viernes, 28 de marzo de 2014

El Poema

Veleros- mares tus ojos

La noche crece en el tornasol de tus ojeras
derribando cielos sobre mi corazón tranquilo
y el viento de setiembre levanta sus cosechas
sobre el torbellino de mi sangre en filo.

Ya presiento el sueño de tu cuerpo tierno
llenándose de cantos por mis labios no dichos
y acariciando con ternuras de durazno
salobres llamas de inquietos maleficios.

Cuando cintilamos en temblores estelares
en el caracol de sombras nacen los nardos
de tus senos amantes, y los malabares
derramados alrededor de sueños largos.

Entonces de tu vientre parten veleros-mares
a otras orillas,
mansos cual luceros ciegos.

Rómulo Ledezma Márquez
8 de Febrero del 64.


PORQUE LA POLÍTICA SIEMPRE ES ALGO PERSONAL

     Estos días pienso mucho en mi padre, Rómulo Ledezma, a quien le decían El Diablo y El Poeta. Número de prontuario en la Seguridad Nacional 16.634. Detenido el 21 de mayo del 57, con 22 años, para "averiguación relacionada con una presunta huelga estudiantil".  

   Dice J.A. Catalá que "perteneció al cuarto grupo de secuestrados políticos enviados desde Caracas a la Cárcel Nueva de Ciudad Bolívar". Aunque a mi siempre me dijeron que estuvo en Guasina, aquella isla maldita de paludismo, disentería y violencia de la que casi nadie sabía.


      Me cuentan que mi abuela Carola, su madre, lo buscaba desesperada y le negaban que estaba preso. Los miembros de la SN bajo el mando de Pedro Estrada le hacían desplantes. Mi abuela, una mujer llanera, recia, fuerte como un roble, madre de 6 hijos, no abandonaba su lucha. Me cuentan que a mi padre lo torturaron. Lo montaron en el rin, le pusieron electricidad, lo ahogaron en el barril y lo mantuvieron preso por casi 1 año durante el cual sufrió frecuentes golpizas. Compartió celda con Ramón J. Velázquez y lo inyectaba aunque nunca recuerdo por qué. 

     Estos días, de veras, pienso mucho en mi padre. 


     Ese joven que luchó contra la dictadura durante años antes de su captura. Que fue cofundador del MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, y que conspiró por convicción. Cabeza caliente. De 1948 a 1958 se le acabó a mi padre la adolescencia y le llegó la adultez. Y había pasado tanto en ese tiempo. Ese 23 de enero de 1958 no sólo caía la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, imagino que ese habrá sido el cumpleaños más alucinante que mi padre haya tenido en su vida.



     Nueve años después, -dos hijos después-, mi padre moría de un tumor cerebral que siempre atribuí a los golpes que le propinaron en la SN. Para ser honesta no sé si fue así, aunque me parece una conclusión lógica. Aún conservo como uno de mis mayores tesoros el obituario en el cual toda la izquierda nacional lo despide. Es un papel amarillento, única prueba de que mi padre fue un luchador de la justicia social. Y un cuaderno de notas y un libro de Rimbaud y otro de Marx y Hegel y ese poema escrito a mi madre que más adelante transcribo. 


     Estos días pienso mucho en mi padre, pues la historia es cíclica y me parece que lo veo en los estudiantes que protestan. Y me imagino a Rómulo Ledezma con una máscara antigás organizando barricadas y liderizando alguna protesta. 

     Y es curioso lo relativo del tiempo -y de la percepción- porque hoy yo podría ser madre de mi padre cuando lo imagino con la capucha y la piedra. Y entonces se me alivia un poco el corazón. 

     No es así los días que pienso que perdí a mi padre por la Democracia y la Justicia Social y que de nuevo estamos en el mismo punto y que la Historia se repite. 


     Así que, días como hoy, prefiero verlo con capucha y con máscara antigás y con una piedra en la mano, luchando por un mejor futuro, repartiendo volantes, haciendo vida política. Y recuerdo las historias de mis tías sobre los allanamientos de la SN, sobre la persecución, sobre la Clandestinidad. Con mayúsculas. Una palabra que era realmente demasiado grande para la niña que escuchaba esas historias con los ojos muy abiertos. Casi tan grande como la palabra Dictadura. Y me acuerdo de que mi abuela materna decía que con Pérez Jiménez se vivía bien. Sólo había que cuidarse de "no meterse en política. No hablar de política".



     No hablar de política. No interesarse por la política. No cuestionar. No quejarse. Someterse. Conformarse. Invisibilizarse. Adular al poderoso. Mirar hacia otro lado. Callar. 

     Mi padre no hizo eso. 

     Sus hijos tampoco.


     Estos días pienso mucho en mi padre. Son días de furia. Días de gas. Días de resistencia. Días de rebeldía. Días de capucha, máscara antigás y piedra. Días de angustia y de madres que, como mi abuela, buscan a sus hijos. defienden a sus hijos. No se rinden. Días de madres estoicas y de jóvenes tercos. Valientes. Y sé que mi padre no habría estado de acuerdo con ninguna dictadura, fuera ésta de derecha o de izquierda.  

     Si. Estos días pienso mucho en mi padre. 

     Me acompaña su esencia libertaria, su rebeldía, su coraje y su inteligencia. 

   Si me concentro un poco, lo veo allá, a lo lejos, flaco, orejón y desgarbado, con una franela vieja, lanzando una piedra.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Dìa 30 de protestas.12M

La convocatoria del Movimiento Estudiantil a Ciudad Banesco era para las 10 am. Son las 10: 45 y aùn no he salido de casa. Casi al trote llego a la Av. Principal de Las Mercedes y encuentro alrededor de 100 personas caminando hacia Bello Monte. Me relajo. Veo una pancarta que lleva un señor de alrededor de 60 años: "Tan lejos de Dios, Tan cerca de Cuba". La gente, en su mayorìa jòvenes y padres, va contenta, decidida.

Llegamos al punto de reuniòn a las 11 y 20 de la mañana y el representante de la Unimet toma la palabra. Es suave, casi gentil:"Esta no es una lucha entre venezolanos. Esta es una lucha contra un gobierno represor". Le cede el turno al lìder estudiantil de la Universidad Catòlica de Santa Rosa. Es pequeño, casi diminuto, pero su verbo es màs preciso, casi feroz: "que sepan que los estudiantes no le vuelven a pedir ningùn permiso para ir a Libertador porque las calles son del pueblo. Que sepan que aqui està el Este y el Oeste. Està Antìmano, està Catia, està Caricuao" La gente grita y aplaude. Hay muchos jòvenes con pancartas y padres y madres y abuelos. El sol està fuerte pero nadie parece notarlo.

"Nosotros no vamos a luchar pueblo contra pueblo. La lucha es ahora o nunca por el paìs y el que se cansa, pierde" continùa el líder de la UCSR cuyo verbo va entusiasmando a la gente que ya colma de Ciudad Banesco hasta la mitad de la Av. Principal de Bello Monte. Son las 12 y algo. "Nosotros no tenemos armas. Tenemos gorras. Tenemos banderas. Tenemos a nuestras madres que desde pequeños nos enseñaron a ser valientes. Nosotros, los jòvenes, sì tenemos los cojones para acabar con este peo, chico!" concluye y la gente lo ovaciona. Pide un minuto de bulla y el ambiente casi recuerda una samba. Casi saliendo grita: "¡Nosotros no nos arrodillamos!". Todos corean ¡Estudiantes, Estudiantes! y las palmas al aire."¡Viva Venezuela, carajo!La calle es la salida y Venezuela es la llamada"cierra el joven. Me he detenido al lado de un carrito de frappe. Segundos atràs me preguntaba què pensarìa este muchacho que escuchaba con tanta atenciòn al dirigente estudiantil. No tengo ni què preguntar. El muchacho aplaude. That`s my cue.

-O sea que tù estàs de acuerdo, le preguntò. 
-¡Claro! responde sin pestañear.
-Y¿ por què? insisto.
-Porque estoy cansado de hacer cola, por la falta de oportunidades. No es posible que mi pareja es licenciada y yo gano màs que ella como buhonero. Quiero un paìs con oportunidades. 
Tiene 26 años y se llama Josè Conde.

Luego toma el micròfono una dirigente estudiantil de Trabajo Social de la UCV. Con voz muy suave : "Le decimos al gobierno que no nos importa que nos van a quitar el pasaporte, la visa, lo que les de la gana, porque nuestro futuro es aqui en el paìs" Varias veces ha utilizado la palabra caramba. Algunos chicos se rìen. Pienso que alguien debe enseñarle el valor de un carajo bien dicho en el momento preciso.

Toma la palabra Juan Quintana, lìder estudiantil de la Universidad Alejandro Humboldt, quien arranca diciendo: "Todos los dìas las personas salen porque tienen una idea y esa idea es que queremos una mejor Venezuela.  Pero no nos dejen solos a los estudiantes en la calle. Nuestro reto es generacional. Nuestro reto es reconstruir a Venezuela y espero que nos acompañen en esa lucha."

Sube otra dirigente estudiantil. Màs aguerrida, menos tìmida. No alcanzo a escuchar su nombre. "Treinta dìas de protesta. Si. Pero van màs de 15 años de lucha. Hay que seguir. Nicolàs Maduro no te tenemos miedo. El movimiento estudiantil està en la calle y no le comemos cuento a Jorge Rodrìguez tampoco". Sube alguien màs y mientras habla la mujer color canela de alrededor de 55 años le grita: "¡Èchale a Maduro!" El chico que tiene el micròfono no la escucha y sigue: "para aquellos con planes macabros: la voz del estudiante no se calla porque es el eco de la voz del pueblo que no està dispuesto a callar". Y remata "porque aquì los legìtimos somos los estudiantes y no este gobierno balurdo y chimbo que se hace llamar democràtico".

Ya son màs de las 12 y entre discurso y discurso los estudiantes dicen estar ya listos para que la marcha arranque. Alguien comienza a cantar el Himno Nacional y todos se suman. Suena apagado. No alegre como otras veces. Pienso que ùltimamente rezamos el Himno. Si, lo rezamos. Cada vez que se canta el Himno Nacional en una marcha es como si quienes protestan se envolviesen en un manto sagrado, un escudo. Hay algo de religiosidad en ese ritual.

Me encuentro con Luis Teràn, el vendedor de mandarinas con quien hablè hace un par de semanas. Lo saludo como quien se reencuentra con un amigo de infancia. Me dice: "he pensado en usted". "Y yo en ti, Luis, pero hoy llegaste tarde. Tienes eso full de mandarinas". Se rìe. Le digo que cuando la marea baje lo llamarè y le pregunto por su familia. "Chao, Luis". "Espere, tome". Me regala una mandarina.

Una consigna màs para calentar: 
"Defensora, Defensora què cagada se te ve.
Mientras matan estudiantes, 
tù la cagas en tv"
  
Finalmente la marcha arranca. 
Hay algo de tensiòn en el ambiente.

Los estudiantes de la UCV van a la vanguardia, los siguen los de la Simòn. Cantan mientras caminan: 
"¿Por què, por què? ¿Por què nos asesinan?
¡Si somos el futuro de Amèrica Latina!"

 Me tropiezo con un chico muy joven de 23 años, estudiante de la UCAB. Caminamos el uno junto al otro mientras me cuenta: "yo no he tirado ni una piedra. Mi misiòn es devolver las bombas lacrimògenas para que no se disperse la gente". Me habla muy serio, con algo de tristeza. Es un muchacho precioso pero hay en èl como una decepciòn, un dolor. "Yo esperaba ver màs gente hoy" se queja. Le digo que vi mucha gente atràs. Y le preguntò que si èl cree que hoy estàn màs tensos. Me dice que si, que ha habido muchos rumores. Los colectivos. "Esto ya lleva 15 años. Y en todo ese tiempo el gobierno ha armado a la gente. Y nosotros sòlo salimos con piedras. No es justo. Y ¿cuàndo van a salir los de 30, los egresados? Y claro, los polìticos obviamente se aprovechan de que uno tiene 23 y no tiene nada que perder, que es un loco. Pero ¿cuàndo se va a unir la sociedad? Lo ùnico bueno es que realmente hay mucho chavista arrecho y ellos se han ido uniendo a la lucha." Me despido. Su tristeza es casi contagiosa. Pienso que no tiene nada de loco. Que es quizàs màs serio que algunos de 50 que he conocido.


Vamos caminando por Las Tres Gracias y subimos por San Pedro. Hay algo de desorden pero los estudiantes no retroceden. Van cantando. "¡Estudiantes! ¡Estudiantes! ¡Somos estudiantes! ¿Què queremos? ¡Libertad!" Y luego cambia la consigna. Es para la gente que los ve pasar desde las ventanas de sus casas: Si quieres democracia, baja de tu casa. La gente sale a la puerta de los negocios. Un alto porcentaje de ellos graba la marcha con sus celulares. Los otros miran, desde la incomprensiòn hasta el abierto rechazo. Otros, desde las ventanas, apoyan, asienten discretamente.


A las puertas de la UCV alguien pasa con una pancarta "Basta de discursos hipòcritas" Saludo a la Rectora Cecilia Arocha que camina con los ucevistas. Ella sonrìe animada.Lleva el ritmo de los muchachos. Pocos metros despuès noto una miniconmociòn. Ha llegado Marìa Corina Machado. Todos quieren una foto. Caminamos ya al lado del Clìnico Universitario. Mèdicos, enferemars y otras personas han salido a los balcones. Los muchachos los saludan Ellos aplauden. Los muchachos se emocionan. Se sienten apoyados. Gritan màs consignas. Uno de ellos mismos dice que frente al Clìnico no porque hay enfermos. Callan. Pocos metros despuès alguien les grita Bravo! desde el Instituto de Inmunologìa. Se emocionan de nuevo y ahora no hay quien los calle.

Veo a un chico muy joven en uno de los laterales hablando por telèfono. Me detengo a conversar con èl. No me da su nombre. Tiene 18 años, es de Valera y estudia en la UCAB. Me cuenta que Valera ayer estaba militarizada y que a un primo suyo le dispararon 17 perdigones en un costado. Le pregunto ¿Por què estàs aqui? Responde: Porque quiero un mejor futuro y porque no me aguanto las mentiras del gobierno. Yo soy un buscador de la verdad" Y no tienes miedo? No tengo miedo. Sin embargo no me mira a los ojos cuando lo dice. Tengo fe en que esto va a despertar al pueblo venezolano. Yo nacì aqui. Igual que ellos. Esto es mìo".

A la 1:03 minutos de la tarde nos topamos con una graduaciòn de Inspectores de Salud Pùblica. La promociòn total roza los 400 pero en la PLaza del Rectorado hay menos de 20 regados por ahi. Se solidarizan con los estudiantes. e toman fotos. Conversan. Le pregunto a una de ellos, Ismary Betancourt, si està de acuerdo con las protestas y por què: Me dice "Si. Porque esto no sirve. enemos que lograr una nueva Venezuela."

A la 1 y 23 minutos todavìa no hemos salido de la UCV. EStamos detenidos pues los estudiantes estàn negociando el permiso. Con un megàfono una chica de voz muy chillona anima a la gente y explica que les han dicho que la marcha oficialista va pasando por Plaza Venezuela y que una vez termine, podremos abandonar el recinto universitario y seguir hacia la Defensorìa del Pueblo. Que sòlo son 10 minutos màs. Otra de ese grupo toma el megàfono y dice: "Deebemos aprovechar este momento de la Historia. Podemos cambiar la Historia."

Veo a alguien que ha sacado una viandita y come spaguetti. Te lo preparò tu mamà. No, me lo preparè yo. No he desayunado. Buen provecho. Alrededor muchos estàn comiendo, aprovechando esta parada forzosa para beber algo, tomar un helado, conversar. Los ànimos se enfrìan un poco. Van pasando los minutos displicentemente. A la 1 y 55 de la tarde, cuando ya he hecho algunos retratos a las puertas de la UCV al borde del piquete de la GNB, deciden que la marcha va a continuar. Que se han cansado de esperar. No sè si al final les han negado el permiso o què. La vanguardia son chicos de 20, 22 años. He conversado con algunos con menos de 17 años. Con la bandera cual capa y los sùperpoderes que otorga la invulnerabilidad de la inocencia, de la convicciòn de poder cambiar el mundo. Y la mirada limpia. Sonrisas francas y curiosidad. Tienen màscaras antigàs de manufactuira casera. Hay algunos que reparten vinagre o Maalox. Le pido a uno de ellos un poco de vinagre, por si acaso, y me explica.

-Si es gas verde, acuèrdese que el vinagre lo potencia. 
-Ah, ok. Gracias. 

Algunos un poco màs paranoicos rechazan en primera instancia que tome fotos. Les explico. Les muestro mi identificaciòn. Algunos ceden. Es evidente que la campaña de persecuciòn en contra de los estudiantes que protestan ha tenido su efecto. La confianza es un bien escaso entre algunos de ellos. 

A las 2.21 lanzan la primera bomba lacrimògena. Estoy atrapada en medio de una masa de estudiantes. Siento claustrofobia y empiezo a devolverme. No tengo màscara antigas asì que no hay discusiòn posible. Debo reconocer que siento miedo. Si quedo atrapada acà me van a gasear sin piedad. Como a los estudiantes. Cuando llego a las puertas de la Universidad no logro caminar. No sè si estàn cerradas o es simplemente el gentìo. Me escabullo por la derecha y veo a algunos chicos escalando la reja de 3 ò 4 metros. No lo pienso dos veces. Me monto y escalo yo tambièn. El aparatoso descenso cobra una vìctima. He pateado a alguien. En medio de la confusiòn no me da chance de disculparme. Mucha gente està retrocediendo. Se siente el sabor càustico del gas. Y el olor. Me cuesta respirar. Voy hacia atràs buscando aire. Algunos de los chicos y las madres tienen los ojos ya rojos. Un poco màs adelante encuentro a un grupo de gente asistiendo a un muchacho al que le han arrojado un objeto contundente a la cabeza. Sangra. Alguien me regala Maalox para echàrmelo en la cara.

Cuando ya estoy cerca de un àrbol la gente empieza a correr. Me pego al tronco y tomo un par de fotografìas. Al fondo, a la entrada se ve el gas. La espesa nube del gas que le lanzan a los estudiantes en el gobierno de Nicolàs maduro. Pienso que mejor salgo por la puerta de atràs. Camino con alguna gente. Me monto en la Estaciòn de Ciudad Universitaria. Faltan 5 minutos para las 3. Quince minutos despuès estoy en Chacao, pues las estaciones de Sabana Grande y Chacaito estàn fuera de servicio comercial. En el Metro està la gente que trata de hacer su vida normal. Pero nada es normal. Hay tensiòn. Tanto entre los que huimos del gas como en los que rehuyen el contacto visual en el subterràneo. Todos sabemos que hay mucho pasando. 

Salgo a la superficie en la Estaciòn de Chacao por la Calle Èlice. parece una escena de una pelìcula de ficciòn. The Day After. Apenas si logro imaginar lo que vivieron los vecinos la noche anterior. Quedan los destrozos para atestiguarlo. Poco a poco todos nos perdemos en la calle y a lo lejos veo a alguien que insistentemente lleva una pancarta que dice: "A mi no me pagaron 5 000 Bs por venir" en referencia a la denuncia del Ministro de Justicia, Rodrìguez Torres, quien asegurò que los estudiantes son prepagados. 

Llego a casa y veo las fotos. Los estudiantes con los que hablè, los que no quisieron darme sus nombres, respiraron hoy paz. La de Maduro. Se habla de màs muertes por represiòn. Y màs ataques en Altamira y la Isabèlica. Una ùltima cosa: la represiòn no está doblegando a la gente. Si està teniendo algùn efecto es el de la desconfianza, el de la sospecha del otro y el de la furia. ¿La calle? La calle està prendida. Y los estudiantes se han declarado dueños de ella. Pero como dijo uno de ellos: "No nos dejen solos. Nuestro combustible son ustedes".

Dìa 30 de protestas y seguimos contando.