Desde hace horas me siento mal, Culpable. Ingrata. ¿Cómo es posible que después de que el gobierno de Obama elimine al peor villano de la Historia todavía tenga yo (y millones de personas más alrededor del globo) la osadía de dudar la veracidad de la noticia?
¿Cómo se me ocurre pensar que todo puede ser una patraña y que Osama Bin Laden no está muerto?
¿Cómo puede extrañarme que me pidan que crea en el asesinato-sin-cuerpo de Bin Laden como en un acto de fe?
¿Cómo, incluso, se me ocurre cuestionar la legalidad y moralidad de la ejecución sumaria de un terrorista que también tenía derecho a ser juzgado por sus crímenes?
¿Cómo puedo temer que este sea el equivalente a la aplicación de la pena de muerte bajo la mirada cómplice de todo el planeta?
Y encima sospechar de las fotos de muerte por photoshop en contraposición a la versión del "entierro" en el mar...
¿Y cómo puedo tener el cinismo de pensar que entre la Boda Real, la sospechosamente acelerada beatificación de Juan Pablo II y la ejecución del hombre más buscado de la Tierra, esto parece el guión de una película de Hollywood?
En fin que torturándome con todas estas dudas y autocuestionamientos en mente dí con la verdad.
Si. Sorprendente lo sé, pero es que cuando me afano puedo ser muy aguda, perceptiva...Ya sé qué fue lo que pasó.
La pobre gente de la CIA que llevaba 8 meses indignada observando que Osama vivía en una mansión y no en una cueva como Saddam Hussein, encontró hace varios días cómo vulnerar el bunker, entró y exterminó al peor enemigo de la humanidad. Good for them!
El problema es que al día siguiente era la boda de los ahora Duques de Cambridge. No podían robarle el show a Kate Middleton. We can NOT steal her thunder!
Y después venía la beatificación de Juan Pablo II, la mayor operación de Relaciones Públicas del Vaticano en los últimos años. Tampoco podían estropear un acto de reunificación cristiana semejante y, mucho menos por un terrorista islámico. Eso sería un absurdo.
En agradecimiento y tal como lo dijo Alan García, Karol Wojtila hizo su PRIMER milagro como beato: ¡Aniquilar a Bin Laden!
Claro que hasta el Papa peregrino necesita un poco de ayuda humana para lograr algo TAN grande. Y allí fue donde falló todo, pues -cansados de esperar- los encargados de la operación decidieron llevarse el cuerpo ya muy descompuesto a Estados Unidos pero en medio de una turbulencia se les cayó al mar y, bueno, ya saben los tiburones, las pirañas, la palometa peluda...
Lo dicho: la muerte de Bin Laden fue un milagro y como tal no se debe jurungar más.