electrónica de
alimentación. Con una canasta básica que ya en abril se ubicaba en 9.883 Bs ese
monto desaparece velozmente en los primeros quince días del mes. Especialmente,
si el jubilado debe adquirir medicinas para el tratamiento de sus cronicismos
en virtud de los retrasos que vienen presentando las farmacias proveedoras de
PDVSA.
Apenas
el pasado 18 de febrero de 2013 Luis Borges, Director de la Junta Directiva de
la Región Capital, firmaba una misiva dirigida a Waldo Ravello de la Gerencia
de Salud de PDVSA. En ella señalaba que, desde octubre de 2012 hasta esa fecha,
la Fundación Sana Salud, -una de las principales proveedoras de medicamentos
para la atención de “cronicismos”-, no estaba suministrando los mismos. Ello
implicaba que cada jubilado con hipertensión o afecciones cardíacas, por
ejemplo, debía comprar sus medicinas para luego solicitar el reembolso. Esto no
es ya ni inusual ni extraño.
Ciertamente,
el jubilado promedio de la industria petrolera vive con algunas garantías más
que el de otros sectores, pero es fácil detectar una sozobra, un susto, un
exceso de adrenalina cada vez que a un jubilado se le habla de la situación
financiera de la empresa que ayudó a construir casi desde cero. El temor al
incumplimiento de pago de las pensiones es un fantasma casi tangible. La
situación financiera de PDVSA es objeto de preocupación para muchos.
PDVSA EN ROJO
En
1998 PDVSA aseguraba que la producción petrolera nacional era de 3.329.000 barriles diarios y los estados
financieros presentados por Espiñeira Sheldon y Asociados reflejaban una deuda
total de 7 mil millones (7. 102.000.000) de dólares con un precio promedio del
barril de 10,57 dólares. Al cierre de 2012 y según la auditoría realizada por
la firma KPMG la deuda financiera de la estatal es de 40 mil millones
(40.026.000.000) de dólares -sin considerar cuentas por pagar a proveedores,
ISLR, beneficios a empleados activos y jubilados ni los posibles pagos por
arbitrajes internacionales, entre otros- y con un precio promedio del barril de
petróleo que los expertos sitúan entre 102 y 104 dólares.
Las
cifras dan vértigo. Simplifiquemos. La deuda financiera consolidada de PDVSA
creció 563 por ciento entre 1998 y 2012 y no muestra señales de detener esa
tendencia. Al contrario, las cifras estimadas al cierre del primer cuatrimestre
la ratifican. Por cierto, dos detalles: el primero, del total de la deuda sólo
está justificado 6,2 por ciento. Entiéndase: 93,8 por ciento no se sabe a qué
se dedica. El segundo, apenas ayer, PDVSA se endeudó con el gobierno chino por
4.015 millones de dólares a cuenta del acuerdo con Sinovensa.
En
ese contexto financiero, es fácil darle veracidad a la tesis de que el Fondo de
Pensiones de los jubilados de PDVSA se está utilizando como caja chica. Y
decimos se está utilizando porque de acuerdo a la estimación del Presidente
encargado de AJIP, Felipe Masrua, Francisco Illarramendi “sólo” habría
malversado cerca de 600 millones de dólares de un total de 2 mil millones de
dólares que sería la cifra real de lo que tendría este fondo. La pregunta obvia
allí es: ¿existe todavía ese capital? ¿dónde está ese dinero? ¿existe la
posibilidad real de que los jubilados accedan a los intereses que les
corresponden y que PDVSA no paga desde hace más de 7 años?
AJIP
no interviene en la gestión de su propio dinero desde la misma creación del
Fondo que tuvo lugar en 1993. Cuando los propios representantes del sector
optaron por dejar en manos de la Dirección de Finanzas de PDVSA la labor de
invertir y multiplicar el dinero aportado por los empleados en situación de
retiro. La decisión obedeció a que confiaban en la estatal y sus
procedimientos, en una gestión transparente. A la luz de los acontecimientos,
esa percepción ha cambiado drásticamente y AJIP y sus afiliados, alrededor de
14 mil de un universo de 25 mil jubilados, han planteado la necesidad de
obtener más control y supervisión de unos fondos de los cuales son, por
estatutos, los legítimos y únicos beneficiarios.
¿QUEDA ALGO?
Masroua
atribuye la desmejora de los beneficios a “un mal diseño del plan de
jubilación. Se han hecho ajustes lineales. Sin considerar el sueldo base que
devengaba el ex-trabajador cuando era activo. Ha intervenido la inflación...”
La Asociación de Jubilados de la Industria Petrolera, AJIP, fue creada hace 38
años y tiene alrededor de 14 mil asociados, -cerca de 60 por ciento del
universo total ya que la afiliación es opcional-. Cuenta con una Oficina
Central Directiva en Caracas y 8 oficinas regionales cada una con sus
seccionales. En total 33 oficinas a nivel nacional. Aún así, carta tras carta,
solicitud tras solicitud, llamada tras llamada, Victor Aular, actual Director
de Finanzas de PDVSA, ignora con eficiencia su existencia y demandas. Masroua
no es un hombre débil. Al contrario, parece un vaquero de manos enormes y voz
potente, realista al punto del escepticismo, pero dispuesto a dar la batalla de
la manera más eficiente que conoce: negociando, presionando, argumentando. El
problema parece ser la falta de interlocución.
Cuenta
que antes -antes- la propia asociación entregó el control del Fondo de
Pensiones a PDVSA con la confianza de que había transparencia en el manejo de
ese capital. Cuenta que se hacían inversiones en Venezuela y en el extranjero.
Y que la banca nacional hacía préstamos overnight. Eran sólo “papeles” y
algunos inmuebles. Se rendían cuentas anualmente. Cuenta que una vez la Caja de
Ahorros de Maraven ganó 120 por ciento y eso ocasionó sanciones a la directiva.
Habían hecho inversiones riesgosas. Cuenta que el Fondo de Pensiones es dueño
del antiguo edificio de la Embajada Americana en la Floresta. Que allí
funcionan como 5 empresas y no pagan alquiler. Le pidieron a PDVSA que se los
entregara, pues ese edificio es de los
jubilados y ellos lo quieren administrar. No han contestado.
-Pero
eso son minucias comparado con el capital del fondo. El Fondo de Pensiones es
un monstruo tiene más dinero que cualquier banco en este país.
-¿Ustedes
están tratando ahorita de recuperar el control del Fondo?
-De
recuperarlo, no, porque nunca lo hemos tenido.
-¿De
tenerlo entonces? Están negociando eso.
-Jamás
en la vida. ¿Cómo manejamos nosotros ese monstruo? ¿Sabes cuánto dinero tiene
el Fondo de Pensiones? Oyeme la cifra: en dólares 2 mil millones de dólares y
en bolívares 2 billones.
-¿Aún
después de la estafa de Illarramendi?
-La
estafa de Illarramendi tumbó 600 millones de dólares. Bueno, eso no es tan
cierto. De los 600 millones 400 eran nuestros y 200 de los activos.
-PDVSA
nunca se involucró en la demanda a pesar de la oferta de Ramírez, ¿no?
-Es
que no puede involucrarse porque no es parte. PDVSA se buscó al bandido de
Illarramendi. Hay un juicio penal y un juicio civil.
-Pero
Ramírez ofreció...
-Cuento
de camino. Ellos contrataron un bufete de abogados allá en Connecticut para que
le haga seguimiento al juicio. Para que vaya todos los días al tribunal y lea
el expediente.
-¿Más
nada?
-Más
nada.
-¿Ningún
otro objetivo?
-No,
no. “Manténme informado. Yo te contrato para que me mantengas informado”.
-¿Qué
pasará cuando le dicten sentencia a Illarramendi y los demás involucrados? ¿Qué
pasa con el dinero?
-Son
dos cosas diferentes. Hay un juicio penal y hay un juicio civil. El “receiver”
-lo que aquí en Venezuela llamamos el síndico de la quiebra- le pidió al juez
que le diera pròrrogas y el juicio ha estado paralizado. Pero creo que ya el
juez se cansó y dijo que, de lo que se consiga, se indemnizará primero a los
nacionales de Estados Unidos y después a los extranjeros.
-Pero
la demanda señala que la mayor parte de los fondos malversados eran de
ciudadanos off-shore, no de ciudadanos norteamericanos. ¿Cuántos ciudadanos
norteamericanos habría?
-No
tengo ni idea. Pero tampoco lo veas por ciudadano sino por capitales. Porque a
lo mejor tú eres uno pero te deben 100 millones.
-
¿Y es una expectativa realista esperar
recuperar algo de este monto?
-
Creo que si. He visto que se encontró
dinero. Y Ramírez en alguna oportunidad dijo que si no lo pagan PDVSA asumiría.
Pero...¿Qué van a pagar si se están endeudando con todo el mundo? ¿Qué van a
preocuparse de los jubilados y sus 400 millones?
-
¿Y los otros reales?
-
¿Ah?
-
Los otros. Porque estamos hablando de 2
mil millones de dólares.
-
Bueno, los otros se supone que están
colocados.
-
¿Por parte de PDVSA?
-
Del Fondo de Pensiones.
-
¿Pero tienen certeza de eso? De que
están colocados. ¿Saben dónde están? ¿Tienen informes?
-
Ellos se supone que tienen que
rendirnos cuentas todos los años. A través de los estados financieros
auditados.
-
Y eso no está sucediendo.
-
¿Tú sabes cuándo fue la última vez que
nos rindieron cuentas?
-
No.
-
El año 2002.
¿CUÄNTO HA PERDIDO CADA JUBILADO?
Intentar
determinar cuánto ha perdido cada jubilado en los últimos 7 u 8 años implicaría
casi bucear en las finanzas de PDVSA. El propio Masrua no se anima a hacer un
cálculo. Señala que el monto es individual. De acuerdo al sueldo que se
devengaba al salir de la estatal.
Pero cuando, José Fuentes de la Seccional
Cabimas, menciona desde la tarima el tema del Fondo de Pensiones y a los
culpables del desfalco se escuchan voces de todas partes del Auditorio Simón
Bolívar:¡Illarramendi... Eudo Mario Carruyo!... Nadie se atreve a mencionar
otros nombres. Todos están empapados en el caso: la estafa de la cual han sido
objeto y por la cual nadie parece responder. Illarramendi se ha declarado
culpable de fraude de valores, fraude electrónico y conspiración para obstruir
a la Justicia ante el Juez que conoce la demanda interpuesta por la Comisión de
Valores de Connecticut en enero de 2011. Dos años después, el estratégico
cambio de abogados y los diferimientos en las audiencias, han retardado la
sentencia pero se esperan resultados. Hay 25 mil almas esperando resultados. Y
compensación.